Del 12M en el Puente de la Madre Laura

Del 12M en el Puente de la Madre Laura

El paro nacional sigue siendo noticia en el país. Un relato desde Medellín

Por: BLANCA ROSA POLO LOAIZA
mayo 20, 2021
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Del 12M en el Puente de la Madre Laura
Foto: Guardianes de Antioquia

De repente se escuchó un fuerte estruendo. Hay quienes cayeron inconscientes sobre el suelo. Otros quedaron con un fuerte ruido retumbando en sus oídos. Algunos logran observar el panorama sin entender el momento, ni lo que está pasando. Hay personas gritando, piden auxilio. Alrededor hay algunos heridos. De otros no se sabe el estado. Al parecer no hay signos vitales en algunas personas, aparentemente heridas. En medio de la conmoción cada quien busca la manera de ponerse a salvo con quienes están a su alrededor. De nuevo, suenan artefactos que estallan mientras caen sobre el suelo y chocan con algunas personas. Alrededor hay grandes nubes de humo que asfixian y dejan inconscientes a otros. Es el efecto de los gases lacrimógenos que están lanzando los antiprotestas. Quienes indiscriminadamente vierten todo cuanto tienen a la mano sobre las personas para dispersarlas, ahuyentarlas y acabar con el desorden público que vienen generando desde hace algunos días y que,¡por su culpa!, el país se encuentra, literalmente, parado; Los trabajadores no van a las empresas, los bomberos no apagan incendios, los maestros no dan clases y los campesinos abandonan los campos: todos decidieron salir a las calles.

Mientras los persigue el miedo y la zozobra, los invade el silencio. Algunos se escondieron, otros se han alejado. Y en medio del tumulto de personas que yace sobre el suelo ensangrentado, acaban de levantarse algunas personas buscando rostros familiares o de amigos para continuar su camino. Allí está Wilson, busca desesperadamente a su amigo José. En su rostro logran observarse escasas lágrimas y lo demás son fuertes y pronunciados rastros de las explosiones que se dieron cerca de Wilson y de otros que cayeron sobre él. Su rostro está tiznado y tiene rastros de sangre del impacto. Aunque el impacto ha sido fuerte, rápidamente trata de sobreponerse pensando que quizá su amigo lo está buscando y que, en algún momento, aparecerá. Pasan los minutos y aunque lo llama con fuertes gritos, no responde. Su miedo se incrementa y se agudiza, José no da respuesta alguna.

Wilson y José son dos jóvenes de 20 y 18 años. Wilson es el mayor y con quien José compartió toda su infancia hasta el triste suceso que acaba de separarlos. José apenas está en grado 11, vive en una vereda de San Rafael, Antioquia. Desde muy pequeño, José se había preguntado sobre las causas de la violencia y la injusticia en su país. En casa, su mamá intentaba explicarle, con la ayuda de sus abuelos, que eran espectadores bien instruidos, no en saber las causas, pero sí en vivir en carne propia las injusticias y las consecuencias de la violencia. En la escuela empezó a participar activamente de las asambleas organizadas por los mismos estudiantes. Quienes al darse cuenta de los nuevos cambios que tendría el país por culpa de la pandemia y, como consecuencia del desequilibrio económico, decidieron sumarse a una de las marchas que se estaban organizando y realizando en diferentes ciudades del país.

Así fue como José decidió ponerse de acuerdo con Wilson para asistir a una de las marchas que se harían en la ciudad de Medellín. Acordaron salir a las cinco de la mañana para llegar a tiempo al punto cero, que era uno de los lugares estratégicos donde iniciaría una de las marchas para hacer un recorrido pacífico. Puso a su mamá y a sus abuelos al tanto de la situación para que entendieran y no se preocuparan, pues una de las cosas que les aclaró es que las marchas son un derecho constitucional y que en este país no se alteran las marchas y las autoridades siempre están prestas a proteger al ciudadano. Su viaje duró 3 horas y media. El bus salió con una velocidad más o menos aceptable. Llegaron a la terminal del norte y desde allí caminaron unos minutos hacia el Puente de la Madre Laura, que quedaba más cercano que el punto cero. Rápidamente se incorporaron a la marcha.

Wilson y José estaban maravillados de cada uno de los acontecimientos que se estaban dando durante el recorrido. Lo primero que los impactó, sobre todo a José, fue la cantidad de gente que, en un santiamén, tenía uno de los costados del Puente de la Madre Laura completamente repleto. Cada quien con su buen tapabocas y fracasando en el distanciamiento individual. El sol se hizo notar en la inmediatez, tanto fue que quienes no llevaron gorra, sombrero o cachucha, sufrieron las inclemencias del buen astro. Esto generó gran emoción en José, la piel se le puso como la de gallina del sentimiento que despertó en él. Pensaba que no se había equivocado al salir a apoyar a su gente.

