En estos días de enfrentamientos sin sentido, de ese desborde de ansiedad, angustia, temor, odio y hasta paranoia electoral, resulta interesante tratar de apartarse de ese enfrascamiento existencial, de la mano de las enseñanzas de un gran maestro.
Siddartha Gautama reflexionó sobre que la mente actúa de forma similar al agua. Si está en reposo permite apreciar nítida mente el reflejo de su entorno, pero de agitarse, difícilmente podrán apreciarse formas con claridad. Las mejores decisiones entonces,deben tomarse con serenidad, libre de agitaciones emocionales.
De otro lado también el Buda nos legó su gran sabiduría del desapego. Solo cuando no se siente dependencia a un objeto, cargo, lujos y ego, se alcanzará la verdadera felicidad. Entonces la mejor forma de tomar decisiones sabias, como a la hora de ejercer el voto, es dejando a un lado ese exclusivo interés particular, ese apego a ese puesto de trabajo en el que tal vez lo único que devenga es un salario pero que no le hace feliz e inclusive le restringe al máximo la posibilidad de compartir con sus seres queridos o desarrollar ese oficio o profesión que si le apasiona.
También pensar en evitar una ganancia adicional a la que realmente tiene derecho, a ese cargo para el que no está capacitado, pero que lo pretende sólo con ese ánimo desmedido de figurar y acumular riquezas, porque cuando se obtiene algo que no merece se lo está quitando a alguien que si.
Es necesario también abandonar esa búsqueda frenética de querer acumular y acumular orgullo, reconocimiento, bienes, contactos empresariales y mercantiles, etc., para tomar una decisión que le traiga beneficios pero que al mismo tiempo beneficie a los demás. Es preciso aclarar que no se trata de no tener bienes, ni trabajo, ni obligaciones, pues el Buda también siempre precisaba que todo es necesario por el sendero medio y como dicen los abuelos, en su justa medida.
Pero ese abandono de vender los ideales por dinero, bienes superfluos y sobre todo por un estatus social hegemónico, permite que se tome una decisión que facilite que todos y todas ganen, que todos y todas sumen y que todos y todas se auto gobiernen.
También es preciso tomar esa decisión del voto con serenidad, sin odios, revanchismos, sin ánimo de querer demostrarle al otro que tenía la razón, en todo caso, sin emociones agitadas.
Con serenidad se decide con racionalidad, con objetividad, sin sesgos ni subjetividades y lo más importante, con autonomía. Lo que a la postre le generará grandes beneficios, inclusive de esos bienes tan anhelados en esta sociedad consumista, pero no solo para sí mismo, sino para todos y todas.