"No hay miedo más eficaz para controlar a la masa que la superstición" —Quinto Curcio.
La colombiana es una sociedad que se precia de anteponer los más extravagantes delirios de la ensoñación a la contundencia de los hechos, la superstición a la razón, las más absurdas creencias, moneda corriente al momento de juzgar los fenómenos del mundo, al rigor del examen crítico. De ahí la facilidad y la incipiente tendencia que tenemos para enarbolar, cual si fuesen seres de divina estirpe, a sujetos que prometen aliviar la pesada carga de nuestra fatigosa existencia.
Pero, ¿cómo es posible que el hombre se abandone a sí mismo y se entregue tan gratuitamente, en cuerpo y alma, a caprichos y ambiciones ajenas?, ¿por qué toma aquella funesta determinación de hacerse instrumento? Los filósofos han definido al hombre como un animal racional y sin embargo todo parece indicar que la razón es una voz muda que anida en nuestra alma, ya nadie le presta oídos, antes bien le volvemos la espalda para someternos al imperio de las pasiones. Y de todas ellas la que más ruido hace y a la que, por tanto, más respondemos, por desgracia, es el miedo.
Del miedo, decía Spinoza, nace la superstición, este pensador comprendía que aquel sentimiento se generaba allí donde no hace presencia el carácter que se requiere para ser amos de nuestras propias vidas, es decir, cuando servilmente corremos al abrigo de un caudillo, de un pastor o de cualquier otro personaje que, a partir de maléficas ficciones, apela al miedo para exhortarnos a batallar en su cruzada. Este deseo desbordado de cosas inciertas (de un mesías, de alguien que nos proteja del castrochavismo o cualquier otra patraña), porque son realmente eso, puras fantasías, es superstición, la creencia de cualquier disparate que tiene como fin coaccionar psicológicamente al individuo.
Ahora bien, si la libertad radica en actuar motivados por la propia razón, esto es, sin la mediación de un tutor moral o guía, entonces un sujeto cuya voluntad ha sido incitada a actuar por la sola coacción que sobreviene al miedo y que, además, lucha con toda vehemencia (y hasta violencia) porque los planes de su amo sean plenamente consumados, esta, por así decirlo, luchando por su propia esclavitud, lucha motivada por una mentira vilmente disfrazada de verdad. Libertad es en este sentido abolir la falsa esperanza de que alguien venga a dotar de contenido sustancial nuestra existencia, nadie, salvo usted mismo, puede proveer de sentido a su vida.
Finalmente quisiera terminar este breve escrito con las siguientes palabras: mientras sigamos rechazando ser dueños de nuestras voluntades, mientras no asumamos nuestra propia individualidad y todo lo que ello conlleva, mientras sigamos siendo ignorantes de nosotros podrán venir un millar de políticos de distintas tendencias ideológicas y nada cambiará, todo permanecerá igual, la invitación es, pues, a vencer esa bestia destructora que es el miedo y a someter al olvido toda superstición, solo así podemos ser libres para encontrar el sendero extraviado de la grandeza.
