Nada más fácil y peligroso, ahora que todo lo que nos rodea parece resquebrajarse, que caer en el hastío y la desesperanza. Los titulares, las entrevistas, los comunicados de la Fiscalía (¿habrá alguna otra en el mundo que produzca más titulares que la nuestra?), las alocuciones presidenciales y los autoengaños de la viuda oposición apuntan todos a la debacle. Todos señalan, todos excusan y todos ripostan con simplismo descarado, ya sea con un proyecto de ley o con una marcha por la democracia. El objetivo es el mismo: borrar los límites entre lo legal y lo ilegal y de lo decoroso con lo deshonesto para que así, con el cansancio y la incredulidad de la gente, cada cual intente seguir con su proyecto. Si alguna claridad deriva de los últimos acontecimientos y con los procesos judiciales que por años han avanzado, es que los últimos presidentes y sus gobiernos no se diferencian unos de otros. Claro, unos reclaman la justicia y denuncian la impunidad y los otros creen en la terminación de conflicto y la reconciliación. Puede que los estilos, las frases, los horarios y la estética pueden ser distintas, pero los métodos y los medios para llegar y ejercer el poder son los mismos. El término mermelada es nuevo, pero este Gobierno no la inventó. Notarías, hospitales y gerencias repartidas a manos llenas. Ya hay condenas penales por esa mermelada un poco más añeja, pero hecha de lo mismo.
El escritor y Premio Nobel de Literatura, Thomas Mann, quien perdió su patria y su nacionalidad con el ascenso de Hitler y el nacionalsocialismo, al referirse a lo ocurrido al pueblo alemán en el periodo de entreguerras y que finalmente llevó a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto, solía decir que “Entre no querer algo específico y no querer del todo, en otras palabras ceder ante la voluntad de otra persona, puede haber un espacio demasiado pequeño para que quepa el concepto de libertad”. Concuerdo con Mann en la advertencia, pero aun más, en los repetidos llamados a la recuperación de los valores democráticos y de participación; a reafirmar el compromiso con la decencia y a la acción a partir del reconocimiento de lo que nos une y consideramos valioso. Es en momentos como los actuales cuando tenemos que recuperar y fortalecer todo aquello que nos hace mejores y nos permite compartir este tiempo y este territorio.
A la manera de Quiroga y sus indicaciones para cuentistas, quiero compartir un listado de acciones que nos protejan de la desesperanza y de la entrega a lo mismo y a los mismos. Un decálogo para no rendirnos.
- Opte por la opción decente. No acepte nunca el determinismo indecente. (No todos los políticos son iguales ni todo está perdido)
- Mire a su alrededor y seguro encontrará personas valiosas trabajando honradamente por mejorar su entorno y la vida de la gente. Hable más con ellas que con los pesimistas destructivos quienes nunca han construido.
- Tómese un rato para pensar en aquello que lo hace levantarse de la cama con ganas de vivir y pregúntese qué hay qué hacer o qué tiene que suceder para que así sea todos los días
- Ante diferentes proyectos de sociedad apuéstele al que tenga como punto de partida y finalidad la protección y promoción de la dignidad de todos los seres humanos. Imagínese que un día usted se levanta siendo parte de un grupo minoritario o vulnerable (raza, género, opción sexual o capacidades) y luego decida cuál proyecto de sociedad escogería para usted y su familia.(Rawls)
- No le de importancia a los profetas del desastre. Algunos son ellos mismos responsables de lo que señalan y la mayoría están buscando llegar al poder a hacer básicamente lo mismo que propició la “tragedia”
- A su alrededor hay instituciones y procesos que funcionan bastante bien. Pregúntese por qué y revise cómo se puede multiplicar la experiencia. (Grupos, personas, metodologías, visiones)
- Que la búsqueda espiritual (religión, mejoramiento personal etc.) tenga como objetivo no sólo elevar la condición propia sino también el acercamiento a los demás. Si las preguntas fundamentales son las mismas para todos (qué es y para qué la vida, por qué nos morimos, qué hay después de la muerte, cuál o cuáles son los dioses que nos dictan, acompañan y castigan y si no hay dioses qué) no puede ser que la espiritualidad nos separe (para eso está la política).
- Familia y amigos verdaderos seguirán ahí no obstante política, fútbol y religión. Salvo que usted los desbanque. No lo haga.
- La duda es buena. La duda es necesaria. La duda es democrática y humana. Asústese cuando no tenga dudas y con el que aparente no tenerlas.
- Rechace de plano un proyecto de sociedad que considera su fin tan valioso y deseable que en el camino puede violar la ley o eliminar a aquellos que no lo comparten. La decencia nunca resulta de la indecencia.
Publicada originalmente el 19 de marzo de 2017