En defensa del porro

En defensa del porro

"Es poco común escuchar en la radio un porro de esos que nos recuerdan lo que somos, pero nos atiborran la mente con otros aires musicales"

Por: Robin Mario Naranjo Manchego
julio 12, 2017
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
En defensa del porro
Foto: FUNDEU

El porro es un género musical del Caribe colombiano que poco a poco ha perdido auge, en cambio, ha gozado de prejuicios sociales y de desplazamiento progresivo. También, se ha estudiado sistemáticamente por antropólogos, músicos, folclorólogos, entre otros. La gran mayoría afirma que el porro tuvo un periodo de oro, en el cual, era el género más difundido, bailado, sonado y aceptado en la región Caribe. Pero el tiempo pasa y las esferas sociales avanzan a ritmo desmesurado, y el porro ha sido apartado por nuevos aires musicales y por el alto grado de aculturación, perdiendo de esta manera, la acogida del público juvenil e infantil. Además, algunos sociólogos afirman que el “porro es música” y que este no puede tener letras porque pierde su “esencia”; el común de la gente se pega de esa aseveración para sustentar su poca trascendencia. Por el contrario, el porro no carece de letras ni tampoco la letra le quita la categoría de porro; y que este según Miguel Emiro Naranjo nació con letras.

La cultura, nuestra cultura

Desde hace mucho tiempo se viene hablando de cultura y hasta estos días no se puede decir que está plenamente definida. Por el contrario, hay una pluralidad de definiciones que con el paso de los días, aumentan en precisión y en reflexión filosófica. Algunos antropólogos afirman que “cultura es todo aquello que se añada al universo” no cabe duda que es una definición ambigua y que se presta para  introducir cualquier contribución del hombre sin dejar a lado las cosas negativas. Es decir, que todo puede medirse bajo el racero de cultura pero esto cae por su propio peso. No en vano el maestro José Luis Garcés (2002)  afirma que  “la cultura debe ser aporte y no sustracción. Pero no cualquier aporte”. Ahora bien, el filósofo italiano Nicola Abbagnano (1996)  sostiene que cultura son “modos de vida creados, aprendidos y transmitidos por una generación a otra entre miembros de una sociedad particular”. Hay quienes no comparten esta definición por ser excluyente y un poco hermética, debido a que la cultura no es  fruto de la evolución propia de un grupo particular y homogéneo, sino, que es conformada por elementos nuevos que vienen desde afuera (Dusell 1966).

André Malraux (1976) define la cultura como “la unión de todas las formas de arte, de amor, de pensamiento que, a través del curso de los milenios, han permitido al hombre ser menos esclavo” este concepto se ajusta más a la intensión de este artículo por dos razones. La primera,  muestra a la cultura como la unión de las formas artísticas como es el caso del porro. La segunda tiene que ver con el llamado a la liberación y a la valoración del ser humano. Sigue Malraux “La cultura pues, es liberación del hombre, liberación de la ignorancia, de la mendicididad política; la cultura se nos presenta como el conocimiento de lo que ha hecho del hombre otra cosa que un accidente del universo”.  Entonces, el porro por ser una expresión artística que define y libera a un grupo de seres humanos, se ganó un espacio dentro de la cultura caribe, debido a que produce goce estético, costumbres propias y un inmenso enjambre de tradición oral. Conociendo esto, ¿por qué tratamos de desconocer al porro como elemento popular (Folk) de nuestra cultura caribe?

¿Qué es el porro?

La palabra porro posee una amplia gama de definiciones. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) posee tres acepciones:

  1.       Porro: Ajo (especie de planta clasificada dentro de la familia de las liliáceas)
  2.       Porro: Persona torpe y necia
  3.       Porro: Cigarrillo liado de marihuana.

 

Ninguna de las anteriores corresponde a la definición “musical”. Por tal razón, algunas personas aducen que la palabra proviene de la porra española, otros que viene de la palabra porrazo y otros que deriva de un tamborcito llamado porro o porrito. Siendo esta última la más cercana. Por esta amplia disquisición han surgido variedades de definiciones, la más aceptada es: “El porro es un género musical de compás binario, de ambiente ceremonial y festejante…”  (NARANJO, Miguel, 2013)  propio del caribe colombiano.

