Las encuestas son mecanismos de acopio informativo sobre temas que se consultan desprevenidamente, sujetados a una metodología previsible, relacionada con fichas técnicas, que debe aplicarse con el objetivo de presumir o suponer un resultado que se persiga. Las encuestas sirven para informarse de tendencias positivas o negativas, porque en ellas se recoge opiniones que se aprecian y valoran, de acuerdo a las preferencias, gustos e inconformidades; que manifiestan personas encuestadas.
Las encuestas se patentizan en los principios, de transparencias, imparcialidad y precisión del cuestionario consultable. Pueden practicarse de diferentes formas, en aras de lograr acertar lo que se busca y persigue. Las encuestas surgen de los marketing para los manejos comerciales y estratégicos, sobre mercadeo promocional publicitarios, de productos materiales o humanos en el ambiente popular.
El crédito de las encuestas políticas depende de la seriedad, imparcialidad y la buena fe de los responsables de practicar la operación personal de manera común, clasificada y cualificada desde diferentes ángulos o lugares territoriales. Las manipulaciones, amaños, incoherencias y la parcialización de beneficios particulares degeneran el objetivo primordial de las encuestas, porque arrojan resultados desacertados y dudosos, que chocan con la razón o la realidad. En ignorancia, toda información es válida, hasta no desvirtuarla o tacharla de falsedad. Sin embargo, el engaño que se tejen en encuestas para impactar y figurar, liderando en competencia, ficticias u oscura, las demeritan por las intenciones sesgadas, errores funestos y especulativos, tendientes a imponer falsos favoritismos, con el propósito de ganar incautos y mercaderes que se dejan arrastrar por el triunfalismo, espurio y gaseoso, por miedo a las derrotas.
Las encuesta políticas son un negocio rentable, en el que se juega para originar opiniones, cuyos costos son onerosos y nada baratos. Se cobra por personas encuestadas y por espacios publicitarios en medios de comunicaciones de acuerdo a las tarifas establecidas. De ahí que las encuestas terminen beneficiando en pronóstico a quien la contrata, sin que le garantice éxito asegurado. Mi pregunta: ¿deciden las encuestas elecciones populares?
Las encuestas no son adivinanzas, ni juegos de azar, son formas de mediciones de mucha utilidad cuando se practica sin interés particular de favorecer sobre parámetros que sirvan para conocernos y aceptar virtudes y debilidades en la competencia; mejorar o desistir por condiciones y factores desfavorables en los términos del debate. Cuando no se puede con la competencia lo mejor es no desgastarse, ni flagelarse en espera de milagros.
Las encuestas y las redes sociales desplazaron las manifestaciones populares, que servían para medir fuerza de apoyo. Las encuestas posicionan preferencia ordinal entre los candidatos que se disputan por elección popular la presidencia de la república. Basta comparar las encuestas simultáneas para asimilar coincidencias y contradicciones, que algunas veces simulan como errores.
Encuestadoras se valoran por las aproximaciones y aciertos en los resultados de elecciones populares. Aferrarse con pronósticos falsos y engaños es desacreditarse y estrellarse, al menos que las utilicen para justificar maniobras de fraudes.