Por definición, un derecho es el “orden normativo e institucional de la conducta humana en sociedad (…) cuya base son las relaciones sociales que determinan su contenido y carácter en un lugar y momento dado”.
La libertad como derecho es una cierta noción de estabilidad, más que la posibilidad de hacer lo que se quiere es la necesidad de elegir un lugar permanente de bienestar, no solo geográfica, económica o socialmente, sino físicamente; que el cuerpo que ocupamos se encuentre cobijado por la seguridad de lo que se quiere ser.
La vida, por definición, es la “propiedad o cualidad esencial de los animales y las plantas, por la cual evolucionan, se adaptan al medio, se desarrollan y se reproducen”. Es en suma, la posibilidad de considerar la propia permanencia como conveniente, benéfica y la necesidad de que esta continúe en el futuro.
Todos estos aspectos y/o conceptos parten de la premisa humana de definir todo y autodefinirse, el aspecto primordialmente humano de aprehender y aprender el mundo que nos rodea.
Era inevitable que los humanos, en algún momento de nuestra historia, consideráramos necesario el establecimiento de una carta de derechos, una declaración expresa de dichas consideraciones, que a su vez, abogara por la posibilidad de otros de acceder a tal estado.
Igualdad, fraternidad y libertad, los tres pilares de las civilizaciones modernas y sus repúblicas que hicieron posible la abolición de la esclavitud, el derecho al voto femenino, el derecho matrimonial entre parejas del mismo sexo, la declaración del derecho de los animales y tal vez, en un futuro próximo, la declaración universal de los derechos de los robots.
Esto, tal vez en un principio suene descabellado, pero no es ahora una posibilidad exclusiva de la ciencia ficción. Recientemente, durante la muestra de avances significativos en “Big Dog”, un robot de carga creado por Boston Dynamics, empresa pionera en este campo, se escucharon múltiples voces de rechazo en las redes sociales ante una escena de “maltrato” donde uno de sus empleados le golpeaba con la intención de demostrar su estabilidad.
Si bien los robots actualmente desarrollados no cuentan con un sistema sustituto a una suerte de sistema nervioso central (no sienten dolor o placer) podemos pensar que se puede, ya sea por mano humana o por auto-recreación, dar en un futuro dicha posibilidad, lo que haría replantear sustancialmente de nuevo, como ha ocurrido en el pasado, la definición de sujeto de derechos; a quien o que podemos otorgarle una posición de libertad y responsabilidad en nuestra sociedad.
Algunas personas ya consideran a los robots como parte esencial de sus vidas otorgándoles a su vez una cierta autonomía. Ejemplo claro de ello es la popularidad de las mascotas robots en Japón, donde a pesar de que la producción ha mermado y muchos de los fabricantes no continuaron su producción, existen vastas redes de hospitales de repuestos y reparaciones. Lo que para muchos es un objeto para otros se transforma en un sujeto a quien dar cariño y cuidado.
En otro aspecto, el desarrollo de una nueva y mejor inteligencia artificial ha dado ya sus frutos; en 2014 y por primera vez, un robot ha superado el test de Turing (prueba desarrollada para verificar la existencia de inteligencia en una máquina); Eugene Goostman ha logrado convencer a una tercera parte del jurado calificador de que es un niño ucraniano de 13 años y no un sistema de IA programado por una asociación de científicos rusos.
Hemos llegado a tal punto que actualmente existen sitios web donde se aboga por la creación de una futura “declaración universal de los derechos robot” que les otorgue la posibilidad de autodefinirse, auto-determinarse y ser parte activa y productiva de una futura sociedad.
La mayoría de estos sitios se basa en las tres leyes básicas de la robótica dadas por Isaac Asimov, escritor de ciencia ficción: “un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”.”Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley”. “Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley”.
Tales derechos consignan la primera fase para el funcionamiento de una sociedad diversa no solo respecto a raza, género o religión; es el desarrollo y respeto por todos los tipos de inteligencia.
Esta semana se ha dado a conocer un estudio de la Universidad de Warwick que considera ha descubierto que no solo los humanos tenemos conciencia sobre sí mismos y tomamos decisiones a futuro pensando en nuestro bienestar, sino que la mayoría de animales lo hacen también; el artículo considera incluso que los robots basados en este estándar también cuentan con una conciencia.
Es fácil pensar que tales afirmaciones son solo declaraciones descabelladas y no un problema real a futuro; hace 300 años era descabellado creer que un Negro tenía un alma o una mujer la misma capacidad intelectual de un hombre. Las sociedades humanas aprenden eventualmente que los establecimientos políticos y sociales son entidades cambiantes y vivas.
Para finalizar dejo aquí consignados lo que para sindicatorobot.org, espacio web dedicado al tema, considera deben ser los primeros diez derechos:
_ Un robot debe estar registrado como tal y saber quiénes son sus programadores
– Un robot deberá ser de un humano siempre y cuando no tenga capacidad de decisión.
– Un humano deberá registrar un bot si ha sido programado con capacidad de decisión.
– Un robot debería pagar impuestos por su retribución económica.
– Un robot podrá poseer dinero.
- Un robot puede poseer bienes.
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Un robot debe poder sentir.
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Un robot no debe ser discriminado por su condición o capacidad.
– Un robot no debe influir sobre la muerte de cualquier humano.
- Un humano no debe influir sobre la vida de un robot. Debe ser juzgado.