La política gira entre dos extremos ideológicos opuestos y generadores de conflictos, odios y aversiones —radicales y repugnantes, afianzados en sectarismo, egoísmo y mala fe—, que persiguen intereses particulares cerrados, sin diferenciar pretensiones y ambiciones enrocadas de dirigentes y directivos, de izquierda o derecha, que se terminan beneficiando y disputan los poderes políticos-administrativos.
Tanto la izquierda como la derecha son conservadoras y materialistas, aun cuando la derecha ha gozado del apoyo de la iglesia (católica y cristianas), que limita, bloquea y manipula pensamientos y conciencias de seres incautos, despistados y sometidos. Lo curioso es que cada tendencia política maneja discursos de conveniencias, incoherentes y muy ofensivos, condimentados con autoelogios de salvador, cuando sus actitudes y antecedentes marcan descréditos para no confiar. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a apoyar a los dos bandos o bandas de corruptos, con sentimientos, pasiones y emociones, que enturbian u opacan la visión y distorsionan el razonamiento por causa de descontroles que fluctúan en las disputas, por motivos de sectarismos y fanatismo, inducidos para glorificar a los patrones, líderes y directores políticos.
Ni la derecha ni la izquierda ofrecen garantías participativas, incluyentes y democráticas, además ven a los opositores y adversarios como enemigos. Se caracterizan por las durezas y gestos soberbios, arrogantes y de amargura. No admiten reparos, criticas, contradicciones, reproches, ni cuestionamientos, ya que sufren de rencores y caprichos. Las formas descritas de los comportamientos y manejos de las tendencias de izquierda y derecha, conjugadas con la corrupción, son lo que nos permite afirmar la farsas ideológica políticas, que predominan en las prácticas electorales, utilizadas para engañar, estafar, desorientar, influenciar, matizar e incitar a la violencia de diferentes maneras, aprovechándose de los idiotas servirles que les copian y comen cuentos, aferrándose a endiosarlos, defendiendo a los verdugos que les arrebatan, roban y se apropian misteriosamente de sus derechos y, a la vez, los inducen a enfrentamientos, provocados por odio, rencillas y cizañas, alusivas a la lucha de clases entre ricos y pobres, divididos en tendencias estériles, llevando la de perder la clase baja del pueblo en elecciones disfrazadas de democráticas.
Las personas consecuentes e intelectuales que militan en la izquierda o la derecha no tienen auges ni prosperidad, sino comulgan y obedecen las directrices que impartan u ordenen de jerarquías superiores. Las disertaciones deben ser agresivas, distorsivas, desinformativas, sofocante, calumniosas, injuriosas, intimidatorias e irritantes, incitando a las masas populares para afianzar las verborreas. De otro lado, deben elogiar, destacar y exaltar virtudes inmerecidas de los patrones, para halagarlos e inflar el ímpetu de los jefes. Por nada permiten diferencias ni reconocen errores ni mucho menos equivocaciones. De ahí las frustraciones de quienes han probado el trago de la botella. Es una tontería desgastarse y enfrentarse, de manera feroz y absurda, para complacencia de quienes nos irrespetan con abusos que cometen y el mal comportamiento que manifiestan, al cual están acostumbrados, apoyando contraproducentes ideologías. He conocido desde adentro, por observaciones, las dos corrientes y las diferencias entre ambas. Estas son de forma, más no de fondo. Sin embargo, queda claro que ninguna de las dos sirve.
Muchas personas que no conciben, ni con izquierda ni derecha, se aventuran a lanzarse al juego democrático, ofreciendo alternativas, diferentes y liberales, pero tampoco reciben apoyo de quienes sin sentido de pertenencia siguen a los extremos políticos, ni de los abstencionistas desencantados de la dirigencia política. De comportarse así, ¿cuándo podemos tener una opción de cambio mejorar si continuamos gobernados por corruptos e ineptos?
La izquierda y la derecha se necesitan mutuamente, como la Policía necesita de la delincuencia criminal para coexistir. La paz es un sofisma, mientras se siga practicando la discriminación, la inequidad y la desigualdad.