No es nuevo usar los eventos deportivos como cortina de humo, especialmente el fútbol, ya que es uno de los principales deportes, de los más practicados y con más espectadores en el mundo. El caso colombiano es un claro ejemplo de cómo la entrada del espectáculo futbolero funciona como cortina de humo para que políticamente a Colombia le “metan autogoles”. Solo veamos lo ocurrido en esta Copa América, por un lado, celebramos los goles y el buen juego de la selección, pero paralelamente en nuestro país, se llevan a cabo asesinatos y/o amenazas sistemáticas a líderes, lideresas sociales y exintegrantes de las Farc, esto por parte de fuerzas oscuras, las que siempre han dominado el país.
Del mismo modo, en esta coyuntura deportiva, el ministro de hacienda presentó el Marco Fiscal de Mediano Plazo-2019, donde no hay financiación específica para la implementación de los acuerdos de paz, dejando a la paz sin recursos; por otro lado, se tumbó en el Congreso el proyecto de ley que eliminaría beneficios a los corruptos en pleno partido de la selección Colombia; y para cerrar con broche de oro, una vía al llano que lleva más de 20 días cerrada, afectando gravemente a la población aledaña y la canasta familiar de centenares colombianas y colombianos, producto de una contratación diseñada para la mala gestión y la ineficiencia, pero con una buena rentabilidad económica para el consorcio de Sarmiento Angulo.
Estos son algunos hechos en la agenda nacional, los cuales pasan a un segundo plano, o simplemente no son ni de conocimiento de mucha gente por la tan anhelada Copa América, donde Colombia no solo ha clasificado si no que mantiene una puntuación perfecta, siendo además, una de las selecciones favoritas a quedarse con el título; en todo caso… no es un fenómeno nuevo, el fútbol y la realidad política han estado siempre atados, siendo el primero la cortina de humo y la forma como las oligarquías colombiana imponen su programa político.
Un ejemplo es el oportunismo político del fascismo, el cual ha sabido aprovechar las coyunturas deportivas para ubicar su agenda de guerra y desigualdad social a costa de “pan y circo”. Galeano, en su libro Fútbol a sol y sombra, menciona el ejemplo de la Escuadra Italiana que ganó los mundiales del 34 y 38 en nombre de esa “patria que soñaba Mussolini”, donde los jugadores empezaban y terminaban cada partido saludando al público con la palma de la mano extendida. O qué pensar del club modelo de la España de Franco, el Real Madrid, donde ganando absolutamente todo dejaba a más de una persona boquiabierta y conseguía miles de simpatizantes por todo el mundo entre 1956 y 1960, tanto así que se podía denominar una “insuperable embajada ambulante del franquismo” y en 1959 José Solís, uno de los jefes del régimen franquista le da la gratitud a los jugadores “porque gente que antes nos odiaba, ahora nos comprende gracias a vosotros”.
A pesar de lo anterior, la historia del fútbol también nos presenta momentos de resistencia social a la realidad nacional, nos cuenta Galeano también que durante la guerra española, dos equipos de fútbol fueron símbolos de resistencia democrática. Mientras que la triada fascista de Franco, Mussolini y Hitler bombardeaba a la República Española, una selección Vasca recorría Europa y el Barcelona disputaba partidos en Estados Unidos y México con la misión de hacer propaganda, visibilizar los atropellos de la dictadura y recaudar fondos para la resistencia, lo que terminó pagando con su propia vida el presidente del club Barcelona, Josep Suñol en el año de 1936; estos equipos, en su época, encarnaron en la práctica otra forma de ver el fútbol, como un posible escenario para la resistencia a las balas fascistas de Franco.
Por otro lado, a comienzos del siglo XX, dos equipos en Argentina confluían en un mismo territorio, este era el Barrio Villa Crespo en Buenos Aires, donde unos levantaban las banderas anarquistas, denominados “Los Mártires de Chicago”, esto en conmemoración a los obreros anarquistas asesinados en Estados Unidos; por otro lado, jóvenes de corte socialista conformaban el equipo de “Sol de la victoria”, que llevaba ese nombre por el himno de los trabajadores del Partido Socialista Italiano, en donde se hablaba de “Il Sole della Vittoria”; Estos dos equipos, en aras de confluir en lo deportivo, lo social y lo político, conforman nada más y nada menos que la Asociación Atlética Argentinos Juniors, (cantera de Diego Armando Maradona y varios deportistas destacados de este deporte), se denominó en principio asociación y no club, debido a que se tenían objetivos políticos más allá de lo deportivo, Argentinos Juniors entonces sería un espacio para confluir en lo social y en su cuestionamiento al sistema capitalista desde su territorio, defendiendo el barrio de los atropellos de la fuerza pública y levantando la identidad de clase por medio del deporte, en ese periodo sobraron admiraciones al fútbol por parte de pensadores de izquierda, entre ellos, el marxista Antonio Gramsci con su elogio “este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.
Como vemos, el fútbol se ha desarrollado en relación con crisis políticas, dimensiones culturales, económicas y de lucha de clases, destacando que ahora, en este panorama donde nos venden la idea de que el fútbol es cada vez más industria y menos deporte, vale la pena preguntarnos: ¿cómo resignificar el fútbol, pasar del pan y circo al arte del balompié con conciencia social, popular y transformador?
