Una vez conocida la decisión del procurador Alejandro Ordóñez, de destituir e inhabilitar al alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro, las redes sociales estallaron en opiniones: unas opuestas, otras coherentes, así como otras sin sentido. Lo que hace factible una reflexión sobre la importancia del debate en las comunicaciones virtuales.
El placer de debatir se encuentra cuando se dejan de lado las pasiones, y se argumenta objetiva e imparcialmente. El placer de debatir se da cuando se contesta con argumentos libres de toda ambigüedad, analizados profundamente en el contexto, explicando y desmenuzando el más mínimo detalle; así, se está ante un verdadero debate.
Cuando se responde con posiciones que escasean de estructura y cuando se parafrasea a medias, los individuos que sin tomarse la tarea de analizar, tienen la tendencia a convertirse en marionetas de los titulares de prensa, se cae en la desdicha de estar simplemente frente a posturas fanáticas.
Tanto del que juzga como del que se defiende, se sustenta en titulares porque no pueden demostrar ni defender opiniones propias, porque no las tienen. Son irracionales y con escaso aporte crítico constructivo. Una cualidad de la que muchos hacen gala, hablando por hablar.
Cuando alguien que hace de emisor tiene posiciones blandas, es alguien que en sus argumentos, la solidez del tema a tratar es permeable por un alto grado de superioridad personal. Supeditando la inteligencia de los demás a su ignorancia más próxima. Pero puede variar cuando el emisor todo lo entiende con ignorancia y el receptor todo lo sustenta con inteligencia. En esa medida, cuando se respalda un debate con cifras se corre el gran riesgo de que por ineptitud se pase por desapercibida la interpretación. No todo es absoluto, todo es relativo.
Si se arguye la grosería en el debate, más, cuando en su cosmovisión de interlocutores no se vislumbra que se ha quedado sin argumentos, el cambio de tono en el cruce de opiniones fisura cualquier construcción en pro del respeto. Un punto de vista es precisamente aquel que está fortalecido por razonamientos lógicos. Cuando esto deja de suceder, es posible concebir que la parte emisora también ha carecido de ellos. El debate no se fortalece en la educación. Eso son eufemismos. El debate se fortalece en el conocimiento. La educación es el medio, no el fin del debate.
No se puede hablar de “debate” como tal, cuando se hacen juiciosos a priori. El debate perderá calidad en la medida en la que las ideas expuestas se debilitan en su base, donde se pierde el interés y el enriquecimiento recíproco en las partes participantes.
Precisamente, si se juzga un debate por falta de cultura, queda en la ignominia aquella persona quien arguye la falta de la misma (es decir de la cultura), porque precisamente está haciendo parte de la misma controversia. En últimas, se llega a un debate sin altura.
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