Los saqueos han comenzado en Bogotá, ayer se registraron en Bosa, San Cristóbal y el centro de Bogotá, pero también en Jamundí-Valle del Cauca y en Santa Marta. Esto es un fiel reflejo de la desigualdad social en la que vivimos en todo el país y lo peor del caso es que estos saqueos tienden a crecer tal y como crecerá la cifra de los infectados por el Covid-19. ¿Será que por fin el gobierno nacional y local se entera que no se puede gobernar solo para las élites y la clase media que aplaude conmovida desde los balcones de sus apartamentos pero que no renuncia a sus privilegios? mientras abajo en la calle, al otro lado del río, hay un ejército de personas desesperadas tales como vendedores ambulantes que se han quedado sin clientela, gente que simplemente no tiene comida para la cuarentena ni dinero para el pago o en el peor no tienen servicios públicos en los respectivos inquilinatos y otros/as mas no tiene hogar para cumplir con la medida de confinamiento.
¿Para cuándo la clase media alta va a entender que más que felicitaciones y aplausos, los médicos y colombianos en general necesitamos condiciones laborales dignas y un sistema de salud totalmente público, eficaz y humano? Y, disculpen señores/as me temo que eso no se consigue con aplausos o videos llorosos desde la comodidad de nuestra casa ubicada en un buen conjunto residencial escondida de la realidad de las mayorías. Eso se consigue votando bien, propendiendo por un Estado Social de Derecho real e inexistente en Colombia. Lo demás es lavarse la conciencia en tiempos de crisis o por lo menos equivale a una ética contradictoria. Por ejemplo, mucho pudieron hacer hoy exministros de salud y exfuncionarios públicos que ahora nos piden seguir el imperativo ético que no pudieron seguir ellos mismos cuando tenían el poder de decisión en sus manos, claman: “Anteponer el bien colectivo al interés particular”. Y ahí están ahora desde las ventanas de sus lujosos apartamentos aplaudiendo a esos que en otra época ninguneaban tales como los recolectores de basura, humildes trabajadores que les permiten seguir viviendo cómodamente en sus conjuntos residenciales llevándose a sus espaldas el rastro del consumismo desmedido que estos hoy aclamados “héroes” jamás tendrán en su mesa.
En sus conjuntos residenciales alguien se ha preguntado ¿qué está pasando con los desplazados en las capitales de los departamentos? ¿Qué medidas se están previendo para esta población y sus familias que pernoctan en nuestras calles? Una población inerme, muchas veces indígenas desplazados/as, desarraigados/as de sus territorios. A diferencia de la clase media alta, estas personas por supuesto, conocen muy bien lo que significa el confinamiento, pues han tenido que sobrellevarlo en medio del conflicto armado. No obstante, hoy no tienen ni siquiera donde confinarse, están fuera de su territorio en medio de la indiferencia y hostilidad citadina, “gente de bien” que se cree con una superioridad ética para de la misma forma en que aplauden a los médicos por salvar sus vidas y a esos chicos pobres que sumisamente llevan su basura, también aplauden la masacre de seres humanos que han demonizado como delincuentes. Seguro ellos nunca caerán tan bajo-, más cuando los acompaña un “buen apellido” y buenos contactos en la justicia.
Señores de bien, la población desplazada junto a la carcelaria representa una de las más vulnerables en medio del estado de cosas inconstitucionales declarado por la Corte Constitucional en 1997. Los presos colombianos viven en una situación de vulneración continua de todos sus derechos, aunque legalmente el único derecho restringido sea el de la libertad. Frente al hacinamiento y las condiciones sanitarias precarias en todas las cárceles del país, ¿No es apenas lógico que ante la amenaza de contagio del Covid-19, se desarrolle en las cárceles colombianas una justa protesta para que el Estado les garantice unas mínimas condiciones dignas de reclusión? No obstante la única respuesta según denuncian sus familiares ha sido una masacre. ¿Será esa la única respuesta que tiene el Estado frente a las poblaciones más vulnerables? ¿Será que por fin aceptamos que del “estado de cosas inconstitucionales” hemos pasado al permanente Estado inconstitucional?
Y en ese sentido señores y señoras de la clase media alta, queridos/as gentes de bien ¿no será que por fin aceptamos que si bien tenemos “Instituciones fuertes” estas se encuentran de espaldas a la mayoría de la población colombiana? ¿No será que, de los aplausos efusivos, de los videos conmovedores musicalizados y las lágrimas desesperadas, pasamos en la práctica a ceder un poco los privilegios que nos escinden del resto de la sociedad? Sin duda es más cómodo promover los aplausos que redistribuir la riqueza!