Así se titula el más reciente documento publicado por la iniciativa TLC al Desnudo, conformada por gremios de la producción, centrales sindicales y organizaciones académicas. El objetivo de este unión sin precedentes entre empresarios, trabajadores y demás sectores, es el de mostrar a los colombianos el verdadero impacto que están provocando los tratados de libre comercio implementados en los últimos años.
La observación es sencilla: el gobierno ha justificado los negocios de los TLC argumentando los beneficios que obtendrán los consumidores. Hay que reconocer que el discurso de comprar alimentos, vestuario, computadores y medios de transporte baratos, es atractivo. A nadie se le ocurriría que es mejor para una familia comprar el maíz, los zapatos o un automóvil más caro.
Pero, según lo cuenta el documento, esta lógica tiene un problema de tamaño monumental: por más barato que pueda adquirirse una mercancía, si el ingreso de una persona es igual a cero, su consumo también lo será. Y esto es justamente lo que ha venido ocurriendo con el modelo económico de las dos últimas décadas, que ha lanzado a las calles a miles de personas que sobreviven del rebusque. La próxima vez que salga realice el ejercicio de contar cuántos vendedores ambulantes ve en un día. Esas personas podrían estar en una fábrica o en un cultivo teniendo un trabajo estable y un ingreso decente.
Para colmo, los TLC han agravado esta situación en los últimos años. En 2012 Colombia todavía exportaba materias primas suficientes para pagar las importaciones. El superávit sobrepasaba los 4.000 millones de dólares. Para octubre de 2014, las compras habían sobrepasado las ventas en más de 2.200 millones. Es decir, durante ese periodo el país perdió más de 12 billones de pesos en sus relaciones comerciales con el mundo. ¿Alguien honesto puede probar que esto no es un fracaso? Además, se puede probar que con los países con quienes se ha suscrito TLC, son los de mayores pérdidas para Colombia.
El comercio es un aspecto importante para las naciones y lo ha sido desde los inicios del capitalismo. Nadie pone en duda esto. Pero incluso Adam Smith, a quien se le atribuye ser el padre del libre comercio, advertía que la causa más importante de la riqueza de las naciones es la producción a través de la fuerza de trabajo. En este sentido, el comercio es solo un mecanismo de materialización de la riqueza. Smith fue más allá y llamó la atención sobre el comercio que se realiza con bienes producidos localmente, como motor para “la industria y el trabajo productivo del país”. La fuente de la abundancia, en este sentido, no está en el comercio sino en la producción. Hasta nuestros días, esto lo han sabido muy bien los países más ricos del planeta, que —no por coincidencia— son los más industrializados.
Pero, en Colombia quienes en el Congreso `pupitreanʹ los TLC sin ningún análisis, engañan a sus votantes haciéndoles creer que los empleos productivos en el agro y la industria serán reemplazados por oficios de revendedores en el comercio de importaciones. ¿A cuántos cajeros de supermercados han visto comprando un Hyundai?
El documento completo puede ser consultado aquí