En tanto de este lado de la frontera de Venezuela, en Colombia, el problema se agudiza, las soluciones son mediáticas, la alharaca copa y copta todos los medios, allá, en la “patria bolivariana”, su presidente hace lo que le corresponde: provoca y desafía, dicta medidas para salvaguardar la integridad territorial de supuestas o reales amenazas del vecino democrático, civilizado, santanderista, respetuoso de los derechos humanos, de la oposición, de los tratados, mojones y lindes.
Es el talante democrático y civilista de nuestras instituciones, Estado y gobierno, dicen unos; otros, que es la entrega al castrochavismo, comunismo y socialismo del siglo XXI, a las Farc-EP y, a ese “patán analfabeta y sin nacionalidad definida” que es Nicolás Maduro, presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, cuanto lleva a nuestro presidente Santos a actuar en esas coordenadas.
Y los expertos analistas, politólogos, asesores de todo y en todo, especialmente los columnistas, los ilustrados y los deslustrados, todos a una, parecieran no tener obsesión temática distinta, persistente e incontrolable, que cumplir con ansiedad espasmódica el número de caracteres exigidos, o de segundos o minutos si en radio o televisión, a costa de Maduro y de Venezuela.
Y claro, viene el sacrificio, en el ara de la emocionalidad mediatizada y direccionada por fuerzas y poderes invisibles pero efectivos, de la objetividad, la sindéresis, el fundamento histórico, la ética y la ecuanimidad, de una crisis, la de las relaciones entre Colombia y Venezuela, en la que Maduro y Santos apenas si son actores en el mismo escenario interpretando papeles mediocre, como lo han sido quienes de uno y otro lado, los han precedido en esa reiterada dolencia estructural de ambas naciones.
O, es que acaso los migrantes colombianos hacia Venezuela son de estos días, o su asentamiento, permanencia y expulsión por parte de aquel país, apenas viene a ocurrir en tiempos del Socialismo del Siglo XXI, como algunos de esos analistas sobrados de pergaminos vienen a decírnoslo.
No. Esos son los pródromos, algunos entre tantos, de esa enfermedad congénita; de esa dolencia estructural incubada en el cuerpo frágil y enfermizo de nuestras naciones latinoamericanas, mayormente en esta de nosotros.
Y para la cual, no obstante su gravedad, nunca se ha buscado la medicina que dé en curarlas o, cuando menos, en controlarla para evitar brotes y contagios que afectan la salud y la convivencia en los cuerpos que la padecen.
En el peor de los casos, como ahora parece, inoculada por agentes patógenos interesados en obtener provecho y derivar contagios de otra naturaleza.
Y a fe que lo están logrando, tanto allende nuestra frontera como aquende la de Venezuela. De uno y otro lado hay contagio, pero los tratamientos aplicados al paciente, la crisis fronteriza, son diferentes y no precisamente los que presumimos y damos por cierto de este lado: cortinas de humo para mitigar el “riesgo de perder las elecciones”, camuflar “la corrupción militar”, “silenciar la oposición”, “irrespetar” a cierta dama y otras simplezas de esa laya.
Si algo está claro, es que Venezuela sí se ha tomado en serio la problemática que genera la frontera con Colombia y los perjuicios derivados del “orden” imperante en ella, todos en menoscabo de su soberanía, aparato productivo, institucionalidad, gobernanza y fluidas relaciones de vecindad.
Que Colombia haya asumido la suya con el mismo y parecido interés de su vecino, está por verse. Y de ello dan razones los sucesivos traspiés que los componedores locales han tenido en los escenarios especializados a los cuales han recurrido en procura de obtener una favorabilidad razonablemente esquiva.
Tontería es pensar y recomendar que con un “ven acá, Maduro, ¿por qué no te callas”?, de Fidel Castro, aquel se va cruzar de brazos, enmudecer y dejar que siga ocurriendo cuanto hasta ahora, y desde siempre, ha ocurrido en la frontera con Colombia y en detrimento de Venezuela, según él.
Mientras el patrioterismo exaltado sigue su curso mediático, Alemania cierra sus fronteras a la llegada de refugiados y Colombia captura barcos con inmigrantes en sus aguas territoriales del mar Caribe, para deportarlos se supone.
Poeta
@CristoGarciaTap