“El Tiempo jamás debe ser vendido a una empresa o persona cuya actividad principal sea ajena al periodismo”. Este mandamiento lo dejó en su testamento el propietario del periódico capitalino, Eduardo Santos.
Cuánta razón le asistía al expresidente Santos al dejar ese mandato a sus herederos. Tenía claro que en el momento en que El Tiempo pasara a manos de una empresa no periodística, inmediatamente quedaba sometido a los intereses económicos de sus propietarios.
Por desgracia para la libertad de expresión, todos los grandes medios colombianos hoy están en manos de empresas ajenas al periodismo: El Tiempo es de Luis Carlos Sarmiento, El Espectador, el Canal Caracol y Blu Radio, de los Santo Domingo; RCN de los Ardila y Semana de los Gilinski.
Para ser justos, algunos de estos empresarios han permitido que sus medios se manejen con independencia. Pero cuando han tenido que defender los intereses de sus patronos no han dudarlo en hacerlo.
Pero el de la limitación a la independencia periodística no es el único problema que genera este aterrizaje de los grandes conglomerados en el mundo de los medios de comunicación. La calidad de la información está seriamente amenazada porque ahora lo que prima no es hacer una buena crónica, ni un buen reportaje, ni una acuciosa investigación, sino que los medios ganen plata o, al menos, no la pierdan.
El periodismo está pasando de ser una actividad intelectual a un proceso industrial. Me refiero al caso que conozco de primera mano que es el de El País de Cali y la revista Semana. El accionista de este medio contrató al director de Infobae para que adaptara el modelo de ese portal argentino a la página web de la revista.
El periodismo está pasando de ser una actividad intelectual a un proceso industrial. Me refiero al caso que conozco de primera mano que es el de ´El País´ de Cali y la revista ´Semana´
Este modelo, que está dirigido a aumentar exponencialmente el tráfico de usuarios, funciona como cualquier operación industrial: con turnos para los periodistas, metas de producción, deben producir una nota por hora, y se mide en tiempo real.
No cabe duda que este esquema es exitoso para los objetivos que se creó: aumentar el tráfico, pero va en detrimento directo de la calidad periodística, porque es claro que un artículo de mediana calidad que implica consultar fuentes, documentos y hacer reportería no se puede hacer en una hora.
Entonces, lo que terminan haciendo estos periodistas es “versionando” notas de otros medios, googleando y produciendo artículos de muy dudosa calidad. Para el éxito de este modelo periodístico es clave lo que llaman las notas “evergreen” o sea artículos seudocientíficos, de farándula o de entretenimiento. Esos son los ganchos para jalar el tráfico. Aunque usted no lo crea, en mayo el artículo más leído en el portal de El País fue “El olor a viejito”, según el cual en la medida que la gente va envejeciendo va adquiriendo un aroma particular.
Si nos remitimos a las frías cifras, este modelo, insisto, es muy exitoso. Gracias a la legión de periodistas que tiene produciendo notas “evergreen”, hoy Semana es el portal con mayor audiencia en Colombia. Y El País, que lo heredó de la revista, en junio tuvo más de cinco millones de usuarios únicos, superando a El Colombiano y a El Espectador.
Mientras puedan mostrar esas cifras y ufanarse de ellas, a los propietarios y directivos de Semana y de El País poco o nada les importa la calidad de lo que se produce.
Lastimosamente, El País está pasando de ser un referente periodístico en Colombia, un baluarte en la lucha contra la corrupción en una ciudad como Cali tan golpeada por ese flagelo y un defensor de la institucionalidad, a lo que llaman en el ecosistema digital un “agregador” exitoso.
Por fortuna en medio de esta “guerra” por el ‘rating’ han surgido medios nativos e independientes como Las 2 Orillas, que aún creen que el periodismo tiene una misión fundamental en un país como Colombia. Y están compitiendo, con buena fortuna y con periodismo de calidad con las fábricas de contenidos. Porque el periodismo de calidad también ‘marca’.
Estos medios independientes tienen que encontrar un modelo de negocio que les permita sobrevivir sin sacrificar el buen periodismo y en ese camino están.
Yo me identifico plenamente con la visión del periodismo que tiene María Elvira Bonilla y que ha transmitido a la plantilla de Las2Orillas y por ello me encuentro muy cómodo escribiendo en este espacio.
Desde aquí espero seguir dando la lucha por preservar ese periodismo de calidad que Colombia, más que nunca necesita.