Dejen trabajar: atentamente, los corruptos
Opinión

Dejen trabajar: atentamente, los corruptos

Los políticos han descubierto que los corruptos son el verdadero poder

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febrero 15, 2016
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La corrupción unida a la Ilegalidad, constituyen la segunda más grave enfermedad que padece la sociedad colombiana hoy. La primera es la tolerancia, el desdén y la complicidad del Estado frente a la corrupción. Su incapacidad y desidia para enfrentar los poderes mafiosos que están detrás.

La corrupción atraviesa la sociedad colombiana, un poder altamente organizado y extendido que ha terminado por arrastrar a millones de colombianos que participan en múltiples empresas y actividades que van desde las ventas callejeras hasta la construcción de grandes refinerías, pasando por productores de caña azúcar, pañales o fármacos que de manera licenciosa pactan precios y jugosas ganancias. “Unas roscas de empresarios, que se conocían de hacía tiempos, que eran amigos a pesar de competir y que habían estudiado en las mismas universidades, terminaron amangualándose para complotar contra la gente”. Los pobres que viven del rebusque y en la informalidad reciben migajas para sobrevivir, mientras las empresas corruptas e ilegales acrecientan su poder.

El sistema de crédito “gota a gota”, por ejemplo, tiene detrás un poder coercitivo que se ejerce sobre los pobres que se retrasan en la cuota que diariamente deben pagar. Los usuarios de este “banco de los pobres” son víctimas no solo de intereses usureros del 20 %, sino también de palizas que sirven de escarmiento. Si el sistema de cobro está muy “colgado”, no tienen ningún empacho en matar al deudor y procurar que la clientela se entere por qué fue.

El microtráfico dejo de ser una actividad de jíbaros de barrio, para convertirse en una red altamente organizada, dirigida por bandas criminales que cuentan con la complicidad de policías y oficiales.

El despojo violento y la concentración de tierras se han realizado con el apoyo de notarios y registradores, que luego de ser legalizadas terminan en manos de prestigiosas empresas o “ilustres magistrados”.

De China llegan millones de toneladas de mercancías que son distribuidas en comercios informales, en calles y carreras de pueblos y ciudades, en pequeños y grandes locales, en tenderetes, en esquinas y semáforos. Una poderosa red de distribución facilita esta labor ilegal hoy ampliamente extendida a los ojos de todos.

El espacio público ha sido privatizado y controlado para las ventas informales. Con rigor de recaudador de impuestos se tazan las tarifas que deben pagar diariamente los usufructuarios de la calle. Se les garantiza que la policía no intervendrá o si aparece es un acto de simulación que no pasará a mayores.

Cuando son sorprendidos el escándalo no es por la cifra robada
y los métodos corruptos utilizados,
sino por la prestancia y riqueza de las familias a las cuales pertenecen

Empresas dirigidas por avispados profesionales se dedican licitar obras públicas y lo que sea, con el propósito de esquilmar al Estado mediante licitaciones amañadas o el expediente de ofrecer un precio muy barato, el cual van “cuadrando” por el camino hasta lograr su deliberado plan. “Los implicados son personas con los mejores estudios y posgrados. Entonces aterra que esa gente, que debería liderar el país y tiene la capacidad para construir país, se aproveche de millones de colombianos”. Cuando son sorprendidos el escándalo no es por la cifra robada y los métodos corruptos utilizados, sino por la prestancia y riqueza de las familias a las cuales pertenecen.

“Las organizaciones criminales en vez de achicarse se ha ampliado a una intensa labor de microtráfico en las ciudades, a grandes operaciones de minería ilegal, contrabando, extorsión, trata de personas y diversificación del lavado de activos e inversión en negocios legales. Han dejado atrás organizaciones verticales de alcance nacional y funcionan en redes, con pactos y confrontaciones aquí y allá, aferradas a mercados locales y a transacciones con empresarios, políticos y miembros de la fuerza pública en las regiones, pero vinculados también a enlaces transnacionales”. León Valencia.

Todos viven de transgredir la ley y transitar los atajos de la ilegalidad. Sin saberlo, son neoliberales a su manera: grandes beneficiarios de un Estado mínimo, sordo, ciego y mudo que permite que los negocios prosperen, que los pobres tengan un empleo informal. Corruptos, informales e ilegales todos a una tienen una consigna: ¡¡¡Dejen trabajar!!!

Los políticos han descubierto que los corruptos son el verdadero poder. Por eso ya no necesitan ganar el respaldo ciudadano. Saben que los grupos mafiosos a través de sus redes ejercen un poder sobre miles de ciudadanos a los cuales es fácil movilizar para la empresa de elegir un senador o un alcalde. Es una sociedad de mutuo beneficio. Antonio Caballero lo ha resumido con gran tino: Los políticos colombianos son tan hábiles que han logrado corromper a la mafia.

La corrupción, esa gran seductora de miles de colombianos, pervive y se fortalece porqué se ha convertido en simple escándalo, en algarabía de medios y ocasión para el pantallazo de fiscales y procuradores mesiánicos, en lugar común, en pan de cada día, en noticia olvidada, en expediente acumulado, en impotencia manifiesta. Por eso no es extraño que los propios corruptos y sus cómplices en el Estado se hayan unido al coro y sínicamente proclamen: ¡¡¡la corrupción está desbordada!!!

ADENDO: “Ser avispado tiene una connotación positiva cuando se le asocia con palabras como astuto, hábil, despierto, recursivo y vivo. De hecho, esas son cualidades que han permitido a más de cuatro millones de colombianos sobrevivir en las difíciles condiciones del inmigrante. Pero cuando esas cualidades se aplican para burlar los límites morales, para pasearse impunemente por el articulado penal, la connotación es otra”.

"El avispado tiene profunda confianza en sí mismo; por tanto, no requiere de preparación, dado que su astucia natural le permite salir triunfante en todas las situaciones. 'Solo sé que nada sé', repetía Sócrates con humildad. 'Yo me las sé todas', farfulla con arrogancia nuestro personaje. El avispado no prevé las situaciones, las resuelve en cada momento gracias a su viveza. Para el avispado, la mejor universidad es la calle y la vida. El avispado no cree en el esfuerzo, pues sabe cómo ganársela de ojo. El avispado no conversa, se come de cuento a la gente. Para el avispado, no hay mayor alegría que sacar ventaja en cada negocio y jactarse con suficiencia: 'yo no lo tumbé, él se cayó solo' ". Juan Luis Mejía, (El elogio al avispado y a la cultura de la ilegalidad) exdirector de la Biblioteca Nacional y exministro de Cultura.

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