Primero, hubo la ley de la selva: bien fuera un diminuto parásito o un potente león, era siempre el más fuerte que imponía su dominio. Luego, se constituyeron las primeras sociedades, pocos individuos reunidos alrededor de un macho autoritario, abusivo y arbitrario cuya función era meramente garantizar la seguridad de todos. Más recientemente, el lenguaje y la creación de mitos permitió que grupos de la misma especie fueran creciendo en número: el humano empieza a diferenciarse de sus primos primates. Finalmente, ciertos pueblos lograron organizarse en sociedades políticas más complejas, redactando leyes con base en textos fundadores como la Biblia, el Corán, entre otros. Actualmente, estas obras sagradas siguen influyendo el derecho positivo: la ley escrita.
En esta escala, que arranca desde un salvajismo brutal hasta civilizaciones preocupadas por el bien del prójimo, ¿dónde nos ubicamos nosotros los colombianos? Y mucho más importante, ¿dónde quisiéremos estar ubicados? ¿En qué nivel evolutivo se ubica una sociedad en donde sus dirigentes cometen con total impunidad crímenes como los llamados “falsos positivos”, en donde la rama ejecutiva obstaculiza los procesos de la Justicia Especial para la Paz, en donde la policía viola y asesina a los jóvenes en lugar de defenderlos? Pues, hay una noticia y es muy buena.
Hace unos pocos días, una ortopedista del reconocido centro hospitalario Imbanaco de Cali envió, en un chat privado, el siguiente mensaje: “Dan ganas de que vengan las autodefensas y acaben literalmente con unos 1000 indios [se refiere a los indígenas], así poquitos nada más para que entiendan. Si yo supiera dónde tengo que dar plata para que esto pase, allí voy volando, si alguien sabe me avisa”. Esta diatriba nauseabunda fue reenviada, se viralizó y generó miles de comentarios de indignación. A pesar de publicar una carta de excusas, la reputada institución no tuvo más remedio que “finalizar de manera unilateral el contrato” que la vinculaba con dicha médica. ¡El país donde la doctora pensaba estar viviendo ya no existe!
¡Qué dura sorpresa debe haber sido para ella! Simplemente nació en una cuna en donde aún persisten ideologías fétidas y anacrónicas como el clasismo y el racismo, en donde el malestar se cura disparando balas. ¡Pero qué grata sorpresa para todos los demás¡: ¡nos llegó repentinamente una nueva era! A ella le tocó ser sacrificada simbólicamente en el altar de la tolerancia junto con las reliquias podridas de un pasado salvaje que ya no tiene su lugar en una Colombia moderna y democrática. Gracias a ella se sabe que uno tiene que por lo menos callar las aspiraciones fascistas y los instintos homicidas. Gracias a ella se ratificó públicamente que, en mayo de 2021, había nacido y se había fortalecido un espacio de diálogo nacional libre de plomo, espacio propicio para el desarrollo de una civilización, por fin, más avanzada.