Hubo una época en que los políticos colombianos eran cultos. Es decir, leían libros, escribían ensayos, cuadros de costumbre, prosas líricas. Seguían las principales novedades bibliográficas europeas. Hubo uno que compuso una gramática latina y otro que traducía a Kavafis, Leopoldo Sédar Senghor y a Dylan Thomas. En el año y medio en que Rafael Uribe Uribe estuvo preso, luego de la Revolución Liberal de 1885, escribió una nueva Gramática de la Lengua Española. Todavía hoy se recuerda como pieza maestra de la literatura nacional, las respuestas de Gilberto Alzate Avendaño a la indagatoria a que fue sometido durante la investigación judicial de una huelga de choferes en Manizales a finales de 1943.
Filólogos como Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo; gramáticos como Rafael Uribe Uribe. Escritores como Rafael Núñez; historiadores como Germán Arciniégas; alcaldes como Eduardo Caballero Calderón; intelectuales como el maestro Darío Echandía o López Pumarejo; gobernadores como Eduardo Cote Lamus o Gustavo Álvarez Gardeazábal, En fin. Políticos que tenían una gran pasión por el lenguaje y por los resortes íntimos del idioma. Eso les daba poder. El poder está en el lenguaje. Cuando se tiene un dominio de la gramática se logra un domino de la comunicación y las emociones.
Pero las cosas cambiaron. Ahora tenemos políticos analfabetos, vulgares, iletrados. Gente que apesta cuando habla.
Hace poco, el excongresista Pablo Victoria, candidato presidencial por el Partido Conservador (el mismo partido de Gilberto Alzate Avendaño), reaccionó contra Noticias Uno por un informe en el que su nombre aparece dos veces citado en las investigaciones por el crimen de Álvaro Gómez Hurtado. Dijo el candidato presidencial Pablo Victoria: “sólo un noticiero malparido puede querer involucrarme en el asesinato de A. Gómez”. Y agrega: “cobardes, hijos de la mala madre, Coronel HP (se refiere a Daniel Coronel, director de Noticias Uno), te reventaré la cara”.
El diputado Rodrigo Mesa en pleno debate en la Asamblea de Antioquia, dijo: “la plata que uno le mete al Chocó es como meterle perfume a un bollo”. Y el procurador Ordóñez cada rato dice otro tanto contra el sexo o el matrimonio gay. El alcalde de Cúcuta les dice a los jóvenes de los colegios oficiales: “los hombres son unos machos para preñar pero unas verdaderas maricas para responder”.
Desde el expresidente Álvaro Uribe (recuerden el famoso “si lo veo, le doy en la cara, marica”), pasando por José Obdulio Gaviria hasta llegar a Pacho Santos, todos los políticos (bueeeno, no todos), hablan como gamines. No pueden ser otra cosa.
Como ven, aquí no hay ideas, no hay debate, no hay altura ni decencia. Todo este batiburrillo de vulgaridades lo que muestra es que, entre los funcionarios públicos, no hay gente culta.
Uno espera de quienes ocupan altos cargos en el gobierno (o aspiren a ocuparlos) que por lo menos sepan hablar. O leer. Pero ni lo uno ni lo otro. El joven Simón Gaviria (apenas empezando una carrera política) aprueba reformas constitucionales sin haberlas leído.
Parodiando una frase de Rafael Núñez de hace más de 130 años, a los colombianos de ahora nos tocó vivir entre la degeneración y la catástrofe. La degeneración que los políticos han hecho del lenguaje y la catástrofe de sabernos gobernados por gamines.