Más maravillado aún observaba y escuchaba atentamente, los bailes, las piruetas y malabares de algunos artistas, las bellas voces que sonaban al unísono articulando las notas musicales del himno nacional, el himno antioqueño y luego la música colombiana. Mejor dicho, esta marcha parecía un carnaval o una fiesta en la que había sido invitado y donde eran muchos los anfitriones. Otros repartían gaseosa, agua, dulces, gomitas, frutas, pasabocas de cuajada con bocadillo. Sentía que había una gran familiaridad entre las personas, no veía posiciones ideológicas, ni quien intentara convencerlo de algo contrario a lo que él pensara. Y eso lo tenía fascinado, saber que por primera vez caminaba con extraños que lo acogían y con quienes se sentía en hermandad. En un extremo, escuchaba cómo a través de los megáfonos explicaban en qué consistía la reforma tributaria, la reforma a la salud y a la pensión. Y de manera irónica hablaban de los mil ochocientos pesos que costaba una docena de huevos. A la vez que hacían chistes y entonaban canciones y trovas que ambientaban mejor la ironía y el sarcasmo. En otro costado del puente, lograba observar y escuchar, mientras avanzaba en la marcha, la parodia de la canción dedicada al maltrato a la mujer. Esta vez estaba enfocada al maltrato ejercido por parte del gobierno de turno y al abuso que sentían los manifestantes. Y así, más allá y aún más allá, se escuchaban notas cortas que terminaban en chao, chao, en boca de los marchantes para referirse al gobierno del momento y a las diferentes reformas que se anunciaban amenazantes.

Pero mientras descendían en el puente, le causaba gran extrañeza y maravilla a la vez observar todo ese aglomerado de gente sobre el puente y cómo este en su forma serpenteada cobraba vida, con toda la vitalidad de los jóvenes, pero también de gente adulta, ancianos con sus humildes atuendos y banderas de la patria y de las ciudades. Todo era conmoción, la alegría que se vivía en la marcha, era la de una gran fiesta en la que cada una de las individualidades tenía voz y se expresaba de la manera en que lo sabía hacer. El puente y el tumulto de gente parecía una serpiente muy lenta al desplazarse, pues la gente daba la apariencia de pequeñas hormigas que lentamente se paseaban al unísono de las voces, los cantos, los bailes y las exhortaciones que se hacían para continuar en la marcha. Así transcurrieron minutos. Los del Bonice, las bebidas, los tamales y los chicles no se hicieron esperar; cada uno en su forma particular con sus recipientes y carritos sobre los que llevaban sus productos tenían la apariencia de carnaval y a la vez hacían lo que todos: sobrevivir.

El sol, la lluvia y el cansancio nunca fueron obstáculo para continuar su trayecto. José se sentía en casa, a pesar de ser de una vereda. Sentía que allí no se representaban barrios, lugares, estratos, géneros y orientación sexual, entre otros. Le asombró de gran manera ver la tolerancia y el respeto de las personas por las manifestaciones artísticas de personas trans que representaron hermosas coreografías en las que sensibilizaban sobre el respeto y valor por la diferencia a la vez que hacían su protesta.

Pasaron en fiesta hasta que llegaron y permanecieron un buen rato en uno de los puntos de concentración. La fiesta continuaba, la gente se emocionaba más y sus voces cobraban mayor fuerza haciendo con las diferentes manifestaciones artísticas su marcha y su protesta pacífica. De repente, se observa una especie de tensión entre los manifestantes, alguien se encuentra en la marcha en una actitud diferente a la protesta pacífica. Está encapuchado, viste de civil y aunque su rostro no es visible, denota cierta juventud y fuerza por sus rasgos físicos y su musculatura pronunciada. A simple vista es una persona que ha pasado por algún tipo de entrenamiento físico. Lleva un bate de béisbol y algunos artefactos con gran cuidado para que no exploten en sus manos. Rápidamente se acercan a él otras personas que salen en fila india y de manera apresurada; se incorporaron en la marcha intentando ingresar a la primera línea, donde se encuentran los muchachos que están siempre preparados para resistir los golpes y demás ataques que intenten contra los marchantes.

Ellos, los de la primera línea, parecen actores y actrices de teatro, se percibe por los atuendos y demás herramientas y maquinaria de la que disponen para protegerse. A veces dan la impresión de pequeños quijotes que se encuentran inmersos en batallas de caballerías, donde ellos ven gigantes, en lugar de molinos de viento. Pero su realidad es otra. No están armados, llevan cartones, varias prendas para resistir los golpes o cualquier otra situación que se presente. En sus ligeros bolsos llevan lo indispensable, como gasas, agua y leche, entre otras. Mientras los encapuchados se acercan a la Primera Línea, más adelante, se encuentran las autoridades prestas a proteger a los protestantes, pero también preparados para la orden en caso de cualquier imprevisto. Al fin sobrepasan a la primera línea. Suena el primer estruendo. Muchos cayeron en la inmediatez. Otros se dispersaron. Nuevamente un estruendo mayor. José no entiende cómo lo que fue desde el principio una fiesta, llegó a este momento. De repente un nuevo y fuerte estruendo lo deja caer sobre el suelo, quedando al instante sin conocimiento. Algo logró darle en su cabeza.

* Nota. Este relato es producto del seguimiento  a las marchas. Los personajes son ficticios, así como algunos acontecimientos.

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