Encontrándome en un bello pueblo, como todos los de este país, fui a comprar, como lo hago todos los domingos, el periódico. Recorrí todo el pueblo y no lo conseguí. Algunos moradores me dijeron que allí nadie lee. Los muchachos que me acompañaban, extrañados por mi búsqueda, me señalaban que el periódico se lee digitalmente. Ellos ya no leen y los pocos que lo hacen, en su mayoría, no recurren al papel.
Aparte de ser testigos de cómo está sucediendo esta revolución digital, me queda una preocupación. Si en los pueblos no leen ni en papel ni digitalmente, y se informan solo por el contenido de la televisión y la radio, ¿qué pasa con las nuevas generaciones, para quienes el periódico impreso es ya una cosa del pasado? Pues lo mismo que a las otras, viven sin conocer la profundidad de los hechos noticiosos y menos los análisis de los periodistas especializados.
La formación política y social solo se obtiene si se tiene el hábito de la lectura, sobre todo de los tratadistas y de los libros especializados. O por lo menos leyendo los columnistas de todas las tendencias de los medios escritos.
Una sociedad que para su formación y decisión política no lee (para poder tener los suficientes elementos de juicio y criterio) está sometida y sujeta a la manipulación y dominio de esos medios masivos de la televisión y de la misma radio, que son las principales fuentes de información de la sociedad.
Los que leemos los medios impresos y los medios digitales somos una generación en transición, que vela por la supervivencia del periódico de papel. Este, alternado con los medios digitales, también se constituye en una fuente de información, por lo que las nuevas generaciones no deberían dejarlo morir.
Un poco romántica la propuesta, pero posible en el mediano plazo, máxime si se tiene en cuenta que el papel es más atractivo de leer y menos riesgoso para la vista.
Que el papel del periódico no solo sirva para envolver cosas y limpiar vidrios.
Solo la lectura crítica nos hará libres y dignos.