Así somos los costeños y así era Diomedes: folclórico, divertido, sin tanta pendejada. Que prohíban el relajo porque dañan la estatua es lógico, pero que le quiten al pueblo la picardía, la diversión, no me parece justo. Diomedes no es Simón Bolívar y menos un prócer de la Patria al que hay que rendirle honras. A Diomedes se le debe honrar por su forma de ser y por todo aquello que odiaba: el postureo y la hipocresía de algunos que ahora salen a la palestra como dignos representantes de su legado.
Como dice el periodista Félix Carrillo Hinojosa, "dejen quieto a los seguidores de Diomedes, no me los espanten, porque la pasión y el amor hacia el cantor campesino, no es solo de costeños, es de toda Colombia y muchas partes del mundo, que sin conocerlo, se enamoraron de su apuesta musical. Tantas pasiones represadas produjo el cantautor, que muchas personas después de muerto se acercan a su tumba y a su estatua, y conversan con él; le expresan a su manera, sin ánimo de ofenderlo, ese cariño que nunca morirá".