Todavía no salimos del pasmo que nos produjeron las noticias, los recuerdos y las imágenes de los horrores vividos por millones de judíos en la Europa nazi, y como si esto fuera poco, hoy nos toca ser testigos de la más cruenta guerra de los últimos tiempos, el conflicto que se desarrolla desde hace más de 60 años en la “tierra prometida”. Hago remembranza del Holocausto judío para poder tener y dar referencias rigurosas sobre los antecedentes de este conflicto que muchos consideran, erróneamente, de carácter religioso, pero realmente va más allá. Mientras los nazis, comandados por Hitler, realizaban una campaña de exterminio y terror contra los judíos por las calles de Alemania y otras partes de Europa, andaban libres y por doquier los miembros de la Organización Sionista Mundial (OSM), compuesta por una elite judía, que desde 1897 buscaba la fundación del Estado de Israel.
La OSM necesitaba de un contingente de judíos que volviera a su territorio ancestral para poder constituir así un Estado; su delirio del Estado-nación la llevaría a convertirse en cómplice de los antisemitas que implantaron una cacería de brujas, no solo con el objetivo de aniquilar al pueblo judío, sino también para obligar a una gran cantidad a retornar a su patria. Muestra de esta complicidad es la frase del padre del sionismo Theodor Herzl “Los antisemitas serán nuestros más confiables amigos y los países antisemitas nuestros aliados”. Para que no quede duda de la relación intrínseca entre el sionismo y el nacionalsocialismo vale la pena recordar aquella curiosa medalla de dos caras; una con la esvástica y otra con la estrella de David que portaba aquel miembro de la SS, (organización criminal encargada del mantenimiento y funcionamiento de los campos de concentración).
Dicha medalla se la ofrecieron al experto de la SS para asuntos judíos con el propósito de conmemorar su viaje a Palestina en 1934, viaje que emprendió con el objetivo de conocer el proceso de las colonias judías que se habían conformado tras el retorno de varios judíos, gracias al Acuerdo de Haavara, firmado por el gobierno de Hitler y los sionistas, para ayudar a facilitar la emigración de los judíos a Palestina.
Poco a poco la esperanza del pueblo judío se fue diluyendo en las pretensiones del chovinismo racista que a ultranza los sionistas instauraron para apoderarse de casi todo el territorio palestino, el crimen contra la humanidad que ejecutaron los nazis se convirtió en justificación de los sionistas para constituir el Estado-nación de Israel a costa del exterminio del pueblo palestino y es así, como desde el retorno de los judíos, Israel viene perpetuando otro crimen contra la humanidad.
La actuación del estado de Israel hace sentir vergüenza a muchos judíos que salen a la calles de Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades para exigirle a sus mandatarios que cesen el exterminio contra un pueblo, que como ellos merece dignidad y respeto. Nunca se imaginó el pueblo judío que después de ser perseguido por los nazis bajo su ideología de la raza suprema ellos también se convertirían en perseguidores de un pueblo adulando también la supremacía de su raza.
Vergüenza sienten muchos judíos y rabia sentimos los pueblos del mundo al ver derrumbado un pueblo y, debajo de sus escombros, tantos huesos de niños, mujeres y hombres, y nos preguntamos cuándo se acabará esta carnicería humana que deja en cada ofensiva israelí millares de muertos. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue su vida como si nada estuviera pasando; también habrá que sentarla, entonces, en el banquillo de los acusados el día en que el pueblo palestino pueda ir a los tribunales internacionales para juzgar a los culpables. Porque también es culpable quien no quiere ver, quien no quiere escuchar, pero sobre todo, quien teniendo la posibilidad de manifestarse ante la cantidad de masacres, sigue como si nada en su oficina y en su casa.
¡Larga vida a Palestina, solidaridad aquí y ahora!