Hay a quienes les causa sorpresa el hecho de pensar que barristas de distintos equipos estén departiendo en paz y aún más de que colectivamente estén pensando en condiciones como seguridad, convivencia, trabajo comunitario, memoria histórica, rutas de atención a las violencias basadas en género, políticas públicas que regulen su derecho a la libertad de reunión y libertad de expresión, realizando un ejercicio de cuestionamiento a las ya existentes y proyectando aquellas que permitan vivir el fútbol en paz, sea de visitante o sea de local.
Pues el pasado 10 y 11 de julio del presente año se dieron cita en la ciudad de Bucaramanga, exactamente en la Universidad Industrial de Santander, aproximadamente 20 delegaciones de distintas barras de las diferentes territorialidades del país, que en su conjunto conforman el Colectivo Nacional de Barras por la Convivencia. Esta vez el motivo del encuentro no fue un partido de fútbol —aunque hay que reconocer que el carnaval y el aguante no faltaron—, sino la asamblea nacional de barras por la convivencia acordada en previos encuentros donde este colectivo se consolidó.
En muchas ocasiones ser barrista suele ser asociado con ser delincuente. No ha habido oportunidad de pensar al barrista como sujeto político, aunque en épocas electorales sí suelen reconocerse a las y los barristas como ciudadanos, claramente por el interés de su voto o en aras de instrumentalizar los colectivos para reproducir prácticas de proselitismo político. Es por eso que uno de los puntos transversales de esta asamblea es el reconocimiento de las barras bravas como sujetos políticos que nutren el movimiento social en Colombia, además del reconocimiento como víctimas históricas de la represión policial dentro y fuera de los estadios, añadiendo también la falta de enfoque de género dentro de estos procedimientos policiales e incluso dentro de las mismas barras, que como resultado evidenciarían un total abandono institucional y la reproducción de una discursiva de estigmatización y de rechazo al barrismo en Colombia.
Aunque a hoy forzosamente se ha logrado generar distintos espacios de discusión con las instituciones y autoridades, se necesitaba un espacio de análisis, cuestionamiento y proposición amplio y participativo por parte de las y los hinchas, que la asamblea buscó saldar a través de la división de las mesas de trabajo que se dieron durante la misma (mesa de arte y cultura, de movimiento social, político organizativo, comunicaciones y derechos humanos), sistematizándolas en una declaración política y en las relatorías, y estableciendo compromisos para los colectivos futboleros. Sin ánimo de restarle importancia a la metodología del encuentro, más que resaltar lo organizativo y la logística del mismo, cabe exaltar que estos espacios fueron nutridos por experiencias propias de cada integrante/hincha de las distintas barras, siendo ejercicios de retrospectiva histórica, de reconocimiento y de memoria colectiva. Para nadie es un secreto que la mayoría de las y los integrantes de las barras bravas son personas de barrios populares, de aquellos lugares donde la realidad choca con la ficción, donde el arte, el barrismo social y los distintos procesos organizativos han hecho más por los barrios que los mismos gobiernos locales y regionales, y que pensando desde la necesidad la solución se busca proyectar espacios que muestren a la palestra pública la esencia del barrismo con enfoque social y de género al que se le apuesta desde el colectivo.