Jorge Gómez Pinilla, en su artículo de El Espectador “Uribe y su doctrina del "shock" recuerda el libro La doctrina del shock de Naomi Klein, que muestra cómo el neoliberalismo se alimenta de los desastres naturales, la guerra y el terror para establecer su dominio. El libro parte del golpe de Estado de Pinochet en Chile, que desembocó en la aplicación de la doctrina económica neoliberal impulsada por Milton Friedman, quien obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1976.
El reconocimiento lo obtuvo tres años después del "exitoso" golpe de Estado que, como se sabe, fue orquestado desde el gobierno de Richard Nixon y tuvo como punta de lanza al entonces secretario de Estado, Henry Kissinger. Ese mismo modelo fue aplicado en países tan dispares como el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla, la Rusia de Boris Yeltsin o la Gran Bretaña de Margaret Thatcher.
El modelo neoliberal se basó en la globalización, que propende por la universalización de los medios de comunicación, de la economía y de algunos valores culturales. Además, la globalización dejó expuesto que hay países dominantes, ricos (centro) y países dominados, pobres y explotados (periféricos). Tal política se impuso a través de organismos trasnacionales como el FMI, el BM, el BID y más, a través de una crítica al llamado Estado de bienestar europeo.
El neoliberalismo impuso conceptos de eficacia, eficiencia, competitividad y planeación estratégica. Parte de esto ya había sido denunciado por Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina y por la teoría de la dependencia. Jorge Zapata me comentaba la relación potencial con la sociedad del riesgo de Ulrich Beck, al plantear una inercia hacia una crisis sistemática.
Hoy Colombia tiene el reto de entrar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), el modelo mundial para el neoliberalismo.
Actualmente, en el país se escuchan los reflejos neoliberales. Las firmas trasnacionales Odebrecht, Typsa y la empresa pública Canal de Isabel II de Madrid (AAA Barranquilla), entre otras; y las firmas nacionales Grupo Nule, o la de los uribitos, entre muchas, aplican estos criterios, sin importar visiones ético-morales o de equidad.