¿De verdad? ¿La cocaína ya no es un tema prioritario para Estados Unidos?

¿De verdad? ¿La cocaína ya no es un tema prioritario para Estados Unidos?

Si los EUA (los mayores consumidores del planeta) cambian sus prioridades y las aterriza a cuestiones más estructurales, seguramente los resultados serán diferentes

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
marzo 29, 2023
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¿De verdad? ¿La cocaína ya no es un tema prioritario para Estados Unidos?

El cambio de paradigma en la fracasada “guerra” contra el narcotráfico le implicará al gobierno desnarcotizar la agenda bilateral con los Estados Unidos y profundizar en simetrías institucionales que permitan que la relación bipartidista se funda en el respeto y cooperación a una política autónoma y gradual de sustitución de cultivos ilícitos; en la concurrencia interinstitucional y tecnológica que posibilite avanzar hacia una industrialización del campo; y en descartar esa espada de Damocles de la descertificación.

Sin lugar a dudas, ese cambio de paradigma causa cierto escozor entre algunos sectores políticos de los Estados Unidos y así lo han hecho saber ad portas de iniciar un nuevo ciclo electoral (donde seguramente el factor Colombia volverá a emerger con fuerza). Al cuestionamiento por lo que algunos sectores republicanos consideran como una política de “erradicación cero”, se suma la clásica incomprensión para asimilar el campesinado cocalero como un actor social y político con reivindicaciones históricas.

Ahora bien, en la configuración de esa nueva relación, vale la pena preguntarse: ¿qué tan prioritario es el tema de la cocaína para Estados Unidos?

En una reciente declaración el ministro de Justicia, Néstor Osuna, encargado de diseñar e implementar el nuevo paradigma en la lucha contra el narcotráfico, puso en entredicho que actualmente la cocaína sea una prioridad para los Estados Unidos. Las declaraciones del ministro no resultan sorprendentes si nos atenemos a los datos y partimos de lo siguiente: la grave crisis de salud pública que viene atravesando Estados Unidos por cuenta del consumo exacerbado de drogas es resultado de la expansión del fentanilo y los opioides sintéticos.

En esa radiografía de la muerte la cocaína solo se lleva una pequeña cuota.

Cada año mueren miles de norteamericanos por sobredosis asociadas al consumo de opioides sintéticos, los datos son escalofriantes, ya que evidencian que, en casi una década, entre 2013 y 2022, las muertes relacionadas por sobredosis de opioides se acercan al millón. Pero al momento de desagregar las causas de esas muertes, una gran proporción se concentra en drogas sintéticas que tienen su origen en el mercado mexicano o asiático.

A pesar de que el país sigue siendo el principal productor mundial de cocaína, esta droga no resulta siento el factor determinante en la crisis de salud pública que actualmente se vive en los Estados Unidos; sin embargo, esto no le resta, bajo ninguna circunstancia, su altísimo grado de adicción o peligrosidad.

Lo cierto es que pensar que Estados Unidos saldrá de esa crisis de salud pública erradicando hasta la última hectárea de hoja de coca en Colombia, asperjando los campos con el veneno del glifosato o criminalizando al campesino cultivador, es un sinsentido que solo cabe en la cabeza de un republicano o de un uribista recalcitrante (cortados con la misma tijera). Esa nunca será una solución efectiva y desde Washington hace rato ya lo tienen claro.

Si la verdadera intención consiste en romperle el espinazo al narcotráfico, una alternativa viable se encuentra en un forjar una alianza internacional para la industrialización del campo colombiano, en un proceso de transformación tecnológica y rural que saque al pequeño campesinado de los circuitos de las economías ilícitas, sin reducir la relación bilateral a la infinita cuestión de la erradicación.

Y claro que se debe seguir avanzando en procesos de interdicción y en la identificación de las redes de lavado de activos, para lo cual los Estados Unidos también deberá asumir un compromiso estratégico, no solo en relación a la implementación de políticas para la reducción del consumo, sino en el desmantelamiento de sus propias redes de distribución y lavado de activos.

Si todo se reduce a echarle el agua sucia a Colombia y de paso empuñar la espada de Damocles de la descertificación, pues los resultados seguirán siendo los mismos.

Finalmente, si los Estados Unidos cambia sus prioridades y las aterriza a cuestiones más estructurales, seguramente los resultados serán diferentes, es la principal apuesta del gobierno con la sustitución de economías -algo que va más allá de la mera sustitución de cultivos-  y para ello requiere de toda la cooperación posible, porque un cambio de paradigma en una “guerra” históricamente fracasada, no se logra de la noche a la mañana.

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