De vacunas, contratos y ancianos de la tribu

De vacunas, contratos y ancianos de la tribu

Mientras el gobierno hace magia y desaparece el dinero del erario, mucha gente sigue empecinada en no vacunarse. ¿Por qué escuchar los consejos de los abuelos?

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
agosto 13, 2021
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De vacunas, contratos y ancianos de la tribu
Foto: Pixabay

“Quien no oye consejos no llega a viejo”, reza un refrán popular, y así sucede con las vacunas, los contratos para adquirirlas y el ignorar a los ancianos de la tribu que aunque limitados para moverse, si no son convertidos en “muebles viejos” y arrojados al cuarto de los trebejos, con su experiencia reposada tienen mucho que aportar a las nuevas generaciones de ciudadanos y gobernantes convencidos de que solo con la juventud, las ganas y el emprendimiento es suficiente.

En cuanto a las vacunas, a quienes crecimos con ellas para que nos libraran de la viruela, el sarampión, la polio, la tuberculosis, la difteria, la influenza, etcétera (y sabemos que son elaboradas a partir de partes microscópicas muertas del agente patógeno para que al ser inoculadas el sistema inmunológico las reconozca como extrañas y elabore sus propias defensas) nos extraña que algunos rechacen con ardentía la de la covid-19 argumentando con razones conspirativas: la inoculación de un chip para controlarnos, como si no nos tuvieran agarrados y vigilados con GPS a través de los celulares; “geronticidas”, dizque para inducir el asesinato de los ancianos y gran parte de los pobres y así facilitar el dominio total del mundo por parte de Bill Gates y los “Iluminates”; políticopartidistas, como las aducidas por los republicanos seguidores de Trump que las consideran una imposición, afectando su libertad; religiosas, promovida por sectas que no aceptan transfusiones y procedimientos por el estilo que van contra la literalidad y dogmas de los textos bíblicos.

A estos opositores encarnizados a la vacuna les es insuficiente que la covid-19, con sus efectos colaterales sobre diversos órganos y sistemas, haya matado a millones de personas, entre ellas familiares y amigos que no alcanzaron a vacunarse o que existiendo la vacuna, se negaron a recibirla, como le sucedió a mi excompañero de estudio en la facultad de medicina de Unicauca, el caleño Manolo López, que después de graduarse se dedicó a la medicina alternativa y rechazó vacunarse; o a Jesús Chávez, más conocido como Galileo, que dedicado a la psiquiatría en Buga, cuando no estaban vacunando lo agarró la covid y se lo llevó; al igual que a mi vecino, amigo de la infancia y excompañero de luchas, Pedro Vaca, a quien le madrugó el coronavirus, días después que a Jorge Muñoz Fernández, el colega columnista que firmaba con el seudónimo de Mateo Malahora, el encierro de la cuarentena le agravara viejas dolencias y también le acelerara el viaje definitivo.

Otra cosa es el negocio, que gracias al neoliberalismo imperante en el mundo hicieron los países desarrollados y multinacionales farmacéuticas, al ver en la pandemia y descubrimiento de la vacuna, una gran oportunidad para enriquecerse, antes que un servicio humanitario universal; y decidieron no liberar las fórmulas de las variantes desarrolladas en los laboratorios de Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China y otros países, aprovechando el río revuelto para imponer contratos de confidencialidad y precios elevados a gobiernos de países dependientes. Es el caso de Colombia, que durante la presidencia de Andrés Pastrana, siguiendo pautas del neoliberalismo y el “libre mercado” de moda, había cerrado el laboratorio que producía vacunas porque en el exterior se conseguían más baratas.

En cuanto a consejos de los viejos, aceptados y respetados por la mayoría de civilizaciones y culturas anteriores al desmadre del capitalismo neoliberal que amenaza la supervivencia en la tierra, plausible iniciativa de la alcaldesa de Quilichao, Lucy Amparo Guzmán, al reunir a varios exalcaldes para contar sus experiencias y logros administrativos, así como propuestas a tener en cuenta en dos años y medio de gestión que le restan.

En Colombia era una regla, obviando diferencias políticas, que expresidentes de la república y exministros de relaciones exteriores se reunieran con el mandatario de turno para tratar temas de interés internacional y nacional; pero en este gobierno abandonaron la sana costumbre al llenar ministerios y embajadas de inexpertos gomelos condiscípulos de Duque y de serviles caciques del chalán que cabalga el país desde hace 20 años, para llegar a sus cargos a favorecer intereses personales y de poderosos grupos económicos y a tumbar al presupuesto con negocios como los de los 70.000 millones que los amigos de la ministra de las TIC les robaron a escuelas rurales del Cauca y otros departamentos, compitiendo con Turbay y Andrés Pastrana, en la disputa de la medalla de oro por el peor gobierno de la historia.

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