Así como existe un día de los amigos, debería también existir un día destinado a homenajear a nuestros enemigos. Ellos también son especiales: nos dedican tiempo, nos piensan constantemente, se preocupan por todo lo que hacemos o dejamos de hacer, se afanan por nosotros. Por si esto fuera poco nos admiran, si bien con un manto de dolor y oscuridad, pero al fin y al cabo admiración. Ni los mejores amigos nos llevan con tanto ardor en el pecho, aunque ese fuego los queme y condene.
Nuestros enemigos son celosos guardianes de nuestros movimientos y nos llevan entre ceja y ceja sin descanso ni tregua. Más que rabia inspiran compasión: sufren mucho. Si estuviera en mis manos, si tuviera la potestad declararía el día mundial de los enemigos como algo sagrado y de obligatorio cumplimiento.
Por otra parte, para los que prejuzgan antes de leer cualquier texto y tienen la mala costumbre de opinar conformándose con un título y una imagen sin abrir el enlace, les cuento que la elección del 333 y del 666 no tiene nada de amarillismo: corresponde a una pseudociencia llamada numerología. La interpretación de esas cifras la dejo como tarea. Nos acostumbramos mal a que todo nos lo den masticadito, explicadito.
Por ahora les comparto la oración universal para los enemigos, es de mi humilde autoría. No tiene nada que ver con lo religioso, para que tampoco vayan abandonando esta página los apresurados e impacientes que cliquean a la topa tolondra y no se conceden ese derecho universal llamado beneficio de la duda.
Oración de gratitud a mis detractores
A mis enemigos, declarados o vergonzantes
Tangibles o intangibles
Visibles o invisibles
A los que se camuflan entre mis amigos
Para sufrir a solas y en silencio
A quienes se auto flagelan con úlceras por mis éxitos
O hacen fiesta por cada uno de mis fracasos
A los que degluten malamente
El ajenjo del odio
El Veneno de la ira
La cicuta del resentimiento
Y la hierba amarga de una frustración
Reciente y antigua
A quienes cultivan con sagrado encono
El cáncer de la envidia en sus entrañas yermas
A los que aguardan impacientes
Y entrampados como fieras
El día de mi muerte…
Todos por separado y en su conjunto
Reciban mi bendición, mi reconocimiento
Es gracias a ustedes
Pinches tiranos, y maestros,
Que yo vigilo mis entradas y salidas
Los recodos, los escondrijos, los atajos
Gracias a ustedes controlo mis miedos y fantasmas
Y eludo el error y la caída
Gracias a ustedes próspero, progreso,
Me vuelvo gigante
Casi invencible
Y persigo ávido y sin respiro
Todos mis sueños
Sigan así,
Apreciados enemigos
Con los buenos oficios
De su obsesiva empresa
Ni en esta vida ni en la otra
Podré pagarles tantos beneficios,
Amén.