Desde que la civilización existe, el Estado se ha convertido en la forma de organización humana más común del planeta. El funcionamiento del Estado siempre ha requerido de la colaboración de quienes le integran. Esto ha supuesto pagar impuestos, limitar nuestra libertad individual y aceptar la autoridad estatal para garantizar la paz y la seguridad entre las personas como comentó Thomas Hobbes (1588 - 1679) en su obra El Leviatán.
En esencia, el Estado resolvería disputas que surgirían de las dinámicas que supone vivir en sociedad. No obstante, es de amplio conocimiento que el Estado aunque necesario para mantener el orden es también un instrumento de poder, que dependiendo del contexto puede servir a amplios sectores sociales o a intereses particulares en contra del bienestar de las mayorías, tal y como sucede con regímenes dictatoriales o poco democráticos como en el caso de Corea del Norte, Irán o Cuba.
Teniendo en cuenta lo anterior, todo Estado independiente que utilice su poder para favorecer a amplios sectores sociales o a grupos privilegiados funciona en esencia como una persona: nace, crece y muere. Lo último aunque inevitable, se puede acelerar o retrasar en el tiempo, dependiendo de cómo se administre desde los diferentes gobiernos que le puedan dirigir.
Dicho esto, los Estados pueden morir siendo víctimas de ataques externos o internos. Los del primer tipo generalmente provienen de otros Estados, y los del segundo tipo, de los mismos miembros del Estado atacado, que pueden expresarse en guerras civiles o golpes al gobierno. Por ello, Nicolás Maquiavelo (1469 - 1527) advirtió en su tratado Del arte de la guerra, sobre la importancia que el servicio militar tenía para asegurar la supervivencia del Estado frente a las amenazas antes mencionadas.
Desde el punto de vista de Maquiavelo, la gran falencia de las diferentes ciudades-estado italianas del Renacimiento, residía en el hecho de que confiaban su seguridad a mercenarios que a menudo eran de origen extranjero y ofrecían sus servicios no por lealtad a algún Estado o país, sino por dinero. Así, durante los procesos de construcción de los Estados nacionales en Europa en el siglo XVI y posteriormente durante los siglos XIX y XX, muchos países decidieron reclutar para sus filas sólo a los nacidos al interior de sus territorios, convirtiendo a los mercenarios en algo tan poco común que a penas sí se notan en la actualidad.
Pensarse el caso colombiano, implica tener en cuenta todos los elementos antes tratados, porque es en últimas la razón de que nuestro Estado también demande el servicio militar a algunos de sus ciudadanos. Sin embargo, sí bien este tipo de medidas políticas eran validas en los siglos pasados, cabe preguntarnos ¿hoy debería tener la misma vigencia para Colombia? creería que no.
Basta con revisar un mapa de cuáles son los países del mundo donde es obligación del ciudadano tomar las armas al menos una vez en su vida, para darnos cuenta de que en el llamado "Primer mundo" o "países desarrollados" no es un deber, como sucede en Norte América o en casi todos los países europeos. Mientras que, en los países del "Tercer mundo" o en "vía de desarrollo", sí es obligatorio, no voluntario.
Adicional a esto, el servicio militar en Colombia es muy polémico, porque tal y como lo plantea la Ley 48 de 1993, solo lo prestan los ciudadanos hombres mayores de edad. Algo más delicado sí también se tiene en cuenta que existe la llamada "cuota de compensación militar", regulada por la Ley 1184 de 2008, mediante la cual se establece que por el pago de una suma determinada por el Ejército Nacional —según los ingresos familiares del ciudadano—, algunos nos podemos salvar de coger el fusil.
Por ende, el servicio militar "obligatorio" en Colombia, es solo obligatorio para aquellos ciudadanos colombianos hombres mayores de 18 años, que estando escasos de recursos económicos, no tengan más remedio que presentarse en las diferentes oficinas de reclutamiento del Ejército para cumplir con el "deber". Ya que, el no hacerlo conlleva a no tener libreta militar, que a su vez supone una clara limitación para ingresar al mercado laboral, puesto que, tanto el sector público como privado, demanda este documento a la hora de contratar.
En este sentido, el servicio militar se convierte en un obstáculo para que muchos jóvenes puedan superar la informalidad, e incluso, hasta hace tres años, graduarse de los diferentes pregrados, situación que cambiaría gracias a la Ley 1738 del 2014, según la cual, las universidades no podrían exigir este documento para que sus estudiantes finalicen sus estudios.
Ahora bien, ni siquiera los que tienen los medios para pagar la muy costosa cuota de compensación militar, tenemos nuestra libreta asegurada, porque es una constante por todo el país, que las oficinas de reclutamiento del Ejército Nacional y su plataforma virtual, sean en exceso ineficientes. Los primeros suelen dilatar los procesos de los jóvenes por años —como es mi caso y el de muchos que conocí—, y la segunda vive caída, y en la práctica no sirve, porque al presentarnos en los distritos militares correspondientes, exigen la documentación también en físico.
De esta manera, me surgen varias preguntas respecto a lo tratado ¿por qué son sólo los hombres los que deben prestar el servicio militar?, ¿qué las mujeres no pueden hacerlo también como sucede en Israel? igualmente, ¿por qué la cuota de compensación militar puede alcanzar valores tan altos en algunos casos?, ¿es que solo los pobres tienen que ir a prestar el servicio? y la más importante ¿y sí en lugar de obligar a las personas a vincularse a la Fuerza Pública, les damos incentivos para hacerlo?
He sabido que en Estados Unidos, Francia y Australia, el servicio militar es voluntario, y solo lo prestan quienes tienen esa vocación, siendo el caso estadounidense el más significativo, porque en ese país que cuenta con el mayor número de soldados activos del mundo, el presupuesto militar más alto y la tecnología bélica más moderna, sus militares son tratados con respeto y buenos ingresos al estar en casa.
Aquí en Colombia nuestros militares y policías ganan muy poco, sumado al hecho de que es un oficio no muy bien visto por el común de nosotros, que con el pasar de los años nos hemos acostumbrado a los escándalos de estas instituciones. Desde mi punto de vista, es necesario implementar reformas políticas que le apunten a eliminar el servicio militar obligatorio, hacerlo voluntario, y mejorar las condiciones de vida de aquellos que arriesgan sus vidas para que el Estado y nosotros, la sociedad, tengamos tranquilidad.
