Esta semana hemos tenido la triste noticia de la partida del querido Abel Rodríguez, en 2011 escribí este perfil, de este hombre que deja huella en la educación, en la lucha social y en la vida política de una Colombia, que ahora lo despedimos.
Siempre ha sido ABEL. No hay maestro o maestra del país, ya sea uno de los comprometidos con el Movimiento Pedagógico, o con el derecho a la educación, o que haya luchado por los derechos y garantías de los docentes y trabajadores, que son miles y miles en todo el país, que no lo llame así: Abel.
Sus colegas delegatarios de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 lo llaman igual, Abel, y lo reconocen como el más destacado dirigente de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), de la que fue presidente en las décadas de los setenta y ochenta, de donde pasó a ser cofundador de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y Concejal de Bogotá.
Abel Rodríguez Céspedes hace parte de una numerosa familia tolimense. Empezó sus estudios en una humilde escuela pública de Piedras (Tolima) y gracias a una beca oficial, por cuanto los recursos familiares eran más que escasos, se fue a estudiar a Ibagué, donde se graduó como maestro en la Escuela Normal. Y como la mayoría de los estudiantes de provincia, tuvo que buscar trabajo y aplazar la posibilidad de entrar en la universidad: o trabajaba o trabajaba. Como el destino muchas veces no deja escoger lo que más se desea, se fue a trabajar a un pueblo perdido en las lomas del Huila. Se inicio como maestro en una escuela rural del municipio de Algeciras.
Pronto pasó de las verdes montañas del Huila a las superpobladas laderas del sur de Bogotá, donde enseñando a niños y niñas de barrio pobre consolidó su espíritu de luchador social. En la Universidad Pedagógica empezó sus estudios de Licenciatura en Español y Literatura, y muy joven llegó a ser presidente de la Asociación Distrital de Educadores (ADE). Años más tarde fue electo presidente de Fecode.
Su mayor logro como dirigente sindical fue, sin duda, la concertación y negociación del Estatuto Docente, con lo cual se coronó una década de lucha en procura de un estatuto que regulara el ejercicio de la profesión y estableciera sus condiciones salariales y prestacionales.
Como presidente de Fecode, y gracias a su permanente carácter de líder dialogante, promovió la unidad de los trabajadores en la Central Unitaria de Trabajadores CUT y se puso al frente del Movimiento Pedagógico Nacional, considerado la más importante realización educativa y cultural del magisterio en toda su historia, movimiento que abrió el camino de la Ley General de Educación y contribuyó para que en la Constitución Política de 1991 la educación fuera consagrada como un derecho fundamental de los niños y como una obligación principal del Estado.
Promulgada la Constitución y acordada su correspondiente Ley General de Educación, Abel se consagró como un referente natural para la educación pública. En reconocimiento a toda su gestión, el Gobierno nacional le encomienda en 1995 la responsabilidad de ser el Gerente del Primer Plan Decenal de Educación, y luego Viceministro de Educación y Ministro de Educación encargado.
Del Gobierno regresó a la cátedra, esta vez como formador de docentes en Maestría en la Universidad de La Salle. Estando allí su Alma Máter, la Universidad Pedagógica, le confirió el título de Doctor Honoris Causa con el respaldo de los más destacados académicos y pedagogos del país.
En 2004, cuando Luis Eduardo Garzón es electo Alcalde de Bogotá con el respaldo de los sectores sociales y políticos de izquierda democrática, lo invitó para que como Secretario de Educación de la ciudad pensara y dirigiera la más transformadora política pública educativa en las últimas décadas: la de la materialización integral del derecho a la educación para todas y todos. Gracias a ello, hoy los niños y jóvenes se beneficien de la gratuidad total; de mejores instalaciones educativas; de un mejor apoyo en alimentación, salud y transporte escolar; de la educación pública de mejor calidad en Colombia; de los maestros mejor reconocidos y de los estudiantes más valorados. Bogotá se empezó a beneficiar de la principal acción para la reducción efectiva de la pobreza en Colombia.
En síntesis, el nombre de Abel Rodríguez hace pensar en niños, niñas y jóvenes felices y bien educados, en docentes valorados, respetados y participes de la política educativa distrital; en una educación pública fortalecida; en la presencia de un luchador político comprometido con la democracia y la búsqueda de un mejor país, en una vida consagrada a la educación y a servir.
El talante de Abel es el de la lucha por la dignidad, por los derechos de la gente y por la responsabilidad pública. La Colombia educativa y dirigentes sociales y políticos le han reconocido siempre su admirable y pulcra vida al servicio de la educación.