Del porqué Fernando Vallejo tiene razón y está equivocado

Del porqué Fernando Vallejo tiene razón y está equivocado

Por: Andrés Aldana H.
abril 08, 2015
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Del porqué Fernando Vallejo tiene razón y está equivocado

Después de leer la intervención de Fernando Vallejo durante la primera Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz y revisando a grandes rasgos lo que han sido estos dos años de negociaciones en La Habana no dejo de convencerme de que a pesar de todo, a pesar de él tener razón, a pesar de compartir cada una de sus palabras, esta vez, está equivocado.

Cabe aclarar desde un principio que soy su admirador, aprecio inmensamente el valor que tiene para tomar una postura frentera y descarnadamente honesta de la realidad nacional; es de las pocas personas que considero se toma en serio el barranco político que vive nuestro país desde hace décadas, es capaz de ver y más valioso aún, hacer ver a otros, la decadencia social y cultural de un pueblo que nació de la violación de sus primeras mujeres, la exterminación de sus habitantes primigenios y la generación y re-generación de un odio fratricida inconmensurable.

Igualmente, tal vez hago esta aclaración en un principio pues, cobardemente, temo caer en las fauces de un escritor de un amplio y justo reconocimiento en el mundo literario. Filósofo, gramático, cineasta, pianista clásico y biólogo que probablemente destrozaría en cinco líneas lo que en humildes cincuenta podría yo plasmar.

Pero más allá de eso, creo y debo y siento necesario hacerles participes mis ideas; ideas que pueden o no encontrar eco en algunos lectores y que son resultado de vivir mi cuarto de vida en el país y un reciente e inmaduro desarraigo fuera de él.

Todo parte de la intención primera que tiene Vallejo al haber pronunciado aquel discurso; señalar los múltiples crímenes y culpables reales de la tristeza “económica, social, cultural, moral, total” que vive nuestro país desde su fundación y que resulta en una reiteración de lo que es su opinión frente a la patria. Palabra última esta que sé odia tanto como yo.

Sin embargo, el problema real detrás de dicha intención es su contexto; la cumbre aquella fue creada para hacer partícipe a la población en general de los ‘beneficios’ que vendrán con una eventual “firma de la paz”. La intención es vender la idea de que en Colombia al día siguiente de tan magno evento no habrá un solo muerto y nuestra sociedad se subirá en el “tren del progreso”.

Cosa que claramente no ocurrirá, pero es por ello que es esencial firmar la paz. La única forma en que el país entienda realmente lo profundo de sus problemas, lo profunda de su desigualdad social, es entender que el mínimo de sus problemas es la guerrilla, ese día podremos comenzar a pensar en un nuevo país.

Es una cuestión meramente práctica, la firma de la paz hará que la sociedad note que el cuento de cincuenta años que nos han vendido no es más que un cuento gringo, ni siquiera chino, uno gringo, que ha resultado en más de 350 mil muertos.

La crítica de Vallejo llega en el peor momento, con un proceso de paz (teatino) debilitado y que lucha por sobreponerse a las críticas sobre su legitimidad (no tiene ninguna). Esta idea puede resultar controvertida pues es básicamente cerrar los ojos ante una infamia pero es el menor de los males que pueden suscitarse de un eventual recrudecimiento de la guerra puesto que, dado el caso el proceso se lleve a buen término, la sociedad civil tendrá la oportunidad, por vez primera, de sancionar democráticamente a los perpetradores de nuestro sufrimiento.

Timochenko será presidente sí y solo sí los colombianos lo eligen en las urnas y si esto sucede, legítimamente o no, quedará demostrada de facto y para siempre que la tesis primaria de una nación mal hecha y sin futuro que Vallejo defiende es irrevocable y tristemente cierta.

Puede entenderse hasta este momento entonces que defiendo el proceso de paz y es así, pero lo defiendo como un medio y no como un fin, soy oportunista y creo que la desilusión que provocará el que los problemas sigan ahí el siguiente día hará que los colombianos, (a quienes no quiero por compartir bandera, himno o partido de fútbol, que quede claro, sino por aquellos con quienes tengo lazos familiares y emocionales y los lazos que ellos tienen a su vez) encontremos finalmente una forma de salir del foso de mierda en el que nos hemos metido.

Mi visión es optimista por tanto ingenua y tonta pero incendiaria a la vez, pretendo que la tristeza que colmará nuestros corazones al seguir viendo que nada salió de aquel proceso nos permita crear esa conciencia colectiva de que todo debe cambiar, de que ninguna de las vías que hemos utilizado hasta la saciedad han servido y el cambio debe partir de la actitud básica del colombiano con otro. De la responsabilidad ante un voto si logramos edificar una democracia real, de la importancia del respecto y la igualdad si logramos entender a la diferencia como fuente de toda riqueza intelectual y material.

Tal vez el discurso de odio, ese sentimiento fácil con el cual nos hemos llenado desde hace siglos encuentre por fin una tumba, un lugar donde sus cenizas conviertan la tierra en fértil y un nuevo proyecto de nación sea realizable. Tal vez al escuchar que todo sea perdido, la ‘malicia indígena’ tenga por fin un buen uso.

Twitter: @andresaldana

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