“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber”.
Mucho ya se ha escrito de la vida y obra de Whitman, de cómo inspiró a muchos de los grandes de nuestra literatura latinoamericana como a Borges y Neruda, de cómo revoluciono la poesía siendo la transición de la lírica clásica inglesa a la poesía democratizada propuesta por él, exaltando la naturaleza del nuevo mundo y las gentes de la naciente américa del norte, todo eso ya lo hemos escuchado, lo hemos leído y nos maravillamos con su famoso poema “Hojas de hierba” donde hacemos un recorrido por la naturaleza del ser americano a través de lo que creemos son varios personajes pero que en últimas son los ojos y la voz de Whitman, el único personaje del poema, si como lector no se ha encontrado con Whitman, espero que el siguiente escrito sea una motivación.
Pero, ¿por qué creo que la lectura de Walt Whitman debe actualizarse? Desde mi punto de vista la respuesta es simple y es que la humanidad, los latinoamericanos, los colombianos, perdimos ya la capacidad de asombrarnos de la vida, perdimos la capacidad de asombrarnos de nosotros mismos y de aquel que llamamos el otro. Whitman con su poesía celebra la vida, celebra la capacidad del hombre de conocerse tan bien así mismo, de conocer al otro y de conocer su mundo. Tanto así celebra la vida, que su mayor tema en sus poemas es la muerte, es el fin último de hombre, morir, pero morir con la certeza de que se vivió, se amó y se sufrió tan intensamente que la vida merece ser una fiesta.
Y esa capacidad de asombro que se ha perdido es la que nos permite vernos a nosotros mismos como un eje fundamental no solo en nuestras propias vidas sino en la dinamica inmensa que es el universo, si, los colombianos hacemos parte del universo, y si no se impresiona por este hecho, está probando mi punto, y es que la voz de hojas de hierba nos invita a celebrarnos a nosotros mismos como seres humanos llenos de cualidades y defectos, siendo una ciudad y un país de desconocidos, tenemos ese poder, el poder de aprender cada día y de conocer cada día nuestra ciudad.
“Aquí hay gente de todas las clases sociales y rangos, provenientes de todas las partes del mundo, de diversos matices de ignorancia y conocimiento, de moralidad y vicio, de riqueza y miseria, de moda y ordinariez, de educación y brutalidad, de sublimidad y degradación, de insolencia y de modestia”.
Colombia vive uno de sus momentos mal volátiles de su historia, es un país dividido y su gente es apática, cínica, pasiva, está a la deriva, no nos damos cuenta de lo peligrosa que es la amargura y el desaliento, y es aquí en donde, a mi parecer, un anciano nos alerta con un experimento democrático llamado poesía, con su canto a sí mismo no pretende ser ególatra ni pretencioso, es el inicio de reconocernos como parte importante de este país.
“Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago…… e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.”
Este llamado es a sorprendernos de nuestra propia existencia, a cuestionar todo lo que nos hace ciudadanos, a encontrar de nuevo ese afecto por nuestra vida y no por los que nos vende el mundo como felicidad, eso es asombrarnos de nuevo de nosotros mismos.
¿Y que hay con el otro? esas personas que nunca veremos, o que nunca volveremos a ver. Estas personas con las cuales compartimos la existencia, hacemos contacto visual, nos tocamos, compartimos un asiento. Intentemos sentir lo que el otro siente, un afecto urbano, afecto por las calles, sus sonidos, sus olores, sus dinámicas sus gentes, la mezcla de todas estas culturas puede funcionar para encontrar nuestra identidad como colombianos, esta mezcla puede ser estimulante y apasionante. El camino a este afecto urbano está determinado por el sentimiento de infracción, de cruzar las barreras de la indiferencia y saber que podemos atravesarlas y no salir dañado, sino por el contrario salir fortalecido como ciudadano de un país que clama afecto entre compatriotas. Whitman nos invita a preguntarnos, ¿Qué está haciendo esa persona? ¿Qué actividad define a esa persona?, ¿Qué sucedería si esa actividad la estuviera haciendo yo? Ese podría ser yo, esa persona podría ser yo.
“…estrecho la mano del barquero y como y bebo con los que trabajan en las minas; soy aprendiz del más ingenuo y maestro del más avispado; soy un novicio que tiene la experiencia de siglos milenios; tengo el color de todas las razas y el prestigio de todas las castas; pertenezco a todos los rangos y a todos los credos… Soy labrador, mecánico y artista, caballero, cuáquero y marino; un prisionero, un iluso y un tunante; abogado, médico, presbítero…”
Por otro lado, no hay que dejar atrás nuestra relación con el mundo que nos rodea, lo que nos da el sustento y la poca o mucha comodidad con la que vivimos. Animales y platas; el lugar en que habitamos, asombrémonos de esto también, maravillémonos de la lluvia y del sol, de perro que deambula solo o en compañía, del gato que juega, de la paloma que huye, de los parques, jardines y plazas de nuestras ciudades, de la zona rural y de la zona urbana, porque todo es igualmente sorprendente.
“Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena... y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más exigentes... y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas. Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas. Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante el otro.”
Con el Canto a mí mismo nos damos cuenta de que nuestra voz es importante, importante por sí misma, no por los discursos, ni historias ni grandes aventuras, o mentiras o engaños, nuestra voz debe ser escuchada y debemos escuchar la voz del otro por simple derecho a la palabra, desatemos ese freno y hablemos más, expresemos más nuestras inconformidades y así mismo escuchemos sin afán a las de los otros. Holgazanea conmigo en la hierba....desata el freno de tu garganta, No son palabras, ni música, ni versos lo que quiero.... No costumbres, ni discursos, ni siquiera los mejores, Sólo me gusta el arrullo, el murmullo de tu voz aflautada.”
Y el lector se preguntará: ¿qué es este texto?, ¿por qué debería importarme? ¿Qué puedo yo responderle querido lector? Yo no sé lo que este texto es tampoco, tal vez es la bandera del amor por este país teñida por un verde de esperanza, de tal vez es un regalo con alguna intención amorosa, o quizá es el intento de mostrarle a usted lector, una voz poética que se eleve sobre la desesperanza, el cinismo y la intolerancia de nuestro país.
“¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome un puñado de hierba.
¿Qué podía yo responderle?
Yo no sé lo que es la hierba tampoco.
Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con la sustancia verde de la esperanza.
Tal vez es el pañuelo de Dios, un regalo perfumado que alguien ha dejado caer con alguna intención amorosa”.
Esto es lo que a mi parecer puede hacer a la literatura y en este caso a la poesía por Colombia, ser un fenómeno democratizante, político y social, no es solo para las personas que nos apasiona leer, es para todos aquellos que busquen algo más de la vida y quienes busquen un sentido a la labor que realizan diariamente, cual quiera que sea.
“Yo prefiero la pretérita palabra original, entrego el signo de la democracia; ¡por Dios! nos aceptaré nada que los otros no puedan obtener en los mismos términos”.
Referencias:
Hojas de hierba. Antología bilingüe. Editorial: Alianza. Autor(es): Walt Whitman
Documental: Walt Whitman, American experience (2008)