Al estar cerca de Francisco de Roux se le nota una vitalidad que contrarresta con su edad, 79 años. Elegante como una espiga, la ausencia total de barriga se lo debe a la misma disciplina que tiene desde que era un inquieto estudiante del colegio Berchmans de Cali: levantarse a las cuatro de la mañana, trotar cinco kilómetros y luego fundirse en su habitación a orar hasta que la noche se transforme en día.
Sí, es un hombre de fe, un religioso convencido de su vocación desde los 16 años, cuando, mientras estaba en la finca de sus abuelos tuvo una epifanía al ver cómo el sol se escondía en un atardecer detrás de los farallones e inmediatamente siguiendo algo parecido a una tradición familiar –tiene cinco tías monjas y tres tíos jesuitas– se fue para un seminario en La Ceja de donde saldría con sotana, pero, además, este caleño es un intelectual y sobre todo, es un hombre de acción, una cualidad que en Colombia miles han pagado con su vida.
La primera vez que Francisco de Roux le vio los ojos a la parca tenía 38 años. Acaba de llegar de París, en donde realizó un doctorado en Economía en la Sorbona. Él, hijo de una de las familias más tradicionales de Cali, renunció a cualquier tipo de ostentación para trabajar con la comunidad. Por eso decidió irse a vivir a un humilde barrio de Aguablanca y mientras se movía en sus intrincadas calles en una moto perdió el control y se dio de frente contra un poste de la luz. Resultado una contusión cerebral de la que casi no se levanta.
Pero lo hizo. En esa época este filósofo y teólogo de la Universidad Javeriana, con estudios en el London School Economics, ya trabajaba en el CINEP en donde realizó una de las labores por las que se le conoce en todo el país como “el alma de la reconciliación en Colombia”: de Roux, sentado en una mesa, junto a guerrilleros y paramilitares del Magdalena Medio, convenció a los actores armados de dejarles sustituir la coca por nueve mil hectáreas de palma campesino, frijol, búfalos y aguacate. Casi cuatro décadas después de su labor al frente del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Media, miles de familias campesinas le pasaron la página a la guerra.
Con su trayectoria represento al ala más progresista de la Iglesia en los Acuerdos de la Habana y vio con desesperación como otros religiosos le hicieron, a punta de mentiras, la campaña al No en el plebiscito que terminaría perdiendo el acuerdo el 2 de octubre del 2016. Dos años después, en noviembre del 2018, Francisco de Roux es el presidente de la Comisión de la Verdad con la que el país intenta conocer los horrores, tanto de la guerrilla, como del ejército, en un conflicto de más de sesenta años.
Desde 1982 este hombre se comprometió con la paz. Fue en el gobierno de Belisario Betancourt, con el CINEP, viajó a Remolinos del Caguán a hablar con Jacobo Arenas y Manuel Marulanda Vélez, máximos comandantes de las FARC en esa época, sobre la posibilidad de unos diálogos que terminaron a pesar de la buena voluntad del presidente Bentacourt, al que sus generales no pararon de hacerles zancadillas.
De Roux descansa leyendo novelas históricas –la última fue Aquitania- y películas de gran calado como Doctor Zhivago o Lo que el viento se llevó que repasa a través de su computador.
Es un hombre de gustos simples, sus comidas favoritas, afirma, deben llevar arroz y plátano, le gusta más el pandeyuca que el pandebono y ama el sancocho vallecaucano. Tiene amigos ateos, agnósticos y, aunque ha sido una vida de combate espiritual, nada fue tan duro como llevar adelante estos cuatro años en los que ha intentado tejer el relato definitivo de lo que pasó en 60 años de guerra en el país.
Tuvo momentos duros, como la visita a la casa finca en Rionegro a Álvaro Uribe en el 2021, acompañado de Lucía González, en donde fue interpelado por Tomás, el propio hijo del expresidente y en donde recibió una nube de críticas por cumplir con el trámite de preguntarle a Uribe su participación en uno de los momentos más violentos en la historia de un país violento como este.
A sus 79 años, con una vitalidad que sólo se puede comparar con Mick Jagger o con su ídolo máximo, el papa Francisco, de Roux está listo para afrontar una batalla por la paz: la posible negociación del gobierno Petro con el ELN en donde él sería una ficha fundamental en la mesa de negociación.