Si buscamos en un diccionario existen muchas definiciones para la palabra respeto, aquí una que se ajusta mejor al tema a tratar: "Consideración de que algo es digno y debe ser tolerado".
En artículos o hasta en el mismo Internet encontramos un sinnúmero de páginas que hablan del respeto como un valor, que está estructurado por una serie de factores que influyen para que podamos llegar a entender a los demás. Este valor requiere que tengamos nuestra mente y nuestro corazón abiertos, para poder entender que los demás también tienen una serie de valores sociales, culturales y morales que nos diferencian de ellos y que nos demanda el respeto mutuo, valga la redundancia, para poder vivir en un estado de armonía y convivencia
Colombia atraviesa por un momento crucial, pues está en juego la construcción de un país diferente, en donde quepan todos los ciudadanos que conforman este país, enmarcados en el respeto por la diferencia y poder aceptar que existen diferentes credos, tanto religiosos como políticos, así como diversidad racial, étnica y sexual.
Este cambio requiere de una reeducación, vista como un 'cambio de chip' en nuestros cerebros para reconciliarnos con el prójimo, que parte desde las más altas esferas del Estado, para que puedan tener un diálogo sensato, coherente y sobre todo respetuoso, hasta reconciliarnos con el vecino o con el compañero de trabajo con el que tuvimos una diferencia.
Dado lo anterior, considero que los colombianos merecemos respeto por parte de los dirigentes, quienes deberían dar ejemplo por ser figuras públicas, pero estos no están a la altura del trascendental momento que vive el país. Intereses económicos yacen tras de las principales diferencias por los Acuerdo de la Habana, que puso fin a las FARC como grupo armado al margen de la ley, estos intereses económicos despiertan lo mas bajo y vil del ser humano, lo que lo lleva a pasar por encima de cualquier persona, con tal de conseguir lo que se quiere.
Se requiere que surja una figura que nos una como nación, que tenga la capacidad de liderar al pueblo hacia una Colombia en paz y con justicia social.
Cuando los dirigentes pierden la vergüenza, el pueblo pierde el respeto por ellos y por eso se necesita alguien que tenga la entereza para afrontar los problemas con calma y serenamente, sin caer en el juego de palabras que no solo irrespetan a su contradictor, sino a todos los colombianos que tenemos que presenciar un espectáculo bochornoso, digno de una plaza de mercado.
Episodios como los vividos recientemente entre un expresidente y un periodista de reconocido recorrido profesional, nos lleva a preguntar si la educación está cumpliendo su función formadora, no de enseñar conocimientos en Matemáticas y Ciencias Naturales, sino de inculcar y fortalecer valores y principios a los menores, donde es importante la figura de la familia y la escuela como instituciones de control social.
Este tipo de episodios se repiten cada vez más, dejando en evidencia que nuestros dirigentes políticos y personajes públicos, no están a la altura de lo que se merece el pueblo colombiano, y representa un fracaso para la educación en el país, ya que esta no logra abrir espacios para la convivencia y el diálogo respetuoso.