Según la obra de Homero, Dédalo fue uno de los grandes héroes de la mitología griega, él ocupo una posición muy particular, fue herrero, arquitecto, escultor, ingeniero, todo al mismo tiempo, un gran innovador. Aunque Dédalo no ha sido nunca figura central de los mitos griegos, siempre estuvo a entera disposición de los demás. Sus artilugios hicieron posible que sus clientes se abandonaran en su propia hybris (la desmesura que entraña desorden). Gracias a los desarrollos de Dédalo, personajes como Pasífae, Teseo, Minos y el mismo Ícaro pudieron emprender sus locas aventuras y llegar hasta el fin de sus pasiones.
En este sentido, como lo plantea Francis Jacob, Dédalo simboliza un mal de nuestra época: el investigador de alto vuelo que pone su talento al servicio de distintas ideologías, sin preocuparse por su contenido. En Dédalo se perfila la “ciencia sin conciencia”. ¿Pero qué tanto de esto tienen los científicos chinos que acaban de clonar a dos macacos? Lo cual, dada nuestra cercanía evolutiva con los simios pone de nuevo en la palestra el tema de la posible clonación de humanos.
La sola idea de clonar personas hechas y derechas es un exabrupto. Por ejemplo, el clon como sustituto de un familiar moribundo no sería completamente idéntico al pariente porque la personalidad humana no está determinada completamente por los genes. El ambiente y las experiencias de vida juegan un papel determinante. El clon de una persona alegre y extrovertida podría ser alguien retraído e introvertido. Los clones de políticos, empresarios y deportistas podrían escoger una carrera diferente.
Ninguno de los posibles usos de la clonación humana es éticamente aceptable. Déspotas podrían utilizar la técnica para generar clones de sí mismo y utilizarlos como bancos de órganos, tal como se describe en la novela distópica del actual premio nobel de literatura Kazuo Ishiguro. La cual narra una apasionante historia desarrollada en Hailsham, una especie de internado donde nacen y se crían clones donadores de órganos con el propósito de mantener una buena salud dentro de la sociedad.
Otro macabro aspecto de la clonación humana es la uniformidad genética dentro de la población. En una sociedad que con tanta frecuencia desconfía de los que son diferentes, una ficha genética puede ser utilizada incorrectamente y convertirse en un enorme obstáculo. Podría existir discriminación con base a genes por parte de las compañías de seguro o por parte de los empleadores. Muy posiblemente el presidente Abraham Lincoln nunca hubiera sido elegido si sus contradictores políticos hubieran sabido que poseía una mutación en el DNA que causa el síndrome de Marfan, una enfermedad autosómica, dominante caracterizada por anormalidades oculares, óseas y cardiovasculares.
La posibilidad de clonar humanos, abierta nuevamente por el grupo de investigadores chinos, debe de llevar a la sociedad a reflexionar e impedir a los “Dédalos” a que lleven a cabo desmesuras como la clonación de personas. Y no se trata de una oposición a los desarrollos científicos, sino que debemos de tener en cuenta que la ciencia es neutra, el conocimiento de por sí no es malo ni es bueno, pero el nuevo conocimiento trae nuevas tecnologías y estas pueden usarse bien o mal, lo cual debe estar sujeto a imperativos éticos.