Dado el genocidio religioso que se está viviendo en Irak y Siria por parte del grupo extremista Estado Islámico, podría decirse que el mundo está viviendo una nueva cruzada para recuperar Tierra Santa; pero esta vez ya no es el Sacro Imperio Romano Germánico, en cabeza del Papado, el que las está perpetuando, sino el pueblo que alguna vez fue asediado por los que profesaban el credo de los que ahora son sus víctimas. Las cruzadas de la Edad Media fueron excursiones militares que buscaban liberar los lugares sagrados para el cristianismo de la dominación musulmana. Tengamos en cuenta que esta región del planeta tiene un significativo valor religioso para el dogma Abrahamáico (entiéndase este término para referirse colectivamente al Judaísmo, Cristianismo e Islam), tierra que ha estado en conflicto desde el éxodo israelita hacia la Tierra Prometida.
El Estado Islámico, grupo radical yihadista, pretende establecer un Califato en todos los países donde predomina el Islam y se aplique la Shaira, que es la interpretación más vehemente de la ley musulmana. Su proceder es tan barbárico que ha superado al colectivo terrorista Al Qaeda, de quienes fueron cercanos colaboradores hasta que estalló la guerra civil en Siria. Este año el mencionado movimiento emprendió una persecución de las minorías religiosas de los territorios que estos ocupan de facto: Mosul y Faluya en Irak; y Raqqa en Siria, que es la capital del autoproclamado Estado Islámico.
Es cierto que estas poblaciones siempre han sido objeto de hostigamiento por parte de otros regímenes como el de Saddam Hussein y Al Qaeda, pero nunca por un autoproclamado Califato Musulmán el cual está cometiendo crímenes atroces hacia los cristianos y otros grupos étnicos que residen en sus territorios; según los medios internacionales esta población están padeciendo ejecuciones, decapitaciones, violaciones, desplazamiento forzado y otros actos inhumanos.
Hago la comparación con las cruzadas del medioevo no porque haya un enfrentamiento entre ejércitos de soldados cristianos y musulmanes, sino porque otra vez el mundo está viendo otra guerra “santa” por el lado de los musulmanes; aunque esta confrontación tiene un propósito más geopolítico que otra cosa. Igual, esa era misma intención que tenía la Iglesia en aquella época, recuperar territorios que supuestamente eran cristianos y demostrar su hegemonía sometiendo a la nación o teología invasora.
Es de suponerse que el Vaticano debe buscar la manera de proteger a sus fieles, no con guerras como sucedió en el pasado, sino buscando apoyo e intervención de la Comunidad Internacional en esta masacre; aunque se ha visto que este organismo es incapaz de hacer algo para detener las monstruosidades que viven lo civiles en los países de oriente medio y próximo. EL Papa Francisco es el que debe tener un papel protagónico en el escenario actual, ese en el que sus feligreses están sufriendo crímenes de lesa humanidad ejecutados por aquellos, que al igual que él, actúan en nombre de su Dios.
Muchos dirán que es hipócrita que la Iglesia le exija a sus verdugos que dejen de perseguir y torturar a sus creyentes, pues por muchos años esa institución cometió los mismos actos hacia aquellos que consideraban herejes o paganos, imponiendo el cristianismo como el único dogma al que las personas debían rendir culto vulnerando las libertades que nos son inalienables a los seres humanos. Lo anterior es cierto, pero no se puede negar que es obligación del líder espiritual de la comunidad cristiana intentar salvaguardar la integridad de sus seguidores.
No se sabe cuándo va acabar aquella lucha absurda y muchas otras que se orquestan en el mundo; los seres humanos hemos olvidamos la divina unión prefiriendo la segregación. Tal vez cuando todos entendamos que existe un único Dios y que ese Ser Supremo no tiene nada que ver al que se refieren las diferentes religiones que hay en el planeta, podamos dejar a un lado esas irracionales diferencias que a fin de cuentas son las que han convertido al mundo en un lugar tenebroso.