De todos los ciclistas colombianos que llegaron al Tour al que menos le dábamos ocpiones era a Miguel Ángel López. Es que el año pasado fue pura decepción para el capo del Astana. Hasta un fan se le atravesó en el Giro de Italia y le quitó todo. En España también fueron problemas mecánicos. Por eso nos parecía que a sus 26 años no podría concretarse todas las cosas buenas que auguramos sobre él desde que fue campeón del Tour de L'Avenir en el 2014.
El Tour arrancó muy mal para Miguel Ángel. Se golpeó durísimo en la primera etapa, un descenso en Niza. Luego quedó cortado con Pogacar por culpa de los vientos y perdió 1:30. Desde estas página no sólo lo dimos por muerto sino creíamos que era la eterna decepción del ciclismo colombiano. Pero hoy, en el ascenso más duro, Miguel Ángel demostró que a los ciclistas colombianos nunca hay que descartarlos, jamás darlos por muertos.
López atacó con una facilidad asombrosa cuando faltaban sólo dos kilómetros para acabar uno de los puertos más duros del Tour. El norteamericano Sepp Kuss tuvo vía libre por parte de su jefe de filas, Primoz Roglic y se fue. Se llevó de atrás a Miguel Ángel. Es que, cuando las montañas superan los 2.000 metros sobre el nivel del mar, a los colombianos le salen las alas del cóndor y vuelan. Dejó atrás a Kuss y, cuando creíamos que Roglic le ganaba de atrás, tomó un segundo aire y sólo lo volvió a ver en la meta.
Ahora Miguel Ángel López es tercero y más Superman que nunca. Tendrá que defenderse de Richie Porte que está a casi un minuto de él en la clasificación general y se viene una penúltima etapa durísima, una contrarreloj en donde el australiano es especialista. López no sólo es capaz de reponerse ante las malas críticas sino a la delincuencia común: recuerden que le dicen Superman no sólo por sus atributos sobrehumanos como ciclista sino porque soportó un ataque a puñal cuano tenía 18 años y no se dejó quitar su bicicleta. Recibió cinco puñaladas en sus piernas.
Miguel, discúlpanos. Hoy nos has cerrado la boca de una cachetada.
