Decir la verdad o guardar silencio
Opinión

Decir la verdad o guardar silencio

Esta no es una reflexión contra las víctimas, sino contra los efectos indeseados de una polémica ligera en voces de opinadores de diverso cuño y cuestionable valor

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enero 24, 2018
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A estas alturas de la denuncia de violación de Claudia Morales (a quien le expresé toda mi solidaridad), y viendo todo lo que se está desatando de este hecho condenable, el asunto se encamina más allá de cuál es el derecho que le asiste a una víctima principalmente: el de contar todo o el de guardar silencio y, además, ¿silencio total, o silencio a medias?

Diría que, sin duda, el derecho a lo que el corazón le diga como víctima, con lo que se sienta menos incómoda, porque habiendo vivido semejante horror, nada puede resultar cómodo. Pero digo más allá, porque lo que pasa es que todo, absolutamente todo tiene consecuencias que comienzan en las interpretaciones, pasan por solidaridades y atropellos, y terminan en la revictimización de la persona agredida. Eso es lo que estamos viendo.

Me explico mejor. Si una víctima sale con todo, debe tener todo listo: pruebas, testigos y todo lo pertinente. Eso significa salir con la verdad; por lo menos la propia y defenderla hasta el final. Pero si una víctima sale con una verdad silente, como lo hizo Claudia (y a la cual, insisto, tiene derecho), debe tener calculado todo lo que se le viene encima.

Aunque hubo solidaridad total por lo sucedido, no así por cómo se hizo. Por ejemplo, la escritora y libretista Juana Uribe tuiteó: “Toda mi solidaridad con @ClaMoralesM por lo que narra en su columna, incluso con su silencio. Pero no puedo estar de acuerdo con el manto de duda que deja sobre todos sus jefes”. Por lo que he leído y escuchado, este tuit recoge el pensamiento de un gran sector de la opinión pública. He visto hacer cuentas de años de trabajo de Claudia, cuáles fueron sus jefes y cálculos tan morbosos como que cuál de ellos era más mujeriego, o más tocón, o el del beso andeneado… Lo que ustedes se puedan imaginar que surge de la perversidad humana.

En distintos escenarios he escuchado conceptos como: “La víctima tiene todo el derecho que le asiste en su condición de sujeto pasivo de una conducta deplorable, pero con el cuidado de no callar para dar a entender en desmedro de personas ajenas a la conducta y el cuidado de no dar margen a la especulación que la revictimiza, o a terceros”.

 

 

El tema ha pasado por todos los escenarios.
Hay gente que ha osado dar nombres públicamente en blogs y tuits,
y hasta se ha metido en su vida privada

 

 

Y es que el tema ha pasado por todos los escenarios. Hay gente que ha osado dar nombres públicamente en blogs y tuits, y hasta se ha metido en su vida privada. Fernando Escobar, abogado especialista en Filosofía del Derecho y Teoría Jurídica, y defensor Derechos Humanos asegura que “nadie tiene derecho a escrutar en la vida privada sobre lo que no le incumbe, pero el momento político y la coyuntura hacen insuperable la dialéctica que se empieza a vislumbrar, y la especulación que no ofrece luces sino un contexto turbio que es objeto de intereses ajenos a la víctima y al importante efecto en otras personas afectadas directas en el pasado, o a otras que aprecian con estupor y horror lo que se avecina para el o la denunciante. Por eso, a veces, no es recomendable sugerir con entendidos, sino afirmar con contundencia”.

Hoy el caso es de una colega, una periodista. Pero el tema se extiende a curas, militares, ejecutivos, obreros y qué me dicen de la guerrilla… De todo y a todo nivel, porque no solo las mujeres son acosadas. He llegado a escuchar expresiones de mujeres que dicen que sienten que estamos acorralando a los hombres como si fueran unos monstruos, como si no hubiera mujeres arpías. Este es un tema que no tocaremos hoy, pero que también es evidente.

No se trata de criticar el decir de una víctima. Como dice Escobar, “es un escrutinio de partes interesadas que no actúan con el rigor probatorio que les correspondería a los jueces en su majestad judicial, sino a propósito del morbo y los cálculos políticos o personales. Esta no es una reflexión contra las víctimas, sino contra los efectos indeseados de una polémica ligera en voces de opinadores de diverso cuño y cuestionable valor. Las víctimas estrictamente no deben probar su verdad. Esa es una exigencia extraña e infundada, solamente deben denunciar y prestar su apoyo a la justicia, pero ese es un debate técnico jurídico y hoy estamos en el tiempo del debate frente a la opinión pública, el cual no puede ser menos riguroso en estricto honor a la verdad”.

En conclusión, esta no es una reflexión contra las víctimas, sino contra los efectos indeseados de una polémica ligera en voces de opinadores de diverso cuño y cuestionable valor.

¡Hasta el próximo miércoles!

 

 

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