El 7 de enero Gloria Ocampo se encontraba comiendo con su familia cuando escuchó que la llamaban a la puerta. Apenas escuchó su nombre cuando una ráfaga de fusil acabó con su vida. Se encontraba cenando con su hija de 12 años y su esposo, quien apenas pudo hacer unos tiros al aire con la escopeta de cacería mientras dos hombres se desvanecían en la oscuridad de la selva del Putumayo. La historia de Gloria, lideresa ambiental perteneciente a la organización Tejedoras de Vida y quien luchó incansablemente por reemplazar la coca en el municipio de Puerto Guzmán tras la firma del acuerdo de paz, es la misma de otros 64 hombres y mujeres que fueron asesinados en Colombia durante el 2020.
En Colombia defender la vida, defender la naturaleza y levantar la voz contra la violencia es sinónimo de muerte. El país sigue siendo el más peligroso para los defensores ambientales, como lo corrobora el informe de Global Witness, que fija en 227 defensores ambientales asesinados en el mundo durante el 2020. Solo en los primeros 15 días mataron a 20 líderes en todo el país, aunque la violencia se ha concentrado principalmente en el suroccidente colombiano. En 2019, durante los primeros 25 días del año habían asesinado a 11 líderes, y en 2018 el primer asesinato del año se registró el 17 de enero.
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De los 65 líderes ambientales asesinados, 41 trabajaban en la protección de la tierra; 18 casos eran dinamizadores de los programas de sustitución de cultivos ilícitos; tres de ellos eran activistas opositores a la agroindustria; y otros tres que eran opositores de industrias mineras y extractivas. Cauca, con 20 homicidios, fue la zona más peligrosa, seguida de Chocó, con ocho, y Norte de Santander, con siete.
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