Pocas labores son tan desagradecidas y poco reconocidas en la gestión de las Relaciones Públicas, como el tan solicitado free-press o prensa gratuita. ¡Las empresas y personajes que lo contratan no tienen ni idea del desgaste que implica en todo! Desgaste de contactos, de tiempo, de recursos, de nexos con los colegas y hasta de la amistad que se ha construido con ellos. Su ejercicio es como el de un futbolista, si hace goles es la estrella, pero si no los hace es el estrellado.
Escuché por estos días a un colega quejarse de lo jarto que está de trabajar en free-press por dos razones fundamentales: La primera es el desconocimiento que generalmente tienen los contratantes del servicio y la segunda, la “mamera” que con el tiempo genera esta labor en nuestros pares periodistas que están en los medios. Por lo tanto, consulté a mis colegas e hice unas cuantas reflexiones y registros de realidades que les quiero compartir:
Según mis averiguaciones, los periodistas dicen que hacen free-press en algún momento de la vida por las siguientes razones:
- Es el primer trabajo que consiguen cuando salen de la universidad, el más usual, para agencias de todos los tamaños que deben que tener divulgación gratuita aunque sea un dolor de cabeza, porque los clientes lo piden.
- Es parte del trabajo en la oficina de Comunicaciones de una empresa, de una entidad gubernamental o de un personaje público (político, artista, etc.), entre otros.
- “Es el desvare cuando uno no consigue trabajo”.
- “Es el recurso para completar los pésimos sueldos que pagan los medios de comunicación. No es ético, pero los medios lo permiten y si no lo permiten, pues lo disfrazamos. Nada qué hacer”.
- “Porque con todo y lo aburridor, gano más haciendo free-press que trabajando como esclavo y mal pago en un medio. Es una pasión mal remunerada en nuestro país”.
- “Porque a los mayores de 40 nos reemplazan con practicantes. En Colombia la experiencia es sinónimo de estar viejo. No nos queda otra que poner nuestra experiencia al servicio del free-press”.
- Es lo que les gusta y a eso se quieren dedicar. De esto no conozco mucho.
Pero en ese duro ejercicio del free-press, que de free no tiene mucho porque siempre se paga algún precio (sobre todo emocional por estrés y hasta de pérdida de amistades), también se deben soportar toda clase de clientes:
- Los que tienen el músculo financiero para pagar bien y exigen lo debido; no son muchos.
- Los que tienen el músculo financiero pero destinan la mayoría de sus presupuestos a otros objetivos del proyecto porque “las comunicaciones no son tan importantes y la divulgación se puede conseguir a peso”.
- Los que pagan mal y exigen resultados como si pagaran cinco veces más.
- Los que quieren salir todos los días y en primera página o en los titulares de abrir noticieros de radio y televisión.
- Los que saben más que el asesor y dicen desde cómo escribir el comunicado de prensa, hasta como gestionarlo en medios. Solo sirve lo que ellos dicen.
- Los que creen que su información es la más importante y no tienen en cuenta, o no saben, que ella entra a competir en una canasta de noticias de todo tipo que supera con creces el interés que puede despertar la que se quiere divulgar.
- Los que amenazan con quitarle la pauta publicitaria al medio si no publican lo que ellos quieren y cómo lo quieren, y buscan que el periodista lleve la razón. Me he cruzado con un par de esos y les he dejado claro que es mejor que lo hagan directamente y que asuman las consecuencias.
- Los que mezclan el trabajo con la parranda y exigen acorde.
Podría seguir enumerando muchos más, pero también hay que contar qué tienen que enfrentar los “freepresseros”, como les dicen ahora, con sus propios colegas. Hay que reconocer que la mayoría son muy queridos, atentos y pacientes, muy pacientes. A veces se esconden, no contestan porque algunos comunicadores se ponen “intensos”, o porque no tienen el tiempo, o no quieren y punto. Es tan fácil decir de una que no, y ya. Los periodistas de los medios obedecen a su criterio, al criterio del jefe (editor o director), a la filosofía o lineamiento informativo del medio y hasta a la voluntad de querer ayudar o no. De eso también depende la divulgación.
Esto me hizo recordar que hace un buen tiempo, haciendo pinitos como empresaria de las comunicaciones,le ofrecí un tema a un colega, me ofreció comentarlo y le pedí que me contara cuándo salía la información; así de sencillo. Esa simple pregunta me valió la siguiente respuesta: “Lo lamento, pero me aburre reportar a los jefes de comunicaciones. De verdad, qué ladilla, María Clara. Dejemos así”.¿Ah? Ni su posterior chiste flojo, donde intuí un remedo de “desembarre”, recobró nuestra amistad.
Ese es el panorama general del ejercicio del tan reconocido y poco valorado free-press. ¿A dónde llegará la situación profesional de los comunicadores sociales–periodistas? ¡Yo no sé! ¿Usted qué cree?
¡Feliz resto de semana, especialmente para mis maravillosos colegas dedicados a la digna labor del free-press!