Hace unos días, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) envió una carta al rey de España y otra al papa, insinuándoles que deberían pedir perdón a los pueblos originarios de América por todos los daños que les causaron durante la invasión ocurrida durante el siglo XVI. Este hecho causó gran revuelo, tanto en España, como en toda América.
Me llamó mucho la atención la reacción de un historiador español quien sostuvo, en una entrevista, que la solicitud de AMLO no tenía sentido, porque de eso ya habían pasado 500 años, que el rey actual Felipe VI pertenece a una casa diferente (la de Borbón) a la que estaba en el poder (la de los Habsburgo) cuando tuvo lugar la conquista, y que si alguien tenía que pedir perdón eran los propios mexicanos (no indígenas), pues ellos descienden de quienes invadieron este territorio. Al final, continuó diciendo que, entonces, los aztecas también deberían pedirle perdón a otros pueblos (como los toltecas) que fueron oprimidos por ellos, etc.
A mi modo de ver, los dos, AMLO y el historiador tienen parcialmente la razón y se complementan. Me explico:
Quien pide perdón a nombre propio está reconociendo que con sus acciones causó daño a otro/s, y quien lo hace a nombre de sus ancestros reconoce que estos causaron daño a los ancestros de otro/s y que, tal vez, las consecuencias se hayan prolongado hasta sus descendientes. He aquí algunos ejemplos más o menos recientes:
El presidente de Alemania Steinmeier pidió perdón al pueblo judío por el sufrimiento y el exterminio de buena parte de ellos causados por Hitler y el nazismo alemán; el papa Juan Pablo II, por los crímenes de la Iglesia durante la inquisición; el papa Francisco, por lo cometidos en su nombre contra los aborígenes durante la conquista de América; el hijo de Pablo Escobar, a los hijos de Luis Carlos Galán y de Rodrigo Lara, asesinados por su padre. Los tres primeros son los representantes actuales o recientes de las instituciones (El Estado alemán y la Iglesia Católica) que causaron el daño antes de que ellos nacieran; el último es un descendiente directo (de sangre) del victimario. En todos estos casos el acto realizado tuvo efectos sanadores y reconciliadores.
Dicho lo anterior, me parece que AMLO tiene razón al solicitar al actual rey de España que como representante de la misma institución (la Monarquía española) que causó tanto sufrimiento a los aborígenes pida perdón a sus descendientes, más aún, cuando 500 años después, muchos de ellos continúan padeciendo las consecuencias ; la que no me parece procedente es la carta enviada al papa Francisco, pues este ya pidió, pública y contundentemente, perdón a los pueblos indígenas cuando estuvo en Bolivia hace unos años. Por otra parte, también concuerdo con el historiador, en que hay otros actores que deberían hacer lo propio, ya que son descendientes de victimarios y/o beneficiarios de la tragedia vivida por los indígenas en los siglos XVI, XVII, XVIII y… hasta nuestros días. Veamos quiénes podrían/mos ser:
Si nos circunscribimos a la América hispana, los conquistadores llegaron, en un principio, a buscar oro y plata, metales que fueron a parar en grandes cantidades a Europa; y posteriormente a establecerse en el continente, arrebatando las mejores tierras a los indígenas, esclavizándolos y maltratándolos, y bueno, también, provocando el mestizaje, del cual formamos parte la mayoría de latinoamericanos. Es decir, mucha gente del viejo continente (empezando por la realeza) salió beneficiada grandemente a costa de los nativos, pero también muchos de los que se quedaron aquí, convirtiéndose en amos y señores de grandes extensiones de tierra y de los indígenas que las habitaban; muchos de sus descendientes (criollos) continúan conformando las élites de todos los países que se independizaron de España, durante el siglo XIX.
Sería interesante que pudiéramos construir nuestros árboles genealógicos por lo menos hasta el año 1500, para saber cuánta sangre de victimarios y cuánta de víctimas corre por nuestras venas; así podríamos determinar si pertenecemos al grupo de quienes deberían pedir perdón a los indígenas y, tal vez, también, a los descendientes de africanos, mulatos y mestizos que hayan padecido la tragedia ocasionada por españoles y criollos, durante las épocas de la conquista y la colonia.
