En esta semana la embajada francesa apoyó a la Fundación Corazón Verde en la presentación y venta de las esculturas de Pedro Ruiz, que son un nuevo lenguaje para su bello universo. Él siempre multifacético y solidario, recreó sus personajes desplazados en tres dimensiones y en escala moderada para apoyar la causa de los policías. Su mirada crítica se solidifica, siguen los metales en el camino de su producción, mientras pasa del oro al bronce. En esta experiencia, el artista se zambulló en toda una nueva concepción del mundo de la creación y salió adelante con el mismo orden, con la misma concepción de la figuración, con la misma severidad en sus conceptos. Como en sus pinturas, las esculturas llevan su mundo imaginario en la cabeza para no olvidar su historia de vida que, es completamente injusta como víctimas de la guerra.
La Galería Casas Riegner en Bogotá se presenta desde el 23 abril hasta el 5 de junio una colectiva de jóvenes artistas con el título de El cosmos interior. Cada uno de ellos realiza trabajos que, más que obras terminadas parecen ejercicios para trabajos de grado y lo peor, más que reflexiones personales se trata de la manipulación de elementos donde las obras se delatan: tienen el afán de la moda y la actualidad. En el arte joven aparecen muchas coincidencias. Se revisan siempre las mismas tendencias porque reciben una enseñanza universitaria donde la creación queda entre puntos suspensivos y vacíos electromagnéticos. En estas nuevas formas de expresión existen grandes aciertos pero también efímeras coincidencias que no tienen alternativas de salidas.
A la manera del maravilloso antioqueño José Antonio Suárez, los dibujitos en libretas son parte de la historia de César González (Bogotá, 1986). El mundo es de una delicadeza íntima y frágil más cuando se trata de un montaje de papelitos sueltos sostenidos por alfileres. Una figuración delicada que según sus títulos va desde la Luz de las ballenas hasta el Sistema solar en carretilla. Mundos llenos de fantasía infantil.
María Isabel Arango (Medellín, 1979) trabaja el tema de la memoria mientras acumula rollos. Trabajo árido muy poco atractivo, repetitivo y aburrido para representar en las distintas superficies de un pedazo de rollo, todas las contradicciones de los momentos que han quedado acumulados en los recuerdos y el olvido. La mesa con los rollos parece más el lugar de un almacén dónde se empacan los regalos. Mala elección de materiales para un tema humano.
Alicia Garavito (Bogotá, 1982) construye objetos con papeles, telas y bisutería. Objetos intervenidos donde altera la apariencia de las cosas del mundo. Un venado queda adornado de fiesta, el tigre chino queda trasformado en su papel de fondo, la prótesis de un niño rico está acompañada de una sillita con cojín señorero, un pie mutilado está adornado con encajes. Son objetos femeninos que tienen un agudo sentido de la crueldad.
En el otro lado de la galería, que continúa con su línea de ultra vanguardia minimalista encontramos los desechos de las demoliciones de Luis Roldán con su exposición Presión y flujo. El mundo interesante de los dibujos en cintas cambió de rumbo mientras en Bogotá derrumban edificios para volvernos una ciudad vertical. Una estantería llena de hierros oxidados no me parece una obra construida sino un encuentro casual, un pasillo en madera intervenido es simplemente eso: un pasillo viejo en la mitad, el piso del estudio de un pintor es la biografía que muestra lo irrelevante de una pintura que es lo inadvertido que queda salpicado en el olvido de un recorrido. Los materiales de la “deconstrucción” son sus argumentos. Muy actuales por la transformación urbana. Interesante una serie de palitos que une para crear una línea totémica de la basura recogida y armada con sensibilidad.