En primer lugar, debemos dejar a un lado el pensamiento de que solamente tienen derecho a practicar el fútbol “las cremas” “los ídolos” o como se les quiera llamar a los que juegan bien. Dicha perspectiva lo único que favorece es la mirada industrializada del fútbol, donde los pies dejan de ser del jugador, y se convierten en mercancías con exorbitantes valores de cambio a favor del capital, entonces el derrotero al “pan y circo” de la burguesía es el desprestigio de la tecnocracia en el deporte. El fútbol se organiza para la comunión entre personas, para la camaradería deportiva, no para un escenario de muchos espectadores y pocos jugadores o protagonistas, es decir, para la exclusión. Se debe entender que dicho evento deportivo no es para ver a las figuras solamente. Sobre todo en este contexto, el fútbol podría tener la misión de reconciliar a un país que se ha venido desangrando y que esa sangre la ha puesto en gran medida las y los jóvenes, la participación deportiva en las juventudes entonces ha de ser un punto de fuga para evitar el camino del conflicto armado, además fortalecer un fútbol popular es contribuir a una herramienta táctica para la construcción del tejido social en nuestro país, es decir, no importa la marca de los guayos, ni la marca del balón, desde su propio espacio social las y los jóvenes pueden hacer con unas botas pantaneras en el campo colombiano una excelente “filigrana” y “chutar” a un arco construido con tres maderos, o apostando la gaseosa al final en los colegios del barrio, con los mismos zapatos del uniforme, que con cada partido están más rotos, pero a su vez cada partido va fortaleciendo amistades; se debe entender, y más en el contexto del pueblo colombiano, que lo más importante es el mensaje, no hay fusiles, hay balones.. Y que esa visión dogmática de triunfar y lograr el éxito de manera individual y egoísta, se rompe en la práctica, donde se necesita de un cuerpo colectivo, un ejercicio comunitario, fomentar un cooperativismo para que en últimas, se alcance la victoria.
En mi opinión, creo que no hay que atacar o enjuiciar a las personas que vemos la Copa América, en todo caso, bajo una realidad nacional como esta, donde la paz cada vez está más lejos, la economía cada vez más estancada, un gobierno incapaz de corresponder políticamente a las grandes mayorías de este país, un pequeño lapso de felicidad no entra nada mal, yo no veo realmente que el problema sea celebrar un gol, sería bueno aprender de las experiencias donde el fútbol sirve para la organización social y la resistencia a esa “horrible noche” que padecemos las y los Colombianos, ¿Porque no utilizamos esta copa américa como excusa para reencontrarnos con viejas amistades y organizar un partidito, cotejo, picadito o como lo queramos llamar?, recordar las viejas pero buenas costumbres, esas cosas que hacen parte del fútbol pero que cuando hacemos la crítica a la fiesta del balompié se nos escapan, como por ejemplo cuando después de los partidos se hacía el paseo de olla familiar que en últimas lograban reconciliar a padres, madres, hijos e hijas que con miles de diferencias la alegría de su club de equipo sirvió para unirles; también recordar las lágrimas y los abrazos de los grupos de amigos y qué decir de la diversidad de barras y brigadas futboleras antifascistas que alientan a sus equipos desde la lucha por canchas libres de racismo.
En esta coyuntura debemos analizar más allá de los puntajes, de la nueva camiseta de la Selección Colombia, del nuevo corte o tatuaje de los jugadores, si no saber leer el momento deportivo, anclarlo con la coyuntura nacional y buscar una re significación, por ejemplo, saber quiénes son y de donde vienen los jugadores de la selección Colombia, ¿Porque no aprovechar las capacidades de los jugadores de la selección para resaltar el talento que existe en regiones como Padilla (Cauca), Caloto (Cauca), Santo Tomás (Atlántico), Barrancas (Guajira), El Molino (Guajira), Necoclí (Antioquia) y Tierra Alta (Córdoba) gracias a personajes como Duvan Zapata y Cristian Zapata, Luis Fernando Muriel, Luis Díaz, Álvaro Montero, Juan Guillermo Cuadrado, Miguel Borja? Personajes que en últimas el fútbol les arrebató a la violencia, a la desnutrición y la pobreza. Es más, ¿Por qué no aprovechar los focos de los medios de comunicación en estos jugadores para organizar partidos por la paz en esos territorios tan excluidos?, si intentamos maniobrar la atención de los medios de comunicación gracias a la Copa América en aquellos lugares de donde son originarios los jugadores de la selección, podríamos quizá tener más resonancia a nivel mundial, comenzar a desarrollar acciones contra guerreristas por medio del fútbol como un escenario de resistencia popular, ¿será que el fútbol podría acabar la amnesia colectiva si lo volvemos arma de resistencia contra la guerra? O por el contrario está condenado a ser pan y circo, ¿será la revolución deportiva una simple utopía? El debate está abierto.
Por último, no olvidemos en todo caso que el fútbol fue deporte y lo sigue siendo, el sistema fue el que lo volvió industria y espectáculo enajenante. Recuperemos el deporte para los sectores sociales y populares, que no nos castre la energía de una revolución sino lo contrario, nos eleve la conciencia social, la colectividad, la solidaridad con otros pueblos. ¡Qué ruede la pelota a favor del cambio social!