Son muestras de la decadencia progresiva, al igual que las ruinas del centro comercial Anarkos y antiguas casonas vandalizadas por inescrupulosos empresarios en complicidad con curadurías y anteriores administraciones.
“Ciudad blanca” —que se quedó viviendo del cuento de sus antiguas glorias—, además de la carencia de planeación a largo plazo, dificultada —por el retraso en la actualización del POT—, pendiente desde casi 20 años, el caos urbanístico con la proliferación de urbanizaciones y condominios piratas, la insuficiencia y corrosión vial, de servicios públicos y el deterioro de lo existente en el centro histórico y en toda la ciudad, incluida la incomunicada zona rural del municipio y el retraso de obras como la PTAR, que en la alcaldía de Fuentes, cuando ya había sido diseñada y adjudicada para su ejecución, no pudo construirse, porque el Concejo Municipal había cambiado el uso de suelos y en su cercanía permitido edificar “El Valle del Ortigal”.
A esto se suma la demora en la entrega de las obras del Plan de Movilidad, que con errores de contratación desde Bogotá, fueron iniciadas desde la administración de Francisco Fuentes, quedando tramos inconclusos, como en el sector del Cadillal y La María, continuada por César Cristian Gómez y el actual alcalde que le imprimió dinámica a los nuevos contratos; pero aún sin terminar ni garantizar que los transportadores se unan para crear un Sistema Integrado de Transporte, que renueve el obsoleto y contaminante parque automotor y además abra nuevas rutas acordes a la expansión urbana y aumento de la población registrada por la ciudad.
El proyecto de la nueva galería del barrio Bolívar había sido propuesto por la anterior administración de César C. Gómez, a la que sus opositores políticos tampoco la dejaron sacar adelante importantes proyectos, y, a la larga, su ejecución, junto a otros temas de interés ciudadano, como el nuevo POT, el catastro multipropósito, el cobro de plusvalía urbana a propietarios que vendieron fincas por metros cuadrados, etc, parecen haberse convertido en caballitos de batalla de quienes aspiran a suceder al Pollo López en la alcaldía y a través de espacios en medios de comunicación y por las redes adelantan su campaña, sin que en el fondo les interese la suerte de la ciudad sino la satisfacción de sus intereses personales, grupistas y politiqueros.
Para no perder los recursos asignados, lo ideal sería que después de un proceso de concertación entre la administración municipal, los comerciantes y propietarias “Mesa larga”, en la galería del Bolívar, se pusieran de acuerdo en el censo de los actuales usuarios y en el diseño de los puestos de venta para que se les respeten sus derechos y no se queden por fuera los actuales ocupantes.
De seguir con este canibalismo oportunista y electorero, Popayán seguirá en reversa, como una de las capitales de departamento más paupérrimas… cual rica en decadencia, remendada y llena de parches, con la mayoría de población dedicada al rebusque; con un alto déficit de vivienda, para el que la alcaldía plantea la creación de un Banco de Tierras, con recursos de plusvalía urbana; sin convertirse en el centro cultural, universitario y turístico, que vienen proponiendo de boca y en artículos de prensa, sus dirigentes y columnistas, pero en la práctica cada vez más deteriorada, llena de carros y motos, con atracos y “raponeos” al por mayor y al detal, sin transporte público digno y eficiente, con malas vías, sin construir nuevas, semáforos sin luces; con el centro comercial Anarkos y sus calles y andenes desportillados, como símbolo del cáncer mental y politiquero que la corroe por dentro.
A Popayán le sucede lo mismo que al departamento del Cauca, con una clase dirigente y congresistas que, por celos entre ellos, no fueron capaces de unirse con las autoridades departamentales y municipales y con los gremios para presionar ante gobierno nacional la pronta solución de los problemas que retrasaron seis años la construcción de la doble calzada Quilichao-Popayán.
Popayán necesita un sacudón mental.