Sin recorrer distancias, tan solo viajando en el acontecer de nuestra región, es probable que el absolutismo sustentador de las llamadas revoluciones, lleve a la dictadura venezolana hacia un país en guerra, como a Siria: Bashar Al Asad. Se ve en ese discurso Madurista-de desespero populista-, en la ineptitud y corruptela del régimen -donde se pondera el ilícito oro blanco a la economía del oro negro- y, dirigentes sin resultados.
Como ha ocurrido en otras dictaduras – Galtieri en Argentina llevó a la guerra a Argentina contra los ingleses por la Malvinas-, la de Venezuela busca un enemigo para la guerra antes de posesionarse el 10 de enero de 2.019 para dar otra etapa de ese irreconocible país-; de ahí su sostén uniendo a los oprimidos en el nacionalismo.
La guerra sería una catástrofe para la región, más a “Colombia”, el candidato enemigo; por ende, a Venezuela convertido en un país como Siria -que lleva ocho años inmerso en el caos: medio millón de muertos, más, civiles y de ellos, niños-. Esto, entre los intereses de potencias, expansión a puntos estratégicos, hurto de riquezas; y se daría cabida al tráfico humano, de órganos, de armas y alucinógenos para los combatientes; y, al final del conflicto, llegarían los reconstructores, pues las guerras mueven sus economías.
Los colombianos, llevamos seis deshonrosas décadas matándonos; siendo escasas las guerras externas, caer en una con Maduro, sería irresponsable, pues a ninguno llamaría ver el desastre y muerte en el territorio y en allegados. Hay que esperar la solución de su problema a ese pueblo “libertador”, liberándose de la opresión. Bien sea explosionando o con la ayuda internacional.
No a la guerra. Sí a la democracia.