“Doctor, ¿me prohíbe el café?” preguntan algunos pacientes. Quizás algunos lo hacen esperando una respuesta autoritaria para encontrar, en sus medias tardes íntimas, el intenso placer de lo prohibido al tomarse un tinto. Porque nos gustan desde nuestra infancia las órdenes perentorias para no cumplirlas. El tembloroso placer de cruzar una cerca prohibida no nos abandona nunca. Pero en cuanto al café no hay una cerca definitiva. A veces hemos leído que es bueno para la salud, otras veces que es malo.
En 1981 un famosísimo epidemiólogo Brian MacMahon, director de la Escuela de Salud Pública de Harvard, publicó un estudio que asociaba el beber café al temido cáncer de páncreas. El artículo causó un torbellino de comentarios a favor y contra en la prensa internacional. Los críticos señalaron en esa época la irresponsabilidad de diseminar, en países consumidores ricos, información científica que afectaba el precio de productos básicos del cual dependían millones de cultivadores y productores en países pobres. Sobre todo si los hallazgos eran provisionales y en el caso del estudio de MacMahon dudosos. Los expertos subrayaron que se había llegado a la conclusión sobre la peligrosidad del café solo con unos 300 pacientes de cáncer de páncreas y 600 controles sin cáncer. Los mismos investigadores originales no pudieron replicar los hallazgos años después y la publicación se convirtió en una de las alarmas falsas más célebres en la historia de la epidemiología.
Hoy entendemos la urgencia de publicar unos datos preliminares sobre una enfermedad muy temida: un cáncer que no hemos podido prevenir hasta ahora y con una alta tasa de mortalidad. El miedo nos hace aferrarnos a explicaciones insuficientes o erradas relacionadas con un componente de nuestra dieta, en este caso el café, que nos parece peligroso. El terror nos hace echarle la culpa de nuestros problemas a cualquier cosa que tengamos a mano. Pero errare humanum est.
El tema del café y la salud se siguió investigando durante los últimos treinta años para evitar esas falsas atribuciones de peligrosidad. El informe definitivo parece haber sido publicado en meses recientes en el Annual Review of Nutrition. El café no da cáncer. Contrariamente parece asociado a una disminución del riesgo de cáncer de mama, colon, endometrio y próstata. No sólo eso sino también está asociado a una disminución de la enfermedad cardiovascular, el Parkinson y la mortalidad global por distintas causas. Entonces beber café es saludable. Excepto, se dice en el artículo, para mujeres en embarazo quienes deben evitarlo por una asociación ligera a la pérdida del embarazo. Quizás porque los fetos humanos carecen de las enzimas necesarias para procesar la cafeína. Entonces es una bebida para adultos mayores que no estén en estado de buena esperanza.
Los buenos efectos se debena que los granos de café contienen
antioxidantes y antiinflamatorios
Sus buenos efectos se deben a que los granos de café contienen antioxidantes y antiinflamatorios, como el té y otras bebidas de origen vegetal. La cafeína y otras moléculas tienen un efecto específico en el metabolismo hepático como también de la insulina y glucosa. El efecto benéfico máximo parece estar alrededor de cuatro o cinco tazas al día (dos tazones tipo “mug”) Pero el café no es una panacea ni un medicamento, es simplemente una bebida humana saludable. ¿Por qué la culpamos en el pasado de tantas cosas?
Quizás tendemos a escoger un elemento de nuestra dieta como causa de enfermedades. Se nos olvida que la mayoría de nuestras patologías son multifactoriales y lo que comemos es un factor más entre muchos. Quizás deseamos que nuestros enemigos (la enfermedad, la muerte y otros) tengan una sola causa para eliminarla de nuestra vida y ser felices. No es así, la mayoría de nuestros sufrimientos y dolores son procesos complejos, crónicos, repetitivos, difíciles de erradicar. La felicidad y la salud no son cosa fácil. Y no es pesimismo sino realismo el reconocerlo.
En todo caso sería una excepción en medicina que una enfermedad se deba exclusivamente a la dieta. Y en cuanto al riesgo asociado a algunos alimentos en 2013 se publicó un artículo que demostraba que el 80 % de los ingredientes de cualquier libro de cocina habían sido asociados en alguna investigación a algún tipo de cáncer. ¿Qué podemos hacer? Beba y coma con variedad y moderación. Somos animales omnívoros desde que fuimos monos superiores hace centenares de miles de años en nuestra evolución. Recuerde siempre la gran enseñanza de Paracelso: todo en la naturaleza es veneno, depende de la dosis.
Y para terminar con el café, que no merece por ahora más investigaciones costosas, una historia musical: Juan Sebastián Bach compuso en 1734-1735 una cantata o en realidad una breve ópera cómica conocida como la Cantata del Café (BWV 211) donde se canta en la primera aria “Y quien quiera complacerme, ¡ah! que me dé café”