Dejemos el romanticismo a un lado: el racismo es estructural en Cartagena de Indias

Dejemos el romanticismo a un lado: el racismo es estructural en Cartagena de Indias

Cartagena, asiento de dos reinados de belleza (uno nacional para la mujer blanca y otro para la mujer afrodescendiente de los barrios pobres de la misma ciudad)

Por: Arturo Rodríguez Bobb
agosto 23, 2023
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Dejemos el romanticismo a un lado: el racismo es estructural en Cartagena de Indias

La homogeneización cultural y racial en Cartagena. (Del contenido del libro: "Racismo estructural y sistémico en Cartagena de Indias. Debate en la relación: exclusión e inclusión racial).

Siempre ha existido un gran romanticismo alrededor de Cartagena. A menudo se insiste en la fascinación que la ciudad histórica ejerce. Sí, la ciudad bañada por la inmensidad del Océano Atlántico, por las oleadas de calor tropical; la ciudad en estado de alerta por los ruidos callejeros; la ciudad sembrada de pomposas simetrías arquitéctonicas (como el Centro de Convenciones), de iglesias enormes, antiguas (la religión católica convertida en efecto especial y oficial: asombrosa obsesión puritana bajo tal calor, en pleno corazón del Caribe colombiano); sin embargo, por las calles de los barrios, el ejército evangélico avanza en la búsqueda de nuevos seguidores. Cartagena, Patrimonio de la Humanidad (Declaración hecha en 1984 por la UNESCO); Cartagena, asiento de dos reinados de belleza (uno nacional para la mujer blanca y otro para la mujer afrodescendiente de los barrios pobres de la misma ciudad); Cartagena, escenario de festivales de cine, de importantes foros internacionales.

Cartagena, poseedora de un gigantesco reloj antiquísimo que canta sobre el conjunto de la zona vieja de la ciudad. Más allá... la Gran Muralla, la serpiente de cemento. Uno se admira ante el fulgor e imponencia de esta construcción. Sí, Cartagena es la fascinación de una monumentalidad colonial. En este gigantesco cúmulo de signos, estalla la presencia mágica de la y del afrodescendiente. Quizá precisamente por su natural magia, esos perfiles ofrecen la idea de lo que es una presencia negra (en el sentido de identidad colectiva).

La historia de la y del afrodescendiente como presencia es consciencia en la infinidad de la ciudad, hunde sus raíces en el suelo. Aunque haya estado siempre activa, se ha encontrado siempre neutralizada, reducida por un gesto que consiste en darle una marginalidad, en relacionarla a un punto de ausencia, a un origen remoto del centro de la estructura de poder. Esta presencia permanece prohibida. Los sujetos afrodescendientes tienen la necesidad de ser aquello, presencia, en lo más Alto de la estructura de mando social. No obstante, el color de su piel se constituye en huella de lo impresentable, el deseo para que todo sea occidental por parte de quienes determinan el poder intenta siempre borrarlos.

La presencia de la y del afrodescendiente en la sociedad cartagenera es, sin embargo, esa huella que marca y relanza gran parte el sistema social. Lo que niega la clase dominante amestizada es tal vez eso: el deseo de sí mismo. Se ha pensado pues siempre que el centro, que por definición es único, constituye una estructura, aquello mismo que, comandando la estructura, escapa a la presencia africana.

Por eso, para una idea clásica, la presencia africana puede ser dicha así: paradójicamente está en la estructura y fuera de ella. Pese a que está en el centro de la totalidad de la sociedad cartagenera, este ya centro no le pertenece, la presencia africana tiene su totalidad en otra “parte”, en lo popular.

Pero esta historia de los sujetos afrodescendientes está cerrada, porque su absoluto (presencia) se hace finito. Y su voz es una voz sin diferencia, está a la vez absolutamente viva y absolutamente muerta. Por otra parte, toda la ciudad se representa por la sonrisa diversa que estalla. Cartagena, fascinante melodía, sal del vacío, conduce tu seducción, maneja tu buseta, música que brota, salsa que salpica.

Antes de abordar el apartado enunciado, “La homogeneización racial y cultural en Cartagena”, nos es indispensable destrivializar el ideal homogéneo.

Pero ¿cómo? Pese a todo, no vamos a abrazar un credo oscurantista o excluyente por mor del privilegio de la originalidad del dato histórico-cultural indagado. Precisamente, una de las características que define esta región caribeña estriba en la presencia de elementos culturales muy diferentes y de variado origen.

En Cartagena, el cruce entre culturas adopta el encuentro, la interacción y la combinación de múltiples grupos raciales concretos como resultado de la colonización (española).

La perspectiva es peligrosa porque conduce al juicio comparativo y a la jerarquización, por ejemplo: esta cultura es más importante que aquella. Sin embargo, tales gestos propenden mucho a ser egocéntricos, es decir, a ver a los seres humanos como si fueran partículas físicas o, en el mejor de los casos, objetos de laboratorio.

Los seres humanos, no cabe duda, están determinados por su biografía, por sus condiciones materiales, por su pertenencia étnica, pero ¿lo están hasta el punto de jamás poder liberarse? ¿Qué se ha hecho de la conciencia y de la libertad de los hombres? ¿Y qué hacer con todas las aspiraciones de la humanidad a la universalidad, documentadas desde hace tanto tiempo como puede remontarse la memoria? ¿Es que no han sido más que manifestaciones más o menos hábilmente enmascaradas del etnocentrismo?

NOTA: https://www.lehmanns.ch/shop/sozialwissenschaften/62578286-9783961383634-racismo-estructural-y-sistemico-en-cartagena-de-indias

Próximamente, Arturo Rodríguez Bobb, publicará el libro: Deconstrucción del pensamiento colonial.

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