El repudiable atentado contra la Escuela General Santander por parte del ELN fue una acción servil a los intereses de los sectores más rancios de la sociedad, los que salen en cámaras expresando su “dolor”, mientras se regocijan de recuperar uno de los huevitos de su mentor para seguir llamando a la intensificación de la guerra con sus posturas políticas. Hoy este atentado es la excusa perfecta del uribismo, representado en el gobierno de Duque, buscando escalar la confrontación. Ellos siempre lo han querido así y el ELN les hizo el favor.
Este atentado se debe rechazar por donde se le mire y la sociedad en su conjunto le debe decir al ELN que actúe con coherencia en este momento, que sus acciones sean consecuentes con la búsqueda de la salida política y dialogada, que muestren que están a la altura para estar en una mesa de diálogo y que entiendan que la discusión de la sociedad colombiana no pasa por comprender la discusión jurídica del derecho a la guerra, sino por acabarla luego de más de medio siglo de dolor y sangre derramada.
Por su parte, al gobierno de Duque se le debe exigir también que la paz sea el horizonte que se busque como derecho supremo de la sociedad colombiana, que esa paz que tanto anhela el pueblo se garantice como política de Estado y que como norma constitucional se cumpla en todo el territorio nacional. El Estado social de derecho debe poner todos sus mecanismos jurídicos y políticos para que de una vez por todas esta se dé sin engaños, sin falsos dilemas como “la seguridad o la paz”.
Que no nos llamen a engaños: el regreso a la guerra es atravesar nuevamente por el dolor de policías, soldados, sus familiares que tendrán que llorarlos porque se los entregarán en bolsas plásticas y un alto mando militar les expresará que “fue un héroe de la patria y que murió por ella”. Esta confrontación que quiere volver a tejer este gobierno tendrá consecuencias en todas las esferas de la sociedad, desde quienes estarán con armas al hombro como la sociedad civil que desafortunadamente quedará en medio y tendrá que poner la mayor parte de las víctimas. ¡Basta de eso! Toda familia quiere seguir viendo con vida a sus seres queridos y no que sean una marioneta más de las elites que ordenan desde sus escritorios y de los medios masivos para agitar al odio y la confrontación.
Para evitar esto hoy más que nunca se hace necesario continuar con las conversaciones de paz, mecanismo que nos permite no volver a entrar en la estupidez de creer que la salida militar al conflicto es el camino. No volvamos a tener que encontrarnos con un hospital militar lleno de mutilados, madres y padres que lloran a sus hijos, a campesinas y campesinos destrozados por las bombas, a ver territorios destrozados por el rigor de la confrontación armada.
La paz con justicia social es una exigencia de la sociedad al Estado colombiano, es un imperativo moral su búsqueda y concreción y debemos rodear todos los instrumentos para que esta nazca de entre las ruinas de una Colombia cansada de muertos y muertos que pone el pueblo.
