El primero de mayo, el Día Internacional del Trabajo (caracterizado por las marchas, manifestaciones y protestas en una y otra parte del globo), en Popayán es una celebración religiosa: la fiesta del amo.
Una semana antes de tal fecha, en las horas de la noche, las mujeres bajan el Ecce Homo, sentado en un escabel, golpeado, azotado, torturado y coronado de espinas. Las mujeres descienden al Cristo de la colina de Belén, alumbradas por velas y cantos, hasta un templo en el sector histórico de la ciudad.
Y el primero de mayo, en las horas de la mañana, multitud de hombres comienzan a congregarse a la espera que se abra la puerta del templo para iniciar la procesión que conduzca al amo hasta el sitio donde permanece a lo largo del año. Con cirios prendidos y en una interminable fila acompañan al Cristo, en medio de súplicas, ruegos, incienso y música. Le suplican al Cristo agonizante que les conserve el "camello", la "chamba" o el "trabajo".
Es bastante significativo que Cristo sea visto, por los ojos de los creyentes, como el amo escarnecido, burlado, azotado, como reo de muerte. Y es curioso que se represente a la divinidad como el amo de la ciudad. Bien parece que el señor todopoderoso ha caído en un mal momento. El hijo del todopoderoso ha caído en desgracia y, los siervos se apiadan de lo que le sucede a su amo. De esta manera la servidumbre adolorida se apiada de la desgracia en que ha caído su señor, en otras palabras "su patrón."
Pero este año, por el temor de la pandemia, la cual se extiende en oleadas, los aglomerados humanos causan temor; por lo que la procesión del Amo no se ha llevado a cabo. Bien parece que los siervos no se han animado a acompañar al amo. Por tanto, la piadosa procesión no se ha realizado por parte de la servidumbre, dados los peligros de expansión de la peste que encabeza el COVID-19.
A pesar de las medidas de protección ante la pandemia para evitar los contagios, no ha salido la servidumbre para acompañar a su amo. El espacio de la fiesta dolorosa en torno al amo se ha inundado de jóvenes, hombres y mujeres, campesinos, gente común y silvestre que desafían las medidas del confinamiento. En lugar de la rogativa, se ha hecho presente la rebeldía en contra de una reforma tributaria, de una legislación lesiva contra la salud, de las condiciones miserables de los trabajadores con el salario mínimo, de las fumigaciones y del abuso y la violencia del Esmad. Y en vez de la procesión de la servidumbre, apiadándose de la desgracia del amo, se ha gestado la conciencia ciudadana contra la arbitrariedad del gobierno de turno.