Los talibanes son un grupo islámico fundamentalista que surgió en el marco de la invasión Soviética a Afganistán. Un movimiento político y religioso ortodoxo que, actualmente, busca restablecer el Emirato Islámico. Entre sus numerosos desaciertos se hicieron tristemente conocidos en el mundo por haber destruido en 2001 dos esculturas monumentales, de 37 y 55 metros de altura, que representaban a Buda y habían sido hechas hace 1,500 años. Dichas esculturas, localizadas en Bamiyán, sobre la Ruta de la Seda, fueron declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco en 2003, por considerarse obras maestras, testimonio único de una tradición cultural desaparecida y significativa para la historia de la humanidad, asociadas además con tradiciones y creencias vivas. Cinco de los seis criterios que contempla Unesco para asignarle este valor universal. Ante los ojos atónitos del mundo, los talibanes dinamitaron y destruyeron estas obras únicas e irrepetibles.
En el caso de Barranquilla, el patrimonio arquitectónico y arqueológico parece correr la misma suerte que los Budas de Bamiyán. Numerosas construcciones que dan cuenta del devenir histórico de la ciudad han sido destruidas para dar paso a la “modernidad”. Obviamente el fanatismo religioso no ha motivado la destrucción de estos íconos patrimoniales, pero sí parece ser el resultado de una política pública que decide, sin consenso alguno, qué es patrimonio, sepultando con concreto, figuras y arquitectura del pasado que, por lejanas en el tiempo, no dejan de ser parte de la memoria de esta ciudad. Tomás Arrieta, destacado pelotero de mediados del siglo XX, fue reemplazado de un plumazo por Edgar Rentería, a quien no se le niegan sus innumerables logros deportivos.
El otro caso al que me voy a referir es el ambicioso proyecto de ampliación de la Carrera 50, cuyo objetivo es facilitar el acceso al desarrollo privado que se cierne sobre La Loma. De este proyecto circulan renders desde hace años, al igual que muchos otros proyectos como el Megapuerto de Verano de la Rosa con los chinos. Barranquilla se va consolidando como la ciudad más renderizaba de América Latina. Pues ese proyecto se llevó por delante inmuebles de valor patrimonial en Barrio abajo, a lado y lado de la vía, para dar paso al concreto. Incluso los vestigios arqueológicos, que por fortuna fueron rescatados por un grupo de especialistas, habrían sido destruidos desatendiendo la legislación nacional vigente, si algunos ciudadanos preocupados no interponen una denuncia sobre estos hechos ante el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. La valiosa información recuperada en este proyecto científico pasó desapercibida para muchos. Solo por mencionar un dato, las evidencias arqueológicas dan cuenta de la presencia humana en la ciudad, desde hace más de 700 años.
El otro ejemplo, o más bien mal ejemplo, es el viejo muelle de Puerto Colombia que, aunque no está en el distrito de Barranquilla, se maneja bajo los mismos principios de la capital del departamento. La gobernación se sacó de la manga un proyecto para “restaurar” los primeros 200 metros del muelle en ruinas. En realidad el proyecto planteaba la demolición de la vieja estructura para construir una nueva, más duradera, desconociendo las dinámicas oceanográficas de Puerto Colombia, así como las evidencias arqueológicas asociadas con la actividad portuaria desde finales del siglo XIX, que recientemente fueron sepultadas con los rellenos para la construcción en curso. Otro proyecto millonario que pretende reactivar el turismo en un municipio que carece de un sistema de tratamiento de aguas negras, que va directo al mar. Los miles de millones de pesos malgastados en este capricho bien habrían podido invertirse en la infraestructura básica para mejorar la calidad de vida de los porteños y de sus eventuales visitantes. Incluso, hace apenas unas semanas, la vibración de estas obras, terminó por destruir otro de los tramos originales del muelle que aún quedaba en pie.
Todo parece indicar que la memoria y el pasado no inspiran el respeto necesario para ser tenidos en cuenta en el proyecto de desarrollo de Barranquilla y del departamento del Atlántico. Aunque es una ciudad joven, comparada con sus vecinas del Caribe, tiene una historia apasionante que tiene su correlato material en su arquitectura y en diversas evidencias arqueológicas. La ciudadanía, salvo algunas excepciones, se alza y critica el modelo de ciudad que se nos ha impuesto, pero prevalece el unanimismo y el espejismo que crean algunas obras mal planificadas que ocultan los verdaderos problemas que el patrimonio está viviendo en la ciudad. Bellas artes en ruinas, los museos cerrados y en crisis, y muchas de sus colecciones en peligro. Un caldo de cultivo, no sé si intencional, para proyectar una ciudad nueva y sin memoria que parece dejar de ser la Puerta de Oro de Colombia, para convertirse en la Ventana del Mundo.
* Arqueólogo y docente universitario.