Gaius Iulius Cæsar ─el dictador Julio César, del Imperio Romano─ podía ordenar, a cualquiera que estuviera cerca, que se fuera de su magna presencia: ¡Vaya a freír espárragos, vaya a morderse un codo, vaya a joder a su madrina! Y también mandar a sus temidas y guerreras falanges a invadir o controlar Aegyptus ─el Egipto de Cleopatra, Nefertiti, Tutankamón, etc.─, Gallia ─las Galias, o sea lo que hoy es Francia─, Hispania ─España, que no es que se derive de “Hispania”, sino que es lo mismo, puesto que se pronunciaba antiguamente como Ispaña: solo cambia la vocal inicial─, la Magna Germania ─Alemania─, e incluso esa isla repleta de aborígenes bárbaros llamada Angliæ ─Inglaterra─ en la que Roma dominaba la costa sur por esa época de la antigüedad.
Lo de Cæsar fue a templar a lengua alemana como Káiser, y en los lenguajes eslavos terminó como Zar. Mas tarde, en un arranque político-filosofistoide de un anónimo críticón, apareció el término “cesarismo” en nuestro idioma chapetoñol-castizo-castellano-español.
El vocablo «cesarismo» tiene una sola acepción según la RAE, la cual en letras, espacios, signos ortográficos y de pe a pa, es: “1. m. Forma de ejercer el poder público que consiste en concentrarlo en una sola persona.” Los sinónimos de cesarismo en wordreference infunden miedo y producen terror: dictadura, tiranía, despotismo, autocracia y autoritarismo.
Como se menciona el poder “público” en la definición dada, se podría pensar que nos referimos a Petro, jefe público del Estado. Esto lo refrenda la tercera acepción de «público» de las nueve que trae la RAE: “3. adj. Perteneciente o relativo al Estado o a otra administración. Colegio, hospital público.”
Pero no. Aquí pegamos un triple salto gramatical y descartamos lo “público” del concepto cesarismo, y pasamos de una, ya, de uan, a despotricar del componente cesáreo gavirista injerto en el engrudo político del hoy venido a menos partido del trapo rojo.
Reconozco que fui liberal (hoy día soy socialvesinalista…, ¿que eso con qué se come? Con queso, sancocho de hueso y aderezos). En 1989 y 1990 participé en el movimiento liberal atlanticense Líder ─creo que abreviatura de Liberalismo Independiente de Renovación─, donde el jefe pluma blanca era el colega economista Jaime Vargas Suárez, quien apoyó a Ernesto Samper como precandidato a la presidencia para la consulta interna del Partido Liberal.
Gaviria, rival de Samper, “ganó” su precandidatura ─servida en bandeja de plata─ por imposición a la brava de parte de la doliente familia Galán Pachón, luego del magnicidio acaecido en la plaza de Soacha en la noche del 18 de agosto de 1989. ¿Qué pasó después? Para qué repetirlo.
Dicho expresidente se cree amo, dueño y patrón de los “grupúsculos” liberales. Así les decía Luis Carlos Galán, de forma despectiva en incendiarios discursos, a las camarillas liberaloides por aquellos tiempos en que el Nuevo Liberalismo era enemigo declarado del PL. Cabe agregar aquí fui activista del NL entre 1981 y 1987. Época tesa.
Intercambié saludos con Galán, pero solo crucé palabras cara a cara con él en una ocasión.
Te comento al respecto. Apoyo, desde aquellos tiempos, el sistema de escrutinio mayoritario para la realización de los comicios que definen los miembros de las corporaciones públicas de elección popular. Por lo anterior, le pregunté a Galán por qué no se trataba el tema dentro del NL, a ver si se respaldaba un proyecto de acto legislativo en ese sentido. La respuesta, en breve, fue más o menos la siguiente:
─Si se aprobara tal sistema, el NL ganaría todas las curules en el concejo de Bogotá, y por eso una reforma electoral de tipo mayoritaria no la aprobaría el congreso.
Bueno, dio la sensación de no estar en contra de la idea. Sin embargo, una propuesta parecida nunca fue aprobada en los tantos congresos ideológicos del NL y, por tanto, no se propuso el cambio al sistema de escrutinio mayoritario en reemplazo del sistema de representación proporcional, el mismo de la cifra repartichocha, como lo maltrato en algunos de mis libros.
Y creo que no hay iniciativas en este sentido en el Pacto Histórico ni en ningún otro partido digamos de renombre. En los verdes, hace como una década, el entonces senador John Sudarsky impulsó el establecimiento de un sistema electoral mixto que incluía una parte mayoritaria, pero esto fue desechado las veces que se presentó.
A todas estas, vale comentar la división del PL entre los congresistas que respaldan una reforma al sistema de salud, es decir, los liberales libres, y los otros, los contrarios a la propuesta, o sea los cesaristas.
Que saldrán de cargos burocráticos de libre nombramiento y “remezón” funcionarios públicos recomendados por jefazos liberales que no han mostrado simpatía al proyecto de reforma a la salud, pues claro que sí. “Si tú mejoras y me apoyas, yo mejoro y te apoyo; si tú no me apoyas ni mejoras, no me jodas”, dirá el gobierno.
Más claro no canta un gallo.
Habrá caminos escabrosos en cuanto a la reforma a la salud. Uno es que pase con los ejes fundamentales presentados por el gobierno. Dos: que se apruebe, pero sin puntos considerados básicos. Tres: que la hundan, y aquí sí que podría venirse un choque de trenes. Hasta se podría convocar a una constituyente para que abordase el tema y que de paso ojalá promoviera el cambio a un sistema electoral mayoritario o mixto.
O quién sabe qué pase.
¡Ah!, cabe agregar que fui candidato a la cámara de representantes por el Atlántico en el 2002, dentro de la lista #117 en el tarjetón respectivo. Obvio, por el gran Partido Liberal de Gaitán y Galán.