El porro como género musical tuvo su auge en la mitad del siglo XX, la cual fue su época de avance, acogida del público, evolución, exportación y sobre todo de  identificación cultural, debido a que contiene valores culturales de los indígenas aborígenes y el contacto con las culturas africanas y españolas le daban un sentido pleno y completo. Pero con el paso del tiempo, este avance fue disminuyendo hasta el punto de  no gozar de buena fama sino de vergonzosos prejuicios sociales.

Estos, atentan no solo en contra de los valores propios de la cultura caribe que sirven como cohesionador social sino que busca menospreciar, subvalorar, maltratar y llevar al porro a la “tumba”. Dicha problemática se puede explicar por las siguientes razones:

La alienación cultural: desde hace mucho tiempo atrás, el hombre ha estado sometido a una lucha constante entre ser tradicionalista o ser modernista, muchos argumentan que el hombre debe tener una conciencia de nación más universal, debido a que no se debe hablar de identidad como fenómeno social cuando se quiere decir que un pueblo o comunidad tiene su propia cultura y ésta la identifica homogéneamente. Pero muchas veces, bajo esta premisa, se olvidan los valores culturales propios y se le da mayor relevancia a los valores culturales de otra comunidad foránea porque se considera  que la propia es retrograda. Entonces, se acepta con fervor la cultura foránea (Moderna) y se tiende a esconder la cultura propia (tradicional). Esto sucede tal vez porque se es consciente de que el hombre no puede permanecer condenado a pertenecer siempre  a una cultura particular, y si esto ocurre,  se cree que hay subdesarrollo. Pero, el problema no radica en no aceptar las culturas foráneas ni en hermetizarse culturalmente, el problema toma sentido cuando se permite que la cultura foránea borre las manifestaciones de la cultura propia. Este fenómeno es conocido como aculturación.

La banalización del arte: en estos tiempos, el arte se ha convertido en un producto comercial, de aceptación vendible que es impuesto por la publicidad y el “marketing” dejando de lado  su verdadera esencia, es decir, la expresión estética realizada por el ser humano. Ya lo diría Vargas Llosa en La Civilización del Espectáculo cuando afirma “hay una civilización del espectáculo, la de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal”. Esta problemática ha tocado severamente al porro, puesto que el hombre tiene constantemente influencias culturales de todo tipo, pero le parece más gustoso y fácil de aprender y de consumir un género musical que no posee mayor esfuerzo de comprensión. Por el contrario, el porro desde el punto de vista ontológico posee según Miguel Emiro Naranjo “Leyes y valores”. No en vano el erudito Garcés González(2002) afirma: si es cierto que el hombre es partidario de consumir lo que fácilmente se le entrega, no hay duda de que la música acompañada de vocalización tendrá más simpatizantes. Es evidente: exige menos esfuerzo para su comprensión. La poesía o la narración le llega directo”

Hay una fuerte contradicción por parte de  quienes no comparten la idea de que el porro no tiene letra. Por ejemplo, Miguel Emiro Naranjo Montes afirma que el porro nació con letra y se sustenta en el maestro Aquiles Escalante cuando dijo: “Este aire musical fue cantado por los negros a orillas del mar”.  Entonces, el porro no resulta complejo o posee un grado de mayor de dificultad  por no tener letra.  El problema es más que todo social. Esta es la razón de ser de la investigación, ya que hemos encontrado porros con letras que claman para que el porro vuelva a su gloria,  no desaparezca o muera y pide a los jóvenes y adultos que se salve al porro.

Esta problemática o enfermedad que ha penetrado al porro ya se había trabajado antes. Sería el nobel García Márquez (citado por Luis Garcés González, 2002) quien diría:

“sin que nadie pueda decir con exactitud en qué momento ni debido a qué causas ocurrió su defunción, lo cierto es que el porro se considera en la actualidad como un pariente muerto de la música del caribe. De un día a otro el porro resolvió hacerse de lado para abrirle paso a otros aires que por cierto están disfrutando en ciertas formas de los derechos de progenitura de aquel. Alguien debe iniciar una campaña por la resurrección del porro auténtico”

Este artículo surge en 1951, veinticuatro años más tarde (1975) el maestro Miguel Emiro Naranjo Montes se apodera de esta campaña en defensa del porro, entonces, compone  e interpreta un porro con un título que lo dice todo: El Lamento del porro. Dos años más tarde graba el porro La protesta del porro y en el 2011 logra decir No a la eutanasia del porro. Todos los anteriores títulos poseen letras que  critican y denuncian   con el fin de invitar a cuidar y preservar el porro y no permitir su defunción.

Por lo anterior, resulta necesario hacer una aclaración de tipo musical con respecto a la presencia de las letras en el porro. La mayoría de los porros poseen letras, solo en la banda de músicos se desplaza al cantante por motivos del espacio, puesto que las bandas no cuentan con amplificaciones de sonido y el espacio que generalmente utiliza es abierto a la intemperie. De esta manera,  los bombardinos reemplazan la voz del cantante. Diferente de las bandas de músicos están las orquestas que sí cuentan con la presencia de un cantante como lo hacían los maestros  Lucho Bermudez, Pacho Galán con los hermosos porros Carmen de Bolivar, Atlántico, Boquitá Salá, entre otros. Razón por la cual, no se puede afirmar que la falta de letras en los porros es motivo de su poca transcendencia.

Contrario a esto, hay otras razones que parecen más sólidas y que poco o nada tiene que ver con el porro en sí,  sino con factores extras como la poca importancia que le dan los medios de comunicaciones locales y nacionales, la falta de divulgación en los colegios, la tendencia de productibilizar el porro desplazando la expresión artística espontánea.

Es poco común escuchar en la radio un porro de esos que nos recuerdan lo que somos, pero nos atiborran la mente con otros aires musicales como el vallenato, reguettón y champeta. No en vano el desaparecido Pablo Flórez compone un porro llamado No soy Enemigo del Vallenato con el fin de pedir a los medios de comunicación que le abran un espacio para la difusión del porro. De esta manera, “no quiero un mal entedio con mis amigos vallanatos, yo solo quiero que al porro mio, también lo escuchen un rato”. Y continua en su letra “recorro las emisoras y en todas se escucha acordeón y con esa misma camorra están acabando con mi folclor”.

Por otra parte, en la mayoría de las escuelas oficiales y privadas no se ha  implementado una cátedra para estudiar y promover el valor estético y cultural  de nuestra idiosincrasia, sería recomendado para  concienciar y fortalecer a los nuevos actores de la sociedad y evitar que se siga degradando. De la misma manera, el Festival Nacional del Porro en San Pelayo tiene poca acogida por parte de los altos dirigentes políticos, su divulgación es paupérrima en comparación con otros festivales. Añadiendo a eso, las limitaciones y requisitos del concurso, restringiendo la capacidad libre de crear  obras que no solo sean producto para ganar sino que sea una fuente de inspiración del espíritu artístico.

Por esto, no se puede permitir que el arte se productibilice ni sea fuente para que los músicos demuestren sus agilidades y destrezas en la instrumentalización sino que también creen obras que conserven la estructura y candencia como lo hacían los abuelos. Esto último, es refutable cuando se mal utiliza el concepto de modernidad, puesto que algunos músicos afirman que el porro debe “modernizarse”. La modernidad surge la ruptura a lo establecido, a lo que antes se consideraba una verdad incuestionable. Pero, hasta ¿qué punto el arte debe amoldarse al cambio?

En otras palabras, ¿hasta qué punto el porro debe cambiar su estructura para buscar ganar espacio en la sociedad? Modernizar el porro es, entonces, subvalorar su contenido social, musical e ideológico puesto que sería un producto comercial para satisfacer las necesidades de un grupo. Distintos grupos musicales  han buscado la manera de “modernizar” el porro y no han tenido mucho éxito, paradójicamente, el caribeño cuando escucha  porro le gusta puro, auténtico, tradicional; y más si es en el formato de banda de músicos.

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