Qué bien que la directora del ICBF, Cristina Plazas, saliera a rechazar de manera contundente el “concurso de tanguitas” en Barbosa, en el cual las participantes debían ser niñas, entre 6 y 11 años. Ojalá este sea el fin de este afán de acabar con el período de la vida que debía ser el más feliz de todo ser humano, que desafortunadamente gracias a la desigualdad que impera no es una realidad para millones de niños y niñas en este país y en el mundo. Este evento es la punta del iceberg de lo que está sucediendo con los niños y particularmente con las niñas en la sociedad actual. Pero más aún, refleja el machismo colombiano.
Todo se ha dicho en distintos medios de comunicación pero es fundamental profundizar en el mensaje que está detrás de eventos de esta naturaleza y sobre todo, —quizá más importante— analizar las reacciones que se han dado hasta de los padres de las participantes ante la censura nacional sobre el evento. Sin temor se puede concluir que en Colombia sigue predominando la división sexual del trabajo en la cual el hombre es el proveedor y la mujer la cuidadora. Y a esto se agrega la cultura mafiosa que ha reforzado aún más el rol de la mujer simplemente como un objeto sexual. La combinación de todos estos elementos termina en el “concurso de tanguitas”.
Más que reiterar lo dicho, lo que si queda en evidencia es la poca valoración que sigue teniendo la mujer en Colombia, así salgan cifras de su gran representación en cargos directivos como afirma la OIT. Estas cifras que deben ser ciertas demuestran una profunda desigualdad femenina, mayor probablemente que la ya vergonzosa que registra el país para toda la población. Mientras las mujeres de la élite —con algunas excepciones— pueden llegar a altas posiciones en el mercado de trabajo remunerado, millones de mujeres en el país siguen bajo la sumisión de los valores patriarcales. Claro que es una verdad de a puño que no existe equidad de género en ningún país del mundo, pero si se mira el discurso, la movilización que se ha dado en Colombia para avanzar en la situación de la mujer, lo que se puede concluir es el poco éxito que se ha logrado.
Es muy frustrante comprobar que décadas de esfuerzos colectivos para posicionar a la mujer colombiana donde debe estar, no logran cambiarles el discurso hasta a aquellos que se dicen no machistas. Las mujeres, ni en Colombia ni en el mundo, debemos ser consideradas como minoría sencillamente porque somos mayoría, 51 % en Colombia. Este no es un simple lapsus sino que refleja la forma como nos siguen viendo los hombres de este país: un grupo marginal que si acaso necesita caridad, que nos traten bien, pero nunca como iguales ante la ley con todos los derechos de los que gozan los hombres. Como agentes de desarrollo y no simplemente como cuerpos disponibles para complacer a los reyes del universo. Más grave aún, es que muchas mujeres siguen defendiendo esta mirada hacia nosotras, algunas por comodidad para que las sostengan y otras por físico miedo.
La lectura real de lo que ha sucedido es muy grave y para empezar se debe lanzar una campaña para que se les dejen ser niños y sobre todo niñas a esta población que debería disfrutar el periodo más feliz de sus vidas. Que se les respeten sus derechos y que se les prepare para la difícil época de ser adultos pero que no se les quite esa etapa aprobando comportamientos para los cuales, como lo han mencionado muchos, no están preparadas y puede hacerles un daño irreparable. Siga adelante señora directora del ICBF, y saque del Instituto a todo funcionario que apoye esta visión retardataria sobre los niños y las niñas y las mujeres en particular. Si la entidad que debe velar por la niñez tiene personal con estas ideas retardatarias, ¿que podemos esperar de las demás?
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