En un país de camanduleros no hay nada peor que irrespetar al padre. Los papás, ungidos quién sabe dónde, son infalibles. Tienen derecho a maltratar, a juzgar, a condenar por el único mérito de haber mandado a la vida a quien no la quería. Nadie sabe qué pasó el jueves santo en la mañana en la casa de los papás de Freddy Guarín en Medellín. Sólo opinamos por lo que vemos en los videos. Los que juzgaban al jugador por lo gordo que estaba y por su ausencia en los últimos entrenamientos de Millonarios tuvieron el aderezo que les faltaba para condenarlo. Y lo único que vimos de Freddy fue su imponente figura siendo golpeada por la policía y la voz de los papás diciendo que se lo llevaran de la casa. Y con eso tuvimos para hacer una hoguera con él.
Guarín fue de esos jugadores inexplicablemente marginados en la Selección Colombia a pesar de sus logros. En Europa, donde sólo se triunfa a punta de disciplina y talento, Guarín fue, entre los años 2011 y 2016, uno de los mejores volantes. Pregúntenle a un hincha del Porto lo que significa el de Puerto Boyacá para ellos o a uno del Inter y recordarán su temible media distancia y la jerarquía que exhibió en partidos claves. Recuerden que un centro suyo a Falcao le dio al Porto una copa UEFA, que le marcó goles en clásicos contra el Milán y que fue vendido por un camionado de plata al fútbol chino donde también fue figura. El no haber sido figura de la selección le quitó importancia en un país que siempre se interesó más por los chismes que dejaba su amor tóxico con Sara Uribe que por sus gestas deportivas.
El penoso episodio en casa de sus papás despertó en millones de colombianos el arribismo barato de afirmar que Freddy Guarín es otro jugador despreciable sólo porque vino de abajo, del olvido de Puerto Boyacá y entonces sale el clasismo fácil de decir que no hay nada peor que un pobre con plata. A sus 34 años Guarín está sumido en una crisis personal como le puede suceder a cualquier muchacho de cualquier estrato, sin importar si es hijo de un presidente o de un embolador. ¿O es la primera vez que un hijo se pelea con sus papás? El confinamiento está sacando lo peor de todos nosotros y, al final ¿quiénes somos para juzgarlo? Al menos Guarín nunca se metió con narcos, ni lo detuvieron por disparar en las calles de Tuluá como tanto exjugador que hoy funge de inmaculado periodista.
A Guarín hay que dejarlo en paz. Hay cosas más importantes que su linchamiento en redes. La tercera oleada de coronavirus es una de ellas. Qué fácil es fungir como guardián de la moral, desgarrarse las vestiduras ante el maltrato de los padres, fingir que se es el mejor de los hijos cuando todo es una mentira. No Freddy, le diste mucho a este país como para enviarte a la hoguera, sobre todo cuando no sabemos ni qué fue lo que pasó. Va a ser difícil pero ojalá recibas la ayuda profesional que necesitas y puedas ejercer el derecho a tener una segunda oportunidad. A los 34 años apenas estás empezando a vivir.