¿Debemos respetar el voto en blanco?

¿Debemos respetar el voto en blanco?

"Exigir 'respeto' por las ideas es una forma de censura. Y por supuesto, detrás viene todo un ideario relacionado con la 'honra' y la nobleza caballeresca"

Por: Ana Maria Díaz Collazos, Ph.D. Lingüística
junio 08, 2018
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¿Debemos respetar el voto en blanco?
Foto: AP

La segunda vuelta presidencial en Colombia se debate entre Iván Duque y Gustavo Petro, que para muchos encarnan visiones extremas sobre el orden social. Para Iván Duque, respaldado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, el orden social se mantiene mediante el control militar, mientras que, para Gustavo Petro, mediante la justicia socioeconómica. Para el primero, todos se benefician si el sector que controla la economía mantiene y aumenta sus privilegios; para el segundo, si el sector más desfavorecido mejora su poder adquisitivo.

Entre uno y otro polo se encuentra un amplio sector de la población indeciso, que optará por votar en blanco, básicamente porque no quiere comprometerse con las consecuencias que pueda acarrear uno u otro modelo. Sin embargo, la única opción que tiene Petro de llegar a ser presidente es lograr el voto de los que votaron por otros Sergio Fajardo y Humberto de la Calle.

El voto en blanco no cuenta en contra del uribismo. Por esta razón, se dice frecuentemente que el voto en blanco redunda en favor del uribismo. En el debate se escucha frecuentemente a los que proponen votar en blanco: “respéteme mi elección”, “convénzame, pero con respeto”.

¿Qué es el “respeto”, de dónde viene y qué implicaciones tiene en este contexto? Hagamos una breve revisión histórica.

“Respeto” es la versión moderna de los conceptos medievales de “honor” y “honra”. Volvamos a la península Ibérica, donde se originan muchas de nuestras palabras, conceptos y valores.

Recordemos que entre los siglos VIII y XIV se llevó a cabo una lucha de los reinos cristianos del norte por recuperar los territorios ocupados por los musulmanes, en el sur de la Península. Para legitimar esta lucha, se necesitaba crear un estatus social para el ejército de caballería, que representaba uno de los efectivos más poderosos de la estrategia militar de la época. De esta manera, se idealizó el estatus del “caballero” (militar de a caballo).

Se fue construyendo la idea de que los caballeros eran una especie superior de ser humano, dignos de una consideración especial, y a esta se le llamó “honor”. La valentía, la lealtad al rey y la fe cristiana eran virtudes que el caballero debía ostentar para hacer valer su propio “honor”. Esto se puede leer en el Libro de la orden de caballería del místico catalán Ramón Llull, en el siglo XIII.

“Honrar” al caballero se erigió con un deber moral de todos los entes sociales. La “honra”, pues, era la manifestación social del “honor”. Al caballero se le honra llamándole “don”, arrodillándose ante él y besándole la mano, por ejemplo.

La esposa del caballero también se hacía merecedora de esta consideración. De ahí fue surgiendo la idea de la “honra” de la mujer casada que debía preservarse a toda costa. Por extensión, la mujer no casada también debía honrar a su futuro marido, preservando su cuerpo.

¿Y los hijos de los caballeros? También se mostraron como merecedores de “honra”. De hecho, las guerras de reconquista no durarían para siempre, pero sí se creó esa idea de superioridad de los descendientes de los caballeros medievales. Así surgió la idea de “nobleza”.

Se le concedía al caballero y su descendencia una cierta sacralidad que había que reconocer de manera activa. Este reconocimiento era la “honra”. Pues bien, el “respeto” era más bien una actitud pasiva respecto a todo lo sagrado, no solo la persona. La “honra” se refiere al ser humano, el “respeto” a todo ser existente, humano o no, siempre y cuando tenga cierta sacralidad.

El “respetar” al rey, por ejemplo, implica mantener la distancia, no hablarle, no mirarlo directamente, entre otras cosas. Se debe “respetar” un objeto sagrado, como el copón eucarístico o el altar como lugar sagrado, no tocándolo o acercándose a él. Solo un sacerdote estaría autorizado para ingresar en el espacio de lo sagrado.

Las bases de datos históricas de la Real Academia muestran que la palabra “honra” se usa muy frecuentemente por escrito hasta el siglo XVI. En el siglo XVII, empieza a declinar el uso de esta palabra a favor “respeto”. A partir de ese momento, “respeto” se encuentra mucho más frecuentemente que “honra”, lo que obliga a preguntarnos: ¿qué pasó entre los siglos XVI y XVII?

El siglo XVII coincide con la consolidación del ascenso de una clase social en América. Marineros, militares y comerciantes españoles lograron cargos burocráticos que les otorgó el acceso a una clase social más elevada, que en España estaba reservada a la nobleza, por familia.

Este movimiento social fue haciendo reemplazar el concepto de “honra” por uno más democrático: el de “respeto”. Mientras que la “honra” implica una sacralidad dada por ser familia de la antigua caballería, el “respeto” implica una sacralidad no tan condicionada. Se empieza a considerar que todo ser humano es merecedor de respeto.

Es la época en que todas las personas empiezan a exigir para sí el título de “vuestra merced”, “don” y “doña”. De hecho, “vuestra merced” se usa tan frecuentemente que termina en “vuested” y de allí surge “usted”.

A pesar de la democratización moderna del “respeto”, este mantuvo algunos de los sentidos que tenía el viejo concepto de “honra”. Por ejemplo, una persona “respetable” es alguien de alto estatus social, por virtud, merecimiento o familia. Decimos “don” y “doña”, viejos títulos nobiliarios, para mostrar “respeto” a una persona en razón de su edad. Una mujer que se “respeta a sí misma” es aquella que cuida su cuerpo para los deberes de matrimonio. Y ahora, el que vota en blanco exige “respeto” por su voto.

El respeto por la dignidad humana que consagra la constitución, no obstante, se refiere a una cualidad intrínseca de la persona. Si profiero una palabra injuriosa contra una persona estoy atentando contra la dignidad humana. Hay palabras injuriosas de por sí, como los insultos.

Cuando decimos que se debe respetar una idea, una posición política o una opción de voto, estamos volviendo a sacralizar elementos no humanos. Estamos volviendo a la noción medieval de “respeto”.

Esto me parece muy grave, porque estamos atentando contra la libre expresión. Exigir “respeto” por las ideas es una forma de censura. Y por supuesto, detrás viene todo un ideario relacionado con la “honra” y la nobleza caballeresca, que el Estado social de derecho había superado convenientemente